Las confesiones y las creencias de López Obrador | Rogelio Muñiz Toledo

Más grave aún, que cree que él está por encima del Estado y que la división de poderes, el principio de legalidad, el debido proceso, los derechos humanos y el Estado de derecho están subordinados a él, escribe Rogelio Muñiz Toledo.

febrero 26, 2024 3:15 pm Published by

“El conocimiento, a diferencia de la creencia, es una guía de
la práctica, firmemente asegurada en razones. Conocer es,
pues, poder orientar en forma acertada y segura la acción”.

Luis Villoro *

Una vez más el presidente de la república nos ha asombrado -por decir lo menos- con algunas confesiones. Sus dichos nos pueden sorprender, pero no extrañar. Andrés Manuel López Obrador nos ha acostumbrado a sus desplantes de sinceridad en los que comparte sus creencias y acciones, incluso si son inconfesables o si están en los límites de la legalidad o claramente en la ilegalidad, sin detenerse a sopesar los alcances de sus palabras ni las consecuencias de sus dichos.

Las más recientes confesiones de López Obrador van de lo anecdótico a lo ilegal, pasando por lo místico, lo contradictorio y hasta lo grotesco. Comencemos con dos anécdotas que revelan el declarado misticismo del presidente. En su más reciente libro titulado “¡GRACIAS!” (Planeta, México, 2024), que dice que será el último sobre política, López Obrador asegura que durante su primer “Éxodo por la democracia” lo “ayudó la suerte”.

Cuenta al inicio del libro que cuando las condiciones políticas eran poco convenientes para su arribo a la Ciudad de México, lo que aunado al cansancio provocaba una condición temporal de “poca fortaleza moral” en quienes marchaban, inesperadamente llegó el acontecimiento que esperaba para tener una “circunstancia favorable” para el éxito de su protesta: le llevaron el periódico La Jornada y, de su lectura, por “suerte” se enteró de que estaban a punto de firmarse en la Ciudad de México los acuerdos de paz de El Salvador; lo cual significaba que a su llegada a la capital contaría con reflectores a nivel internacional para su protesta, lo que le ayudaría para alcanzar los objetivos de la marcha.

Otro dato que revela el misticismo de López Obrador lo podemos encontrar en la entrevista que el presidente concedió a la periodista rusa, radicada en Madrid, España, Inna Afinogenova. Casi al inicio de la conversación -en una perspicaz combinación de humor e ingenio- la entrevistadora le pregunta sobre la silla presidencial “que dicen que está embrujada” y que se encontraría en el despacho del presidente, en Palacio Nacional, donde se realizó la entrevista.

La respuesta del presidente -también con una cierta dosis de humor y viveza de ingenio de su parte- fue que la silla que Zapata sostuvo que estaba “embrujada” fue enviada al museo que está en Palacio Nacional y que la que él utiliza en el despacho presidencial la mandó “limpiar” con unos “amigos científicos que saben de limpias”, esos a los que “se les llama coloquialmente brujos”. Más allá de lo anecdótico, lo destacable es la confesión del presidente de que él es “místico” y que cree “que no todo tiene que ver con lo racional”. Una extravagancia, que raya en lo grotesco, pero que le permitió a López Obrador confesar su “misticismo”.

A estas creencias habría que agregar otra de la que ya me he ocupado anteriormente en este espacio (El presidente no tiene quien le asesore | Artículo). A propósito de la falta de eficacia y de regularidad administrativa en su gobierno, el presidente López Obrador ha dicho lo siguiente: “no crean que tiene mucha ciencia gobernar”, “eso de que la política es el arte y la ciencia de gobernar no es tan apegado a la realidad”. Lo paradójico es que lo dice un politólogo de profesión, alguien que se formó académicamente en el ámbito de la ciencia política. Vaya contradicción.

Hasta aquí estamos en el terreno de las ocurrencias o, en el mejor de los casos, en el ámbito de las creencias de Andrés Manuel López Obrador que, más allá de que se ubiquen fuera del terreno de la racionalidad, no parecen incidir en el ejercicio del poder por parte del presidente de la república, ni causar afectación alguna a su función como titular del poder ejecutivo federal; al menos no una grave.

Sin embargo, las otras dos confesiones de López Obrador sí tienen que ver con el ejercicio del poder por parte del presidente de la república y sí son susceptibles de causar una afectación al funcionamiento del Estado y a los derechos de las personas. Me refiero a los comentarios del presidente en las más recientes conferencias “mañaneras” del miércoles y del viernes.

El miércoles, a propósito de decisiones judiciales por las que se ha puesto en libertad a personas sujetas a proceso penal, el presidente de la república dijo: “Cuando se daban estos hechos y estaba Zaldívar (se refiere al ministro Arturo Zaldívar, en su periodo como presidente de la Suprema Corte), se hablaba con él y él podía, respetuoso de las autonomías de los jueces, pero pensando en el interés general, pensando en la justicia, en proteger a los ciudadanos ante el crimen, hablaba con el juez y le decía: ‘Cuidado con esto’”.

Y agregó López Obrador: “Entonces, él (Zaldívar) ayudaba. Llega la señora Piña (se refiere a la ministra presidenta de la Suprema Corte, Norma Piña) y dice: ‘Los jueces son autónomos’, o sea, licencia para robar, o sea, hagan lo que quieran, porque así tiene fuerza al interior del Poder Judicial; o sea, es una relación de componendas y de complicidades, como si se tratara de una mafia”.

Es inevitable que esa declaración del presidente de la república -y las supuestas acciones descritas en ella- se interpreten como una injerencia del poder ejecutivo en las decisiones del poder judicial, una “intervención directa en procesos judiciales” y “una clara violación a los principios de independencia y autonomía del Poder Judicial de la Federación”, como lo ha manifestado, entre otros, la Barra Mexicana, Colegio de Abogados, A.C., en un comunicado.

Obviamente, el ministro en retiro Arturo Zaldívar sostuvo -en el programa “Ciro Gómez Leyva por la mañana” en Radio Fórmula- que él nunca habló “con ningún juez, jueza, magistrada o magistrado para insinuarle, proponerle, sugerirle, mucho menos para instruirle, un determinado caso”; que durante su presidencia lo que hubo fue diálogo y colaboración entre los poderes ejecutivo y judicial y que él defendió al poder judicial y las decisiones de las juezas y jueces.

En mi opinión, es evidente que el presidente López Obrador no se refería al diálogo o colaboración entre los poderes ejecutivo y judicial, ni a los “alegatos de oídas” que las partes pueden hacer ante las y los juzgadores, ni a las quejas por la actuación de alguna o algún juzgador ante el Consejo de la Judicatura Federal -a los que el ministro en retiro, Arturo Zaldívar, también se refirió en la citada entrevista- sino a pedirle al presidente de la Suprema Corte que instruyera a una o un juzgador para que fallara en determinado sentido. Lo cual, de haber sucedido, estaría fuera de las reglas constitucionales y legales del debido proceso y representaría una injerencia indebida del Poder Ejecutivo Federal en las decisiones del Poder Judicial de la Federación.

En opinión del presidente de la Barra Mexicana, Colegio de Abogados, A.C., Víctor Oléa Peláez -expresada a título personal en entrevista con la periodista Carmen Aristegui, en Aristegui Noticias-, de haber sucedido una injerencia como la que se desprendería de las declaraciones del presidente de la república, podría incluso haber consecuencias “jurídico penales”.

El viernes, a propósito de la ilegal publicación -en la “mañanera” de un día antes- del número telefónico de la periodista y jefa de la oficina en México, América Central y el Caribe del diario estadounidense The New York Times, Natalie Kitroeff, la también periodista Jésica Zermeño, corresponsal en México de la cadena Univisión, preguntó al presidente de la república porqué se había hecho público ese dato personal de la reportera Kitroeff, a pesar de que la ley lo prohíbe.

López Obrador le respondió: “por encima de esa ley (la Ley General de Protección de Datos Personales en Posesión de Sujetos Obligados a la que se refería la periodista Zermeño) está la autoridad moral, la autoridad política. Y yo represento a un país y represento a un pueblo que merece respeto”. De esta declaración se desprende que el presidente de la república considera que él -con su autoridad moral y política- está por encima de la ley.

Estas confesiones del presidente en sus conferencias “mañaneras” distan mucho de ser anecdóticas; por el contrario, son sumamente graves por lo que dicen de la concepción que tiene el presidente López Obrador del Estado de derecho y de los derechos humanos.

Las confesiones de López Obrador reflejan que para él no es importante actuar con arreglo al conocimiento, conforme la razón y con base en lo que disponen la Constitución y las leyes. Muestran que para él es irrelevante conocer lo que disponen las normas jurídicas y saber lo que en su carácter de titular del poder ejecutivo federal puede o no hacer, conforme al principio de legalidad.

Confirman, además, que para él lo importante para la toma de decisiones como jefe de Estado y de gobierno es lo que él supone que es verdadero y correcto. Y que en el ejercicio del poder debe hacer valer una supuesta “superioridad moral” y su “autoridad política”, conforme a sus creencias. Y más grave aún, que cree que él está por encima del Estado y que la división de poderes, el principio de legalidad, el debido proceso, los derechos humanos y el Estado de derecho están subordinados a él.

Para Andrés Manuel López Obrador la suerte juega un papel importante en política -como lo señala en su libro- y su misticismo es relevante para la toma de decisiones en su vida -como se desprende de la entrevista-, lo cual puede ser irrelevante para el ejercicio de su función como jefe de Estado y de gobierno. Pero para el presidente de la república el conocimiento y la observancia de la Constitución y las leyes no pueden ser irrelevantes y sus creencias y su autoridad moral y política no pueden estar por encima de la ley.

* El doctor Luis Villoro Toranzo fue un filósofo, investigador y profesor universitario. Fue miembro de El Colegio Nacional.

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