“Sex Panchitos”, la vida más allá de una de las pandillas legendarias de la CDMX

El documental dirigido por Gustavo Gamou tiene su estreno mundial este fin de semana en el marco del FICUNAM.

mayo 30, 2025 6:30 pm Published by

Por Héctor González

A mediados de los ochenta una de las bandas de jóvenes punks más populares fue la de Los Panchitos. Conocidos por su carácter rebelde y romper en más de una ocasión la ley, convivió con la era en que Arturo Durazo era el jefe del Departamento de Policía y Tránsito del Distrito Federal.

Localizados en la zona de poniente de la capital (Tacubaya, Observatorio), el colectivo se hizo famoso a pulso y no necesariamente por su buen comportamiento. Hoy, aquella pandilla es parte del imaginario de una época de la Ciudad de México. Varios de sus integrantes terminaron en prisión y otros más intentaron cambiar redimirse y cambiar su vida.

Algo de esto es lo que se cuenta en Sex Panchitos, un documental de Gustavo Gamou y cuyo estreno se da en el marco del FICUNAM. El filme parte de la historia de la banda, pero en realidad va más allá y toca temas como la redención, la reinserción social y la libertad.

En entrevista, Gustavo Gamou explica que la idea del documentar surgió del interés en contar una historia próxima al barrio de Tacubaya, donde vive. “Martín, el hermano de un Panchito difunto, nos invitó a una reunión en la que conocimos a varios de los integrantes de la banda”.

El primero en apuntarse a participar fue Ramón, conocido como “Ulti”. El equipo consiguió acompañarlo al penal de Santa Marta para visitar a su esposa. A partir de ahí, el resto de los personajes se fueron sumando, entre ellos “Chivo Loco” y “Canon”. Cada uno carga con una biografía compleja y llena de claroscuros. “En realidad no hubo necesidad de convencer a nadie, todo se dio de manera muy natural”.

Entre que se empezó a idear el documental y su estreno, han pasado diez años. “Fue un proceso de tejer redes de comunicación. Ha sido un recorrido muy largo que además estuvo marcado por la pandemia”, detalla Chantal Guedy, una de las productoras.

Una historia de redención

A lo largo de la película, somos testigos del desplazamiento emocional y vital de los personajes. De aquellos jóvenes que hace cuarenta años aterrorizaban a los capitalinos hoy queda poco, ahora algunos fundaron la asociación civil Sex Panchitos Punk, que intenta apoyar a su comunidad con diversas acciones; algún otro busca a encausar a su hijo rumbo a una realidad menos complicada y uno más piensa en su reinserción social.

Sin embargo, esa transición no fue algo que se buscó sino que se dio sobre la marcha explica Gamou, “filmamos de una manera muy intuitiva, sabíamos que teníamos que parar en un momento, pero en realidad no sabíamos qué pasaría con algunos de los personajes, si saldrían o no de prisión, o qué podría pasarles”.

Si una palabra puede definir el espíritu de Sex Pachitos, esa es acompañamiento. Tatiana Graullera, la otra productora, recuerda que Gustavo Gamou se encargó de fortalecer la relación con los participantes. “A partir del acompañamiento que mantuvo no solo pudimos grabar, además se gestó la historia propia de ellos. Al final los documentales se terminan de escribir en la mesa de edición, ahí es donde se entiende el rumbo que cuenta la historia”.

El director recuerda que al principio la única premisa clara era contar una historia de y para Tacubaya, espacio que es más que un set, es un prácticamente un personaje más. “No queríamos ni podíamos pensar en miles de pesos de producción, por eso estructuramos una historia que pudiéramos filmar mientras caminábamos. Los protagonistas son personas que viven a tres o cuatro calles”.

Cámara de por medio, Gamou nos lleva a las casas de los personajes, a las calles, vecindades y a fiestas donde predomina el rock. Hay cosas que no hace falta nombrar cuando la imagen es elocuente con el discurso social que se quiere plantear.

“Hoy Gus está super inmerso en el barrio, es parte de la comunidad, de las reuniones y fiestas que hacen, mientras que los participantes están muy contentos de ver que la pudimos terminar”, dice Chantal Guedy.

Sin edulcorar la realidad, el documental deja ver la marginación y pobreza de un sector que no tiene demasiadas posibilidades de desarrollarse, pero a la vez muestra a seres humanos que asumen sus errores y reconocen sus delitos. Si consiguen despertar la empatía del espectador es porque precisamente no esconden su fragilidad ni apelan a la lástima. “Si la película deja ver algo de luz es porque así se dio, nosotros no la buscamos, éramos conscientes de que podía pasar algo negativo, pero por suerte no sucedió. Por supuesto, les pasan cosas, pero también así es la vida, como dice la canción, la vida te da sorpresas”, añade Gustavo Gamou.

Chantal Guedy recuerda que, aunque al principio pensaron que podrían hablar de Los Panchitos de una manera más amplia, conforme el director se adentró en la vida de los personajes, las cosas fueron tomando rumbo y se acotaron los temas. “Al final termina siendo una película de tres personas que retratan, sí, de manera muy particular sus realidades, pero que también son el espejo y el resumen de lo vivieron a través de esa pandilla”.

Que Sex Pachitos se convirtiera en una película sobre la redención es una fortuna, reconoce Gamuo, “eso fue increíble, en principio son personas que conocen el barrio y hoy respetan a su gente a pesar de que en un momento hicieron cosas que no eran correctas. Su proceso de redención es fantástico porque incluso los lleva a buscar transformar la realidad de su comunidad”.

Tras su paso por el FICUNAM, el documental comenzará su recorrido por festivales de distintos países, antes de pensar en un estreno comercial en México. Tatiana Graullera espera que de cara a públicos que no necesariamente conocen la historia de la pandilla, la película aporte una mirada a la Ciudad de México, al país, a las luchas cotidianas de la mayoría de la gente. “La mayoría de las personas no fueron Panchitos, pero sí, todo el mundo tenemos luchas chiquitas y creo que ahí están de manera clara. Y creo que esa es una manera de acercar a las nuevas generaciones a realidades que están sucediendo todo el tiempo, que vemos en la calle”.

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