‘Nostalgia de Monsiváis’: memoria y recuerdos
Marta Lamas y Rodrigo Parrini reúnen 36 textos que analizan el legado del cronista mexicano.

Marco A. Cervantes
El último libro de Carlos Monsiváis, Las esencias viajeras, concluye con estas líneas: “A modo de epílogo: una vez que finalice la historia, se impartirán cursos de espiritismo [se interrumpe el texto]”. En este ensayo sobre la historia intelectual de América Latina, el autor aborda con ironía la idea del “fin de la historia”. La desaparición no siempre significa el final.
Han pasado quince años desde la muerte de Monsiváis. Tres lustros que no cronicó. Estábamos tan acostumbrados a verlo en todas partes, que aún cuesta aceptar que ya no está escribiendo sobre lo que sucede. De cuando en cuando surge la pregunta: “¿Qué opinaría Monsiváis sobre… ?”.
Monsiváis: pluralidad y misterio
Marta Lamas y Rodrigo Parrini coordinaron Nostalgia de Monsiváis (Siglo XXI, 2025), un libro que reúne a 36 autores que escriben sobre el cronista. Se trata de un compendio de recuerdos, ensayos y relatos que intenta reconstruir el retrato de uno de los intelectuales más importantes de las últimas décadas en México.
Porque Monsiváis fue un personaje multifacético, con intereses que abarcaron una vasta gama de expresiones y ámbitos. Autores como Elena Poniatowska, Juan Villoro, Consuelo Sáizar o José Woldenberg dan cuenta de la diversidad de miradas que existen sobre él. En el libro, cada uno narra un pasaje específico, como parte de un intento colectivo por reconstruir el mural de un personaje complejo.
Carlos Monsiváis no fue “sólo” un periodista o un opinador crítico: fue también maestro, coleccionista compulsivo, tímido irredento. Observador agudo de las tensiones políticas de la sociedad mexicana, admirador de la farándula, conferencista y opinador de casi todos los temas; evangélico y laico; misógino y feminista; una figura pública que se quejaba de que muchos de sus admiradores (y amigos) no leían sus libros.
Rodrigo Parrini en su texto “Esperando a Monsiváis” escribe que el cronista reunía la contradicción de ser plural y, al mismo tiempo, un misterio. “Da la sensación de que supo ocultarse a sí mismo (…). Pero a nadie quiso mostrarle todo, como si esquivar hubiese su forma de existir”. A veces, incluso sus cercanos percibían que había un Monsiváis oculto a sus ojos.
Cada texto en el libro ilumina una faceta distinta. Pero todos coinciden en algo: el legado del escritor sigue vigente en la forma de mirar la cultura popular, el presente caótico y la memoria pública. A quince años de su muerte, su mirada aún interpela. La crónica —como la historia— no ha terminado. Y tal vez, con este libro, hayan comenzado discretamente los cursos de espiritismo para invocar, en estos tiempos, a Carlos Monsiváis.

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