“Urge volver a la poesía y a la posibilidad de pensar que otro mundo es posible”: Nicté Toxqui
En su nuevo poemario ‘Sol negro’, la escritora veracruzana explora temas como la violencia, el cuerpo y el gozo.

Por Héctor González
Una de las cosas que Nicté Toxqui (Orizaba, 1994) ha aprendido de la poesía, es que a través del lenguaje se puede sanar y reparar los daños. Esta enseñanza es la columna de Sol negro (UNAM), un poemario que nace de la necesidad de atravesar los procesos de violencia para construir por medio de la escritura, una nueva narrativa y un espacio de resistencia que a la larga permita recuperar el gozo.
“La poesía es un espacio pedagógico que permite atravesar el mundo”, plantea en entrevista la también ganadora de los premios Dolores Castro de Poesía y Carlos Fuentes de Ensayo.
¿Qué detona tu poemario Sol Negro?
Comencé a escribirlo un poco antes de pandemia y nace en tres contextos distintos. Me mudé a la Ciudad de México para atender mi beca de la Fundación de las Letras Mexicanas, la cual cambió mi vida porque me permitió entrar en contacto con el mundo literario y con espacios culturales como el Centro de la Imagen, donde me encontré con una exposición maravillosa con el mismo nombre del libro y que habla de historias femeninas. Me interesa mucho comprender el significado de lo qué es ser mujer en este país y Latinoamérica. Durante aquel tiempo explotó el #MeToo de escritores y empecé a hilar la experiencia de ser mujer con la violencia y el abuso, pero atravesada por una historia propia y del cuerpo.
¿De ahí viene tu interés por hacer un ejercicio de memoria en el poemario?
Sí y eso tiene con ser de Veracruz. Al estar en Ciudad de México adquirí perspectiva sobre la historia del cuerpo, no solamente el mío, sino de todas las mujeres de mi familia.
Algo que me llama la atención del poemario es que, si bien está la violencia como tema, también hay mucho gozo.
Me pone feliz que lo digas porque ese era uno de mis objetivos, quería que se viera ese claroscuro. Al hablar de sanar y reparar daños viene el gozo. Creo que la poesía, y esto forma parte de una tesis en la que estoy trabajando, es un espacio pedagógico que permite atravesar el mundo. La poesía te permite volver a mirar, volver a sentir.
¿Esa pedagogía de la que hablas es para el autor, para el lector?, ¿y qué tan consciente se es de esto cuando se escribe?
Principalmente lo fue para mí. La poesía me permite atravesar la violencia y entender lo que está pasando con todos los cuerpos en México. Además de escritora, soy maestra de preparatoria, entonces cuando mis alumnas se acercan a contarme sus historias amorosas, noto que muchas están llenas de violencia, por eso me cuestiono sobre cómo ayudarlas para que esa violencia no las alcance. De modo que he vivido ese espacio pedagógico en distintas aristas, no solamente como un proceso creativo, sino también como una experiencia colectiva. Sol Negro me ayudó a entender que desde el lenguaje también es posible reparar algo.
¿Cómo es este ejercicio de reparación?, ¿se hace a partir de crear nuevas narrativas desde la poesía?
Sí la narrativa te permite apropiarte de tu propia voz. Me parece que hay un sistema que te prohíbe salir del corset de lo que está estipulado por la academia, por eso el lenguaje pierde la luminosidad o el gozo del hablamos. En lo personal creo que la escuela podría ser ese espacio donde las palabras cobran otra vez su peso. Nos hace falta entender que la escritura es una materia prima para cambiar un poco de nuestro entorno o para recuperar nuestros vínculos, no solamente entre nosotras, sino también con lo no humano, con los animales o árboles.
Creo que en tu generación este tipo de preocupaciones hacia la naturaleza están más presentes que en las anteriores.
Sí, también lo creo. Además de crecer en Orizaba pasé parte de mi infancia en Chiapas y Tabasco, de modo que ese imaginario siempre ha estado. Hace un año, en Veracruz tuvimos unos incendios forestales brutales. Por otro lado, sí creo que en las nuevas generaciones la sensibilidad es totalmente distinta, mis alumnas tienen un pensamiento crítico todavía más afilado, pero es importante cuidar que ese pensamiento no solo se vaya a las redes sociales, sino que tenga un poco de activismo fuera y dentro del aula.
Otro rasgo de tu poesía es la experimentación y la búsqueda estética, pero sin sacrificar la conexión con los lectores.
Creo que esa búsqueda tiene que ver con mi periodo en la Ciudad de México. Regresé a Veracruz con la pandemia y entonces retomé la escritura o mejor dicho la reescritura de Sol Negro. Fue muy interesante porque entré en un estado un poco de exilio y en un grado de contemplación. Frente a tanta pérdida sentía que el mundo se me salía de las manos y ante eso lo que te queda es escuchar atentamente. Gracias a esto sentí que la poesía no solamente era mi terreno, sino que es un espacio para hacer otro tipo de artes, así comencé a colorear, a hacer garabatos y a hacer fotografía. Todo eso nutrió mi poesía. No tener prisa fue fundamental para que esos poemas pudieran tener su propio gozo y universo.
En contextos tan complicados en términos de violencia contra la mujer, como sucede en México, ¿cuál es la importancia de recuperar el gozo o el deseo?
La tristeza, el miedo y la violencia te paralizan, y ante eso es muy difícil mantener una actitud de gozo y esperanza. Pero creo que apostar por recuperarlos es una postura política y comunitaria. Si proteges el gozo, tal vez ese gozo pueda desplazarse a otros cuerpos y contagiarlos. Nos hace falta hablar en términos de juego y reaprender a divertirnos, creo que desmontar esos aparatos de tristeza nos permite volver a la voluntad. Por eso quería un final feliz para Sol Negro, no sé si lo conseguí, pero al menos lo intenté. Mientras todo mundo dice que la poesía o el arte no sirven para nada, yo creo lo contrario. Tenemos una urgencia de volver a la poesía y a las posibilidades de pensar que otro mundo es posible.

Contenido relacionado
