‘La Arriera’, una película que trastoca la tradición del cine rural en México a través del amor

La directora Isabel Cristina Fregoso hace un guiño al cine de la época de oro, pero con preguntas contemporáneas relacionadas con la diversidad sexual.

junio 20, 2025 10:39 am Published by

Por Héctor González

“Emilia” (Andrea Aldana) es una joven que crece en un rancho y en un contexto donde tiene que hacer lo que dicta la tradición. Al paso del tiempo ella se rebela al que parece un destino trazado e inicia una búsqueda de autoconocimiento sexual y personal.

Inspirada en el cine de la época de oro, pero con cuestionamientos actuales, la directora Isabel Cristina Fregoso, realizó La Arriera, una película que apuesta por espacios rurales para hablar de la identidad, la marginación y el deseo, y cuyo estreno se da dentro del Festival MIX México.

El estreno de esta producción es acompañado por la exposición homónima que se puede ver en el Patio Central de la Cineteca Nacional y que hace un homenaje visual al cine mexicano contemporáneo, sus protagonistas y sus muchas formas de representación.

¿Cómo nace La Arriera?

Siempre me ha gustado trabajar historias donde los personajes son rebeldes. Gente en resistencia continua. Creo que es a partir de la adolescencia cuando las personas nos empezamos a cuestionar sobre la familia a la que pertenecemos, la escuela o lo establecido. Mi familia es de rancho, mi abuelo fue arriero en 1935 y mi familia paterna es de un pueblito que se llama Mascota, en la Sierra Occidental de Jalisco. A partir de esa experiencia quise explorar y pues cuestionar todo. Antes tuve un cortito llamado La Polveada que aborda un universo similar.

De hecho, la película hace un guiño al cine mexicano de la primera mitad del siglo XX.

Me encanta el cine mexicano de cualquier época. Creo que se hace muy buen cine aquí y hay que verlo, lo triste es que no se proyecta. A mí mamá le encantaba el cine de la época de oro y yo crecí viéndolo. Me interesaba explorar ese periodo, pero con preguntas contemporáneas, en este caso relacionadas con la identidad sexual, el autodescubrimiento y la vida en el campo, que me parece está un poco marginada. Por un lado, se habla del orgullo por la música y la tradición, y por otro, hay muchos silencios alrededor de lo cotidiano, y es justo en esos silencios donde me interesaba ubicar la historia.

Aparte el cine de aquella época es esencialmente machista y tu película da la vuelta a ese rasgo. ¿Desde el principio tuviste claro que trastocarías esto?

Siempre ha sido un tema para mí. En 1990 o antes, cuando estudiaba comunicación en Guadalajara, hice un corto llamado Lunas, fue a partir de un poema de Sabina Berman que hablaba de la relación de una chica con otra chica, lo interpretó mi tía con una amiga suya. La diversidad de género es algo que me interesa y más ahora cuando se habla de identidad fluida, creo que nos permite mayor libertad en el amor, en cómo ser, cómo vestir. Si bien todavía hay una imposición cultural y una resistencia al cambio, también creo que ya hay muchos avances y eso es muy bonito.

La película plantea una relación lésbica, pero ¿cómo conseguir que un balance donde el discurso no robe protagonismo a todos los demás elementos que componen un filme?

Es complicado, pero creo que desde el principio la película se planteó como una aproximación al pasado y a mis antecedentes familiares: la infancia de mi papá, de sus hermanas, las circunstancias de violencia que vivieron por la idiosincrasia del momento. Era una época en la que a la mujer se le decía lo que tenía que hacer, pero aún así, hubo espacio para mujeres, artistas, escritoras, soldaderas, líderes de ejércitos en la época de la Revolución. Por eso también hacemos un guiño a mujeres que tuvieron que vestirse como un hombre para sentirse a gusto y obtener respecto. Me parece, además, que la película tiene varios temas, habla de la muerte, la medicina, de los pueblos wixárikas, de la ausencia del padre y de nuestra sexualidad. Me interesaba hablar de todo esto, pero desde la poesía, desde un cine bello, estético, poético que dialoga de la naturaleza.

¿Por qué se hace poco cine rural en México y el que se hace parece centrarse en la migración y el narcotráfico?

A mí me encanta el campo, buena parte del tiempo lo paso en Mascota, un pueblito de 14 mil habitantes donde las relaciones interpersonales son distintas. Es verdad que la tradición ranchera en México está un poco escondida, en parte porque mucha población se ha ido a Estados Unidos. Cerca de donde vivo hay auténticos pueblos fantasma a los que solo se regresa para la fiesta patronal. No obstante, hay mucha identidad, la gente a quienes nos gusta el campo, nos sentimos orgullosos del sistema de vida que ahí desarrollamos. Pero entiendo lo que dices, la realidad es que en el campo la vida es muy difícil y creo que deberíamos hablar con más fuerza de esto. En México todavía hay una doble moral y en este sentido, me gusta hacer un cine que plantee una postura política ante la realidad que en este caso se manifiesta a través del amor.

Todavía hasta no hace mucho tiempo, a las películas sobre diversidad sexual les costaba encontrar distribución más allá de los festivales o de los circuitos culturales. ¿Cómo has vivido esta experiencia?

Tuvimos la fortuna de tener un apoyo con fondos federales y gracias a eso La Arriera está aquí, pero es una realidad que las películas comerciales y las comedias románticas, tienen más impacto en la taquilla porque hablan de lugares comunes, estereotipos, historias fáciles, que no se comprometen ni siquiera con la emoción. Está bien que existan estas producciones, pero me gusta entender el cine como un vehículo para las ideas y la reflexión, pero siempre a través de las emociones. En México hacer cine es una carrera de obstáculos y el momento para mí más difícil, es el que tiene que ver con la exhibición. De poco sirve que haya más producción nacional si no llega a las salas, es terrible sobre todo porque se hace con fondos públicos. Mi propósito como directora es dialogar por eso celebro que existan películas que desde la disidencia apuesten por una propuesta artística y transformadora.

 

 

 

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