Beatriz y Marcelo | Artículo

Tanto Beatriz Paredes como Marcelo Ebrard son personas que han pintado su raya de los modos populistas.

agosto 30, 2023 7:49 am Published by

Beatriz Paredes y Marcelo Ebrard son un crudo recordatorio de que cuando se trata de obtener una candidatura presidencial, tener el mejor perfil no es ni suficiente ni necesario. Y es que, de no ocurrir algo extraordinario, en 2024 la disputa por la presidencia de México será entre Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum.

Desde luego, la idea de que Paredes y Ebrard, y no sus rivales, representan lo mejor que sus coaliciones han puesto sobre la mesa requiere de un sustento basado en razones o argumentos. A continuación desarrollaré dos rutas complementarias en defensa de esta tesis.

La primera ruta pasa por apelar al hecho de que tanto Beatriz Paredes como Marcelo Ebrard son personas que han pintado su raya de los modos populistas, tan exitosos como tóxicos en la política global contemporánea.

Independientemente de lo que pueda pensarse de sus partidos o de su honestidad, es innegable que basta con escuchar a Beatriz o a Marcelo hablar para notar que estamos ante individuos capaces de plantear ideas complejas y de sustentarlas de forma clara y razonada –una virtud notablemente escasa en nuestro presente–.

También es cierto que Paredes y Ebrard desprecian las simplificaciones y las descalificaciones que caracterizan al discurso de los populistas contemporáneos. Sin importar el uso que Sheinbaum y Gálvez hacen de esta fórmula, y a pesar de que AMLO la ha empleado magistralmente, cuando han tenido la oportunidad de criticar o cuestionar, el precandidato de Morena y la precandidata priista del Frente se rehúsan a degradar su discurso.

A ello hay que sumar que estamos ante dos personas que (a diferencia de Sheinbaum) han aceptado a sujetarse a cuestionamientos en espacios periodísticos objetivos y críticos –prueba de ello son sus participaciones en Aristegui en Vivo–. En tiempos donde la prensa incómoda es inmediatamente satanizada y calificada como enemiga, esta apertura ha sido tan refrescante como disfrutable.

Considerando lo anterior, me parece seguro afirmar que un duelo entre Beatriz Paredes y Marcelo Ebrard, en contraste con uno entre Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, nos llevaría entonces lejos de la confrontación barata, de las descalificaciones simplistas y de la discusión política basada en filias o fobias. O, por ponerlo de otra forma, nos alejaría del molde populista y nos reinsertaría firmemente en los terrenos de la democracia liberal.

La segunda forma de defender la tesis de que para nuestro país sería benéfico un duelo entre Beatriz Paredes y Marcelo Ebrard no pasa por sus perfiles, sino con la relación que cana uno guarda con las élites que dominan las coaliciones que buscan encabezar.

Empecemos notando que Beatriz Paredes como Marcelo Ebrard han sido víctimas de los poderes fácticos que dominan al Frente o a Morena.

La cargada del poder empresarial que impulsa al Frente claramente ha buscado posicionar lo que han llamado el “fenómeno Xóchitl”. La forzada declinación de Santiago Creel y la insistencia en que Paredes debe declinar, coreada recientemente por Alito Moreno, el patético presidente de su partido, son muestra clara de que este grupo no quiere postular a la priista.

Por su parte, por más que el Presidente insista en que “se acabó el dedazo” y que “será el pueblo el que elija”, desde hace al menos un par de años ha alimentado o, como mínimo, dejado correr el rumor de que su favorita es Sheinbaum. Este asunto no es menor, pues en Morena hay muchas personas que harán lo que crean que AMLO quiere. Por si esto no fuera suficiente, Ebrard ha presentado denuncias sólidas de apoyos masivos a su rival por parte de estructuras de gobierno y de su partido.

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Alguien podría objetar repitiendo el común de que el apoyo volcado hacia Sheinbaum y Gálvez se debe a que los grupos de intereses que les respaldan piensan que, de no ser ellas las candidatas, sus coaliciones corren el riesgo de una derrota electoral en 2024.

Pero esta objeción no se sostiene. Recientes encuestas publicadas por El País y por Reforma muestran claramente que, si bien Xóchitl y Claudia son las favoritas para encabezar a sus respectivas coaliciones, cualquier combinación Gálvez/Paredes o Sheinbaum/Ebrard no altera gran cosa los resultados electorales. Es decir, aunque las cargadas han sido efectivas de forma interna, es falso que los números indiquen que seleccionar a Paredes o Ebrard sería contraintuitivo cuando se trata de una elección abierta.

Más allá de hipótesis sobre intereses y favoritismos, es difícil saber a ciencia cierta por qué las élites de sus coaliciones quieren cerrar el paso a Paredes y Ebrard. Lo cierto es que estos intentos de bloqueo son consistentes con el hecho de que ambos precandidatos han asumido posiciones reformistas.

Por ejemplo, Ebrard detalló los aspectos que preservaría y los que cambiaría del proyecto que busca encabezar. Por su parte, Paredes admitió que la ciudadanía ha castigado a su partido justamente y ha abogado por reformar de lleno el sistema de partidos; mostrando un sólido conocimiento de que a nivel global el modelo actual está agotado.

Alguien podría alegar que el discurso reformista no es del todo sincero. Es posible que este sea el caso.

Sin embargo, en términos relativos, tanto la forma como el fondo de la autocrítica que Paredes y Ebrard han planteado son muy superiores a la de Sheinbaum y de Gálvez. Es más, me parece que incluso es posible postular que, en todo caso, sus virtudes intelectuales y la forma en que han enfrentado a sus cargadas indican que Paredes y Ebrard cuentan con una fuerza y potencial que merecen ser destacados.

Para efectos de este análisis lo importante es que los motivos de las élites que impulsan a Gálvez y a Sheinbaum no son principalmente su competitividad electoral. No es entonces exagerado decir que un enfrentamiento entre Paredes y Ebrard sería un golpe durísimo a las élites empresariales y políticas que impulsan las candidaturas de sus rivales. Elites que merecen ser rechazadas.

Es momento de hacer un corte de caja. Independientemente de lo que se piense de sus partidos o de sus personas, es innegable que Beatriz Paredes y Marcelo Ebrard son individuos articulados e inteligentes; personas que, en tiempos de populismo y anti-liberalismo, se han mantenido fieles al discurso racional y ajenos a los simplismos y caricaturas de la polarización.

También es cierto que, con todos sus defectos y a pesar de los intereses que seguramente representan, tanto Paredes como Ebrard han sido víctimas de cargadas orquestadas por las élites de las coaliciones que buscan encabezar. Y esto es compatible con el hecho de que estamos ante individuos que abiertamente han declaro su deseo de reformar al sistema del que estas élites se han alimentado.

Los anteriores elementos me llevan a concluir que sería sumamente interesante, oxigenante y productivo presenciar en 2024 una competencia entre Beatriz y Marcelo. Pero este escenario se antoja, por desgracia, cada vez menos probable. Y es que cuando se trata de obtener una candidatura presidencial en México, tener el mejor perfil claramente no es ni necesario ni suficiente.

*Profesor Asociado de Filosofía en la Universidad de Nottingham. Doctor del Filosofía por la Universidad de Edimburgo.

Twitter: @asalgadoborge
Facebook: Antonio Salgado Borge

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