‘A partir de 1994 perdimos cierta inocencia social’: Brenda Legorreta

En su nueva novela lleva uno de los años más convulsos de la historia reciente del país al terreno de la literatura juvenil.

agosto 24, 2021 4:13 am Published by

Por Héctor González

El alzamiento del EZLN, el asesinato de Luis Donaldo Colosio, el suicidio de Kurt Cobain y la elección Ernesto Zedillo. Demasiados sucesos importantes y demasiada información para una adolescente como Amelia, joven que en 1994 estudia en una escuela conservadora de la capital del país y protagonista de 1994. Perder y fingir (Harper Collins), la nueva novela de Brenda Legorreta (1978).

“Quería escribir una novela sobre adolescentes y todo me llevó a 1994”, explica la autora. Legorreta tenía entonces 24 años de modo que los sucesos que circulan por las páginas le resultan familiares. Bajo la influencia de Batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco, puso énfasis en el contexto. “Crear un personaje de dieciséis años me funcionó muy bien.  Durante la adolescencia uno siente el impulso por conocer la verdad por inalcanzable que sea. Además, durante aquel año se cayeron muchas cosas que asumíamos como ciertas”.

A través de los ojos de Amelia leemos el fracaso de una modernidad que no llegó, pero también la resonancia de la cultura pop de la época. “Los noventa tienen un vínculo con quienes fuimos jóvenes durante esa época. El movimiento grunge fue determinante y Kurt Cobain un ídolo que nos marcó como generación. Dicen que durante la adolescencia hay una bifurcación y empiezas a crear la identidad que te encaminará al adulto que quieres ser”.

Recuerda que durante aquel periodo había un cuestionamiento existencial constante y bandas como Nirvana o Soundgarden le cantaban a eso, “hablaban del suicidio y la depresión”. Añade que en lo personal buscaba la autenticidad y quería involucrar todo ese ambiente en la historia, “me parecía importante mostrar a un personaje dispuesto a aventarse al vacío, pero sin dejar de ser irónico”.

 

Proceso de transformación

Autora de los títulos infantiles Ivo y la piedrita, Ivo y la zanahoria, e Ivo y los lobos, Brenda Legorreta tenía claro que al escribir su primera novela para adolescentes quería un relato de transformación o de rito de paso. “Amelia atraviesa su descubrimiento sexual, amoroso y vocacional. Al descubrir las mentiras que la rodean va de desencanto en desencanto”.

Al referirse a su protagonista reconoce que incluso puede tener un alcance nacional. “Fue una vuelta de sin igual en el país. Si lo vemos en perspectiva, había cierta inocencia como social. ¿Cómo nos podíamos creer el cuento de Salinas de Gortari? Creo que a partir de 1994 perdimos cierta inocencia social”.

Hoy, con poco más de cuarenta años y una perspectiva más amplia, la escritora asume que algo cambió después de 1994. “Ya me hubiera gustado a los quince años haber ido a una marcha como las que ahora se hacen cada 8 de marzo. Sin embargo, algo se encendió entonces”.

Por medio de la búsqueda de Amelia, la autora habla además del arte y la forma en que determinan nuestra relación con la realidad. “Me parecía importante que comprendiera que la forma más preponderante de conocer el mundo es el lenguaje. Nos relacionamos con el mundo a través del lenguaje y gracias a él nos acercamos a las historias y a la ficción. Cuando Amelia lo entiende comienzan a caerle varios veintes. Quería dejar en claro eso”.

 

 

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