República del pandemonio | Artículo

Múltiples articulistas y opinantes del país –sobre todo de la Ciudad de México- pasaron de una relativa racionalidad y prosas de equilibrio, a tonos cantinescos y de antología ofensiva en estos tiempos de pandemia

octubre 24, 2020 9:46 am Published by

Miguel Eraña Sánchez*

Rabioso, autócrata, abusivo, imbécil, retorcido, atrabiliario, encubridor, ebrio-loco de periférico, autoritario, dictatorial, obseso, vulgar, ignorante, manipulador, engañabobos, etc.

Esto no es el catártico pasa palabras de un paciente en sesión semanal de diván, sino la ristra de (des)calificaciones en uso diario por columnistas/opinantes de los mass media -o de redes sociales- dirigidos contra Andrés Manuel López Obrador, quien aun con aguantes estoicos ni tardo ni perezoso igual saca su lámpara de cazador de agravios (en modo Diógenes representativo) y, desde su atril presidencial, echa el foco en abstracto o con apellido a quiénes para él lo atosigan. Como esto es cosa de todos los días, el viejo y aburrido pueblo quieto ha pasado a ser una vibrante República del pandemonio que para la RAE éste es el “lugar en que hay mucho ruido y confusión”.

Obviando que ésa es una perfecta definición de Democracia -lo que nunca admitiría una institución tan apolillada y conservadora como la RAE-, lo mejor sería que unos y otros y todos estuvieran acostumbrándose a que, como en una moderna y mesoamericana Babel, la nación asista a la multiplicación de discusiones de todo tipo, incluyendo ya no el sexo sino el género de los ángeles o cada actuación de sus actores políticos (restirando al máximo límites de la expresión), con especial divertimento sobre quienes han llegado ahí por interés, gusto, necesidad o mandato popular. Sabiendo de antemano que más vale padecer por excesos que sufrir por ausencias de dichas libertades.

Cuartoscuro

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Si bien este relato republicano había ido aprendiéndose a pasitos -y en momentos erráticamente-, la situación cambió con la entrada de la pandemia mundial. Viendo tantos efectos en el país donde resalta un sinnúmero de impactos enfermizos, que inclusive alcanza a las formas y el fondo de entender los asuntos públicos; en particular, al ejercicio de esas libertades como las de expresión en cualquiera de sus modalidades, independientemente de qué agentes públicos o privados las lleven a uso.

Siendo difícil hallar en la academia razones de tal maniqueísmo, con provocación las buscaré aquí en reflexiones de disciplinas que atienden desahucios y pérdidas emocionales (la tanatología, por ejemplo). Ello para así correlacionar que comportamientos y actitudes con alta sobrepolarización vistos en multitud de actores públicos -que desgarran en tiempo real sus pérdidas afectivas de tipo personal o político- están disfrazándose con forma de preocupaciones y causas por el país o la defensa férrea de ideales (por eso es indistinto el color partidario del sufriente).

Sin duda, dicha situación salta al analizar cómo múltiples articulistas y opinantes del país –sobre todo de la Ciudad de México- pasaron de una relativa racionalidad y prosas de equilibrio, a tonos cantinescos y de antología ofensiva en estos tiempos de pandemia (despachándose en insultos como los enlistados al inicio). Por ello habría de pensarse si esos excesos de expresión mostrados en periodistas, influencers, extorsionadores mediáticos o espontáneos francos de cada bando, se han ido atizando de más, tanto por confinamientos prolongados como por incomodidades al respirar por el uso repetido de cubrebocas. ¿De qué otra forma se explicaría, entonces, odios recargados contra un Ejecutivo federal sin esa protección en público si no es asfixiándose con la propia mascarilla en casa?

Cuartoscuro

Sin discutir lo legítimo que sea cuestionar acciones de este y cualquier gobierno, opino que lo proyectado con esa iracundia presente es una dificultad cierta de encarar duelos de los propios opinantes. Sean estos reales por disminución física personal o pérdidas de personas cercanas (lo que nos llevaría a empatías debidas), pero también otros relacionados con negaciones o pérdidas de tipo profesional o políticas en las que ni por asomo se reconocen por dilapidación de soberbias.

Es el caso de muchos “intelectuales”, periodistas o políticos de influencias ya muy exangües, mas en completa negación de sus realidades actuales propias. De ahí que comentócratas en otro tiempo sobrevalorados, padezcan ansiedades al ver a un tiktokero cualquiera superar en vistas del día a todo su récord de actividades profesionales. Algo que para impreparados encierra pérdidas descomunales.

La pena es lo poco que puede hacerse en situaciones tan complejas, salvo intentar hacer del pandemonio nacional un lugar habitable con demócratas de convicción diaria y no a tiempos intermitentes ni interesados.

Y así cada quien, introspectivamente, ayudará a disminuir este sobrecalentamiento inesperado de la polis si es capaz de atenazar miedos y solventar sus duelos sin desnudarlos ante la opinión pública. Lo que sería un débito común para gobernantes y gobernados sin excepciones.

*Académico-Investigador de la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México. Twitter: @m_eranya

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