El Carnaval y otras jornadas “diabólicas” | Artículo

Los carnavales de México, llevados a cabo por lo general entre finales de febrero y principios de marzo de cada año, se celebra en los días anteriores a la cuaresma, con mascaradas, bailes, comparsas, etcétera

febrero 28, 2022 1:12 pm Published by

Por Julio Moguel

I

Aplazados para el mes de abril los carnavales de Brasil –los más importantes: los de Río de Janeiro y Sao Paulo–, y los de México –realizados en muy distintas ciudades y en muy distintas escalas– para el mes de julio, dada la persistencia de la pandemia, no es inoportuno hablar de un tipo de acontecimiento que, llevados a cabo por lo general entre finales de febrero y principios de marzo de cada año, marca sin duda un momento o momentos clave de la vida de los seres humanos en el planeta.

Existen y son muy conocidos otros carnavales como el de Venecia, que ahora tiene su curso. Y no faltan los de Argentina y los de otros países del Continente Americano y del mundo, todos ellos polifórmicos y con sus muy particulares raíces y ramales, pero que tienen en común elementos que les son sustantivos.

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No deja de llamar la atención que hay, en la ciudad de México, carnavales que se llevan a cabo en algunos pueblos y barrios originarios, pero se identifican o se conocen más, por su magnificencia y tradición, los de Veracruz o Mazatlán. Para un sector de la población éstos pasan inadvertidos, o son identificados como una entre otras tantas festividades que se llevan a cabo en estas y otras bullangueras ciudades o localidades del país. Pero resulta que el carnaval “tiene lo suyo” en su naturaleza esencial. Sobre ello hablaré más adelante.

Pero empezaré por decir que el carnaval es, según el Oxford Language, un “1. Período que comprende los tres días anteriores al miércoles de ceniza, día en que empieza la cuaresma en el calendario litúrgico cristiano o católico. [“Se acercaba el carnaval y los escaparates se llenaban de disfraces y caretas”]. 2. Fiesta popular que se celebra en los días anteriores a la cuaresma, con mascaradas, bailes, comparsas, etcétera”.

Lejana y superficial definición de un acontecimiento de tanta relevancia. Veamos.

II

El carnaval es el espacio-tiempo en el que el cuerpo toma la palabra. Se muestra, se expone. Se le da permisividades especiales en un éxtasis colectivo que reivindica, en el baile o en determinados movimientos lúdicos o armoniosos, la relación “molecular” del Ser en su condición de “Ser-con” o de “Ser-siempre-en-comunidad”. Y funde generalmente su presencia en colectivo con “los otros” que lo acompañan en el mundo en su vínculo indisociable con esa “naturaleza” a la que el pensamiento occidental ha pensado siempre como una especie de “externalidad”; como algo que “se agrega” y su suma, “para su uso” por los seres humanos, como “recurso natural” –o como los animales-no-humanos–, por medio de la desnudez que se muestra de manera simple y llana en el acontecimiento, o de la suma de colores “exóticos” y multiplicados a lo que se añade el indispensable uso de máscaras o disfraces de muy diversa índole.

Este proceso –el carnaval–, en la “permisividad” que le es propia, desestructura, por su propia naturaleza, algunos de los “valores comunes” que se inscriben en el día a día de la vida humana, y, de manera subrepticia o en sus “entrelíneas”, hace trizas en unos cuantos días “la normal” y no siempre bien identificada reticulación capitalista de la vida.

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Por ello es que algunos de sus críticos lo han llegado a considerar como un acto o un acontecimiento diabólico. Dice el señalamiento de una fuente identificable: “El carnaval representa una adoración a dioses paganos que se esconden tras la máscara de [una] tradición popular.”

El carnaval hace a un lado los estrictos y convencionales roles de las clases: es por ello que, podemos decir, remite a una condición propiamente ontológica del Ser, y tiende entonces a fundirse, en sus imaginarios y en sus expresiones “de sentido”, más que a esencialidades hedonistas, a esencialidades –llamémoslas así– de la propia naturaleza del Ser.

Desvela entonces en unos cuantos días lo que el Ser humano “contiene” en su sentido de Ser en la cotidianidad asfixiante, invitando a pensar la vida humana y su relación con las otras formas de vida en el planeta “de otras formas”
Con todo y sus particularidades. Por ejemplo, en Brasil se convierte de suyo en un grito libertario y extasiado del valor de la “negritud” en sus máximos alcances. “¡La sensualidad al poder!”, dirían algunos, más no pensada en la mercantilizada manifestación de algunas de las grandes corporaciones que conceden grandes sumas de dinero para que el hedonismo y el “placer desbocado” de las masas se embriague detrás de las cortinas iluminadas de esas noches festivas del carnaval.

III

Que el carnaval cobija contenidos libertarios quedó plenamente plasmado por “El Carnaval contra el capital” desarrollado en Londres el 18 de junio de 1999. Se hizo para que coincidiera con la Cumbre 24 del G8 en Birmimgham. Coordinado con manifestaciones de igual naturaleza en 48 países.  Igual acontecimiento se repitió en la Cumbre 20 de 2009.

Lo interesante del caso es que “la manifestación” adquirió propiamente justo la forma y nombre de un carnaval. Organizados en cinco contingentes, con disfraces o máscaras de colores distintos, los manifestantes cercaron el centro financiero de Londres, rompiendo todo formato tradicional y todo convencionalismo.

Dice una nota periodística de la época;

Miles de manifestantes convergieron […] Los organizadores distribuyeron máscaras de cuatro colores distintos, agrupando así a los asistentes en cuatro marchas diferenciadas con el objetivo de dividir y confundir a la policía. Una quinta marcha de cientos de ciclistas apareció de pronto. Las marchas convergieron en el London International Financial Futures Exchange (LIFFE), donde colgaron pancartas […], adornaron las paredes con graffiti, desactivaron las cámaras de vigilancia, y colocaron sistemas de sonido para DJs y bandas de punk en varios puntos del encuentro. Danzas masivas, llenas de brillo y exuberancia, acompañaron la tarde, pero luego siguieron las luchas callejeras, en las que los manifestantes destrozaron parte del edificio de LIFFE, hicieron trizas y llenaron de basura los pisos de la institución, y llevaron a cabo otras acciones directas de afectación del inmueble de la corporación financiera.

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La policía respondió a la “exótica” manifestaciones carnavalescas con gases lacrimógenos y con otro tipo de armas, pero el “juego” de fuerzas que se había conformado y la lúdica y extraordinaria variedad de formas de respuesta a la violencia generada por el mentado carnaval dejó su huella exitosa en Londres y en muchas otras partes del mundo.

Un “Carnaval contra el capital” de mismo cuño se llevó a cabo diez años después en el mismo espacio londinense, y entre los participantes se encontraba Sergio Oceransky, un amigo mío y de muchos otros amigos de México y Europa. El recuerdo, venido de su voz, muestra aún ahora, más de veinte años después, ese vigor que brota del fujo vital de la memoria, identificando con pelos y señales algunas de las “tácticas” multiplicadas de las luchas o movilizaciones de una naturaleza “diferente”: frente a las fuerzas represivas, masas organizadas a ritmo y bajo los colores polisémicos del carnaval.

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