Conceptos para nuevos Mundos Rurales | Artículo
El libro “Perspectivas del desarrollo territorial e inclusivo en el sur-sureste: desafíos y propuestas transdisciplinarias” afianza y enriquece nuevas formas de entender la temática rural. Aporta la posibilidad de la creación de “nuevos mudos rurales”.

Por Julio Moguel
I
La construcción o uso de nuevos conceptos en los terrenos de la enseñanza y de la investigación, de ciertos ámbitos sociales y populares, así como de ciertas áreas de política pública, empezó a oxigenar desde hace una tres décadas –algunos conceptos más recientemente– algunas prácticas educativas, sociales y políticas, muy determinada, la referida construcción, a los cambios tan relevantes que han venido operando en el mundo en y desde los nuevos ritmos y formas de la globalización, tema que implica, por supuesto, la ya larga travesía del planeta por los sinuosos caminos de la pandemia.
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Son ya innumerables los ensayos, investigaciones y los paradigmas que guían procesos organizativos populares –y de políticas públicas– de muy diversa índole bajo estos marcos de conceptualización. Pero aquí quiero referirme en particular a un libro que está en proceso de edición, cuyo título es “Perspectivas del desarrollo territorial e inclusivo en el sur-sureste: desafíos y propuestas transdisciplinarias”. Sus autores: Lilián Juárez Téllez, José María León Villalobos, Nirani Corona Romero, Carlos Toledo Manzur, Luciana Porter-Bolland, Claudia I. Camacho, Arturo García Jiménez, José Manuel Madrigal Gómez, Esperanza Arnés Prieto, Gustavo Cruz Bello Guerrero, Tomás Ortega Ortega, María Elena Méndez López, Ana Patricia Rangel, Pamela Chavarría, Mayra Guzmán Cruz, Samuel Velasco, Joaliné Pardo, Aída Carmen Ríos Colíne y Reymundo Martínez Jiménez.
II
El título mismo de la obra –“Perspectivas del desarrollo territorial e inclusivo en el sur-sureste: desafíos y propuestas transdisciplinarias”–, afianza y enriquece estas nuevas formas de entender la temática rural, al incorporar de inicio la perspectiva “territorial”, la idea de “desarrollo inclusivo”, así como el concepto de “lo transdisciplinario”. Lo que anima sin duda a que la obra se lea y estudie con atención, y permita sopesar una buena parte de los elementos de interconexión que existe entre los diferentes ensayos que lo componen.
La ruptura con la visión sectorial en los análisis del campo –que poco aportó a la valoración y análisis de las problemáticas rurales en épocas pasadas– queda implícita en el concepto o en la aproximación territorial. Partir del territorio, “por sus características sociales, económicas y espaciales” se convierte en un eje decisivo de aproximación, siempre en el entendido de que en el concepto de lo territorial se presupone la diversidad o “las diversidades” que le son sustantivas, así como la multifuncionalidad y la polivalencia en la que tal diversidad aporta, en su engranaje, a la posibilidad de la creación de –digámoslo así– “nuevos mudos rurales”.
Un segundo elemento, también éste decisivo para las aproximaciones a las realidades rurales, es que el libro deja de lado la contraposición tajante que análisis anteriores o tradicionales establecían entre “lo local” y “lo global”, al mostrar cómo la “imbricación” entre ambos elementos (que algunos estudiosos contemporáneos definen ya bajo el concepto de “lo glocal”) se convierte en algo propio –y no necesariamente negativo– de las realidades rurales de nuestro tiempo. Siempre también en el entendido de que se requiere ubicar y desarrollar –desde la acción social, la academia o desde las políticas públicas– procesos que uno de los autores de este libro define como “reestructuración de los mecanismos de vinculación de [las sociedades rurales] con la sociedad global”. Surgiendo de inmediato la pregunta: ¿Y en qué sentido o nivel debe plantearse esa “restructuración”? La respuesta común de los análisis implicados presupone explícita o implícitamente que esta perspectiva transformativa debe llevar a “empoderar a las sociedades campesinas [e indígenas] e incorporarlas plenamente a la sociedad global contemporánea”.
Un tercer elemento resulta importante en la lógica en la que se perfila la conexión hermenéutica y conceptual de este libro, a saber, la idea de llevar hacia adelante no un desarrollo cualquiera, sino un “desarrollo inclusivo”, perspectiva que se refiere no sólo a lo que implica en términos de la lucha contra las desigualdades y asimetrías económicas y sociales acumuladas y muchas veces crecientes, sino también a las desigualdades y asimetrías que persisten de manera generalizada en materia de género. Punto, este último, en el que por fortuna ya se ha ido más allá en no pocos análisis de la idea de “equidad [de género]”, en una formulación que, sin omitir esta importante aproximación, ha quedado englobada en una conceptualización más sólida y comprehensiva con el término o la visión de la “igualdad sustantiva”.
III
Un cuarta y también importante perspectiva de aproximación que atraviesa al conjunto de los ensayos de este libro remite a la incorporación de la idea transdisciplinaria. Término o concepto que ha venido ganando terreno en los medios académicos, políticos y sociales, y que marca una ruta revolucionaria en la valoración de lo que es “el conocimiento que vale” y las formas en las que dicho conocimiento se inscribe en los procesos de reproducción de la vida social, económica, política y cultural de una región o de un espacio socialmente integrado de la patria.
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La perspectiva transdisciplinaria hace un reconocimiento fundamental: los saberes indígenas y/o campesinos, técnicos y relacionales, tienen un valor esencial e íntimo en los procesos regionales de reproducción –lo que permite un desarrollo justamente inclusivo–, y presupone que la hibridación que se forma a partir de la presencia de conocimientos académicos o científicos que “llegan de fuera” obliga a pensar el fenómeno global de la interconexión y/o de la interacción entre los actores “externos” e “internos” implicados bajo la idea o el concepto de un “diálogo de saberes”.
Dicho concepto reconoce el hecho de que existen conocimientos “válidos”, no escolarizados, que los pueblos y comunidades indígenas –tanto como las sociedades campesinas– en México y en otros países han ido forjando a lo largo de los siglos en sus formas de vidas, técnicas, creencias y vínculos “relacionales” , y que, en consecuencia, entre quienes se han formado en la escuela o en la Academia y tales conglomerados humanos tiene que haber, más que una relación de “maestro-alumno”, unidireccional, un diálogo simétrico generativo, capaz de integrar con ello un conocimiento nuevo, identificable o certificable en algún momento dado para dar un sentido real a procesos creativos de interculturalidad.
Y no queda, como factor secundario o sin relevancia, que en este libro se integre una valoración especial en torno a diversas formas de asociativismo o de cooperación comunitaria, pero también en torno al papel o a las circunstancias que actualmente viven las mujeres rurales y a sus actuales protagonismos positivos.
No queda entonces, en este punto, más que felicitar a los autores del libro comentado. Enhorabuena.

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