‘Me gusta la literatura que propone una memoria alternativa y que desvela un México poco conocido’: Vicente Alfonso

El escritor de Torreón publica ‘La noche de las reinas’, una novela que aborda el atentado ocurrido en el marco de la final de Miss Universo, celebrada en Mazatlán en 1978.

julio 27, 2025 6:51 am Published by

Por Héctor González

El 24 de julio de 1978 mientras en el marco de la final del certamen Miss Universo, celebrada en Mazatlán, la joven Irene Aguilar disparó contra el gobernador del estado Román Higareda. A partir de este hecho, Vicente Alfonso (Torreón, 1978) emprendió una investigación que, acudiendo al recurso de la ficción, hoy toma forma bajo la novela La noche de las reinas (Alfaguara).

Ganador de premios como el Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz, Bellas Artes de Crónica Literaria Carlos Montemayor y Nacional de Novela Élmer Mendoza, el narrador construye una obra novela negra que tiende un puente entre el pasado reciente y el presente.

¿Cómo llegaste a la historia que cuenta La noche de las reinas?

De muy distintas maneras, es una novela que reúne a cuatro personajes de otra forma no se hubieran tocado. En los setenta hubo certámenes de belleza internacionales en nuestro país y me sorprendió que sobre el ocurrido en Mazatlán había dos versiones sobre un mismo hecho. La oficial señalaba que su realización era nuestra graduación al primer mundo, pues era un evento multicultural; pero también, había en lugares menos accesibles, testimonios, crónicas y notas que nos hablaban de un México turbulento y con manifestaciones en contra de estos certámenes porque se consideraba que imponían versiones colonialistas, racistas y machistas del mundo. Primero encontré el testimonio de una muchacha y empecé a tirar del hilo. Me llamó la atención también, el proceder de los gobernadores y ahí fue cuestión de preguntar a algunas personas. Una de mis novelas favoritas es El otoño del patriarca y muchas veces Gabriel García Márquez contó que su procedimiento para escribirla fue estudiar las biografías y los periodos de los diferentes dictadores latinoamericanos, para amalgamarlos en uno solo. Intenté hacer algo parecido con los gobernadores de los setenta, pero dejé algunas cosas fuera porque iban a parecer inverosímiles.

Por ejemplo…

Un gobernador hacía fiestas de gala y cuando la fiesta estaba en su apogeo uno de sus asistentes sacaba una charola llena de centenarios para aventarlos a la alberca y decía a los asistentes que quien los sacara se los podía llevar. Este personaje disfrutaba mucho manipulando a sus invitados. Otro que es muy fácil rastrear porque es de nuestro pasado reciente, es el un gobernador que intentó con tal de paliar la enorme deuda en su estado, poner impuestos para entrar a los parques. Hay unos más que tienen zoológicos privados con especies incluso en peligro de extinción. Ese es el perfil de nuestros políticos.

Eso es respecto al ejercicio del poder, pero ¿cómo construiste los entretelones del concurso?

Hay crónicas, memorias y entrevistas. Hice mucho trabajo de hemeroteca, en los periódicos regionales se registra la visita de las muchachas por eso la figura de Jacinto Garay, alguien que se dedica a perseguir a las chicas. Con el paso del tiempo las participantes, sobre todo las finalistas, fueron contando cómo había sido su experiencia y la verdad es que no fue grata. En su momento reclamaron porque fueron sometidas a rutinas no solo desgastantes sino también denigrantes y al servicio del poder. Hay crónicas, además, de las manifestaciones del momento.

En los últimos años has trabajado el periodismo enlazado con la literatura.

Esa es mi escuela, ahorita justamente estoy releyendo una crónica de Vicente Leñero llamada “La noche de las bellezas frías”, es sobre un certamen de 1976. No puedo negar la cruz de mi parroquia, estudié periodismo y lo ejercí durante muchos años. Gracias a mis investigaciones descubrí que antes de 1978, Sudáfrica celebraba dos finales para seleccionar la representante de ese país. Había una final exclusiva para muchachas de color y otra para señoritas blancas. La ganadora entre las blancas portaba la banda Miss Sudáfrica y la otra decía Miss África del Sur, es decir, un país que no existía. Como novelista no se me había ocurrido algo tan descarado y sin embargo, ocurrió.

¿Cómo entiendes la línea que divide lo que es verosímil de lo que es verdadero?

Hay ciertos hechos que convierten a la novela en una caricatura de lo que podríamos ser.  Por ejemplo, las chicas que son robadas en los pueblos y que bajo el eufemismo de se la robó el novio, esconden una realidad atroz. Solo en un ambiente casi carnavalesco como el de la novela hay cosas que se podrían contar. Pero hay otras, como las que recién te comenté, que parecerían una redundancia sobre lo qué es capaz nuestra clase política.

Todo también alrededor de un crimen…

Soy alguien que abreva mucho de la novela policíaca. Me gusta la novela negra norteamericana y europea, pero también la mexicana, las que escriben Élmer Mendoza o Paco Ignacio Taibo, El miedo a los animales, de Enrique Serna. Además, vengo de una familia de abogados. Mi madre fue juez y mi padre abogado con experiencia en criminalística. Crecí entre expedientes, escuchando debates sobre ética y la forma de proceder la justicia. Estoy seguro de que eso permeó mi manera de ver el mundo.

La novela se liga mucho con lo que sucede ahora, de hecho, tu historia transcurre en Mazatlán, ciudad que hoy está en un estado muy complicado.

Acabé la novela hace cuatro años y en ese momento no teníamos el escenario nacional e internacional que hoy vemos. Eso me asombra mucho. Me sorprende la vuelta de nacionalismos exacerbados y racismos abiertamente promovidos. El personaje de Mustio Collado, de Memoria de mis putas tristes de García Márquez dice: El mundo avanza, pero dando vueltas alrededor del sol, es decir volvemos a pasar por puntos que irremediablemente hemos visitado.

Hace un momento hablaste de autores de policíaca, pero creo que también hay ecos de la novela de los setenta, escrita por gente como Leñero o Luis Spota.

Esa es mi escuela. Nací en 1977, vengo de una familia de lectores. En mi casa siempre hubo libros. Conocí las figuras de Vicente Leñero y Federico Campbell por mis padres, también a Elena Poniatowska, quien hizo muchas crónicas que me descubrieron buena parte de mi entorno inmediato. Leyendo una de sus crónicas de Fuerte es el silencio me enteré del caso de un estudiante desaparecido en Torreón, al principio pensaba que era una errata. Me gusta la literatura que propone una memoria alternativa y que desvela un México poco conocido, en la época preinternet era oro molido porque entonces todos los caminos conducían a las versiones oficiales. Por supuesto todos esos libros siguen siendo esenciales y que además continuaron tradiciones que empezaron obras como La sombra del caudillo o Tomochic, las cuales nos mostraban ya a un México violento.

En relación con el pasado que cuentas en La noche de las reinas, ¿qué tanto hemos cambiado como país?

Enfrentamos problemas parecidos, pero ninguno calcado. Seguimos siendo un país o planeta con grandes problemas, como el racismo. Ahora, contrario, a lo que sucedía en los setenta es fácil publicar, pero ahora el reto son las fake news, la super abundancia de información, la autocensura. No quiero ser pesimista, pero hemos visto cómo han crecido los poderes fácticos. Hoy el crimen organizado está metido hasta el tuétano en nuestras sociedades. El sociólogo Luc Boltansky nos dice que generalmente los discursos oficiales resultan más ficticios, por tanto, en países como el nuestro habitamos más tiempo la ficción que la realidad, eso por un lado es sorprendente y por otro lamentable.

 

 

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