Camila Fabbri vuelve a la tragedia en la sala Cromañón de Buenos Aires

La narradora argentina publica ‘El día que apagaron la luz’, una novela sobre los hechos ocurrido en diciembre de 2004.

septiembre 27, 2021 1:57 am Published by

Por Héctor González

La noche del 30 de diciembre de 2004 marcó la historia del rock argentino. Una explosión en la sala República de Cromañón ocasionó la muerte de 194 jóvenes que habían acudido a ver al grupo Callejeros.

Una noche antes, la escritora y actriz Camila Fabbri (1989) acudió al mismo foro. “Durante años pensé que pude haber estado ahí”, recuerda la autora de El día en que apagaron la luz (Almadía), una novela coral que reúne los testimonios de quienes estuvieron cerca de los sucesos.

A partir de la necesidad por comprender el impacto de lo ocurrido aquella noche, Fabbri construye el relato de un momento donde la crisis y el miedo flotaban en la atmósfera juvenil de los jóvenes bonaerenses.

Una noche antes de la tragedia en Cromañón estuviste ahí viendo a Callejeros. ¿Sueles pensar en que pudiste estar el día del incidente?

Sí, esa idea me persiguió durante algunos años, pero con trabajo entendí que ese pensamiento no me llevaba a ningún lado. Me enfoqué más en estar cerca de quienes sí estuvieron y escuchar sus relatos. Me parece que a quienes formábamos parte de ese tipo de rituales nos pasó eso por la mente.

¿Cuándo escuchas al grupo qué te viene a la cabeza?

Han pasado muchos años de modo que su música ya casi no me representa. Sin embargo, reconozco lo selectiva que es la memoria porque sí escucho alguna canción de Callejeros la ubico de inmediato.

¿El desligue tiene relación con lo sucedido en 2004?

Tiene más relación con algo personal. Supongo que en algún lugar quedó una herida, pero tampoco es tan importante. Con el paso del tiempo me he sentido más afín a Charly García o Fito Páez. El libro se llama “El día que apagaron la luz”, en honor a una canción de Sui Generis. La tradición del rock argentino está muy presente en esta obra.

Para varios escritores de la última parte del siglo XX el rock se volvió tan importante como la literatura, ¿es tu caso?

Totalmente. En mi educación sentimental está presente. Mis hermanas mayores escuchaban rock. Durante mi adolescencia volví a lo que me enseñaron. Para escribir esta obra me sirvió escuchar Callejeros, Los piojos o a Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.

Al margen de la música percibí en el relato algo del espíritu de Gus Van Sant y David Foster Wallace.

No los tomé como referencias de manera explícita, pero me gusta que los traigas a colación porque ambos tienen un gusto particular por la música y la televisión. Puede que en el libro existen ecos de eso porque intento perfilar la Buenos Aires de inicios de 2000. Argentina estaba en una de las crisis más importantes de su historia. Hubo saqueos y pasaron cinco presidentes en un lapso corto de tiempo. No había quien quisiera liderar el país. Me parece que los jóvenes encontraban un refugio en la música y algunos grupos representaban un tipo de autoridad que nos hacía sentir a salvo.

Ante esa especie de refugio, la tragedia del Cromañón fue un golpe duro, ¿no?

Totalmente. Nos sentimos expulsados a partir de la tragedia. Buenos Aires era una ciudad sin control y algo como eso podía estallar en cualquier momento. No había pautas ni registros de lo que pasaba en lugares pequeños y cerrados donde se usaba pirotecnia al interior. Hoy nos parece una locura, pero se hizo durante años.

Sin embargo, en el libro te cuidas de tomar una posición política o de denunciar sobre lo ocurrido la noche de 30 de diciembre. ¿Por qué?

La novela intenta contar a las personas que estuvieron cerca de la situación. No aporto a la causa o datos nuevos. No hay nada periodístico, solo quise contar las voces de amigos y conocidos que estuvieron ahí o cerca. Quería contar la periferia, lo sucedido antes o afuera. Lo ocurrido en Cromañón es el punto de partida.

¿Qué representó para tu generación el suceso?

Al menos para mí y mi entorno, nos quedó una sensación de la relación entre el disfrute y el peligro. Algunos quedamos adheridos a esa estructura monstruosa y nos cuesta entender que todo puede estar bien y que nada va a fallar.

La primera edición del libro, al menos en Argentina, apareció en 2019. Ahora en 2021 cuando llega a México, ¿cuál es tu relación con la obra?

Cuando salió se leyó mucho y refrescó la época. De inmediato llegó la pandemia y paró todo. Ahora volvió a circular. Me preocupaba que fuera algo muy local, pero ya entendí que es algo más universal. Al final hablo de crecer ante la sensación de catástrofe.

 

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