‘Para la paz en Colombia se necesita desmantelar las jerarquías raciales, de género y social’: Vanessa Londoño |Video
La autora de ‘El asedio animal’ sostiene que a través de la escritura y la resistencia política dialoga con la violencia de su país.

Por Héctor González
Para Vanessa Londoño (1985) la reflexión sobre la mutilación es un puente para entender la pérdida colectiva. Su forma de dialogar y relacionarse con la violencia no solo de Colombia, sino de América Latina parte de una búsqueda territorial y de identidad por medio del lenguaje, producto de ello es El asedio animal (Almadía) por la cual obtuvo el Premio Aura Estrada y que se erige como una novela breve, cartográfica y poderosa por medio de la cual intenta dar respuesta a un conjunto de problemas que creía, su país había superado y espera puedan ser contrarrestados por la vía democrática.
Aquí la versión escrita.
¿Cómo dialoga una joven de tu generación con la violencia? Supongo que El asedio animal tiene como resorte parte de esta reflexión.
El asedio animal parte de un contexto no diría solo colombiano, sino latinoamericano. Mi diálogo con la violencia es por medio de la escritura y la resistencia política. Las fuerzas de la violencia en mi país no provienen nada más de la guerrilla y los paramilitares sino también del Estado y la fuerza pública. La jerarquía racial y de género está muy insertada en la narrativa colombiana.
Abres el libro con una reflexión sobre la mutilación física y social…
El libro es una apuesta por hablar de la pérdida y por usar el cuerpo como un sistema para comprender la pérdida ajena. Nuestra forma de relacionarnos con el mundo está mediada por el cuerpo y tal vez la pérdida propia es la única forma de relacionarnos con la de los demás. El párrafo al que aludes sirve para marcar las fronteras del texto. Ahí se traza su cartografía.
Precisamente El asedio animal no es lineal y plantea un juego de distintas voces.
Cierto, no hay un desarrollo cronológico. Algunos personajes atraviesan intensidades propias pero que contribuyen a la construcción de una geografía y un territorio. El libro puede ser considerado ambivalente o sui generis en ese sentido, pero ante eso diría que la idea de novela está mediada por la construcción de un espacio. Diría, también, que en este sentido hay una influencia de Faulkner quien usaba distintas voces para configurar la territorialidad, él mismo escribió que muchas veces las tragedias, son tragedias de segunda mano, es decir pasan de unos a otros. Otro autor norteamericano que me influyó mucho fue John Dos Passos, quien con Manhattan Transfer apostó a la construcción de una geografía más que de una cronología.
¿Entiendes esta territorialidad como una necesidad por afianzarse a algo, como un elemento de identidad?
No lo había mirado desde ese lugar, pero seguramente hay un terror al vacío y el trazo de una cartografía nos ayuda a que éste no nos trague.
En la matemática la simetría está ligada a la belleza, en América Latina con sociedades mutiladas, ¿cómo construir unas nuevas simetrías sin perder la estética?
La pérdida de la simetría propone una armonía distinta. Quizá debemos rechazar la simetría por sí misma y tomar aquella que propone una nueva construcción estética. Necesitamos entender lo nuestro en su particularidad y dejar responder a imposiciones que en el fondo son generadoras de la violencia.
Formas parte de una generación que creció con la idea de que problemas como la violencia o el perdón se habían resuelto. Sin embargo, ahora ven que no es así.
Somos hijos de una generación que sí observó un cambio global como fue la caída del Muro de Berlín. Yo misma creí que el machismo se había acabado y que con el voto femenino se habían solucionado todos nuestros problemas. En la escuela nos enviaron esos mensajes. Sin embargo, al salir de un ambiente controlado descubrimos que el machismo, el clasismo y el racismo siguen vigentes. Básicamente desde ahí opera mi generación y el libro que busca ser una respuesta a un conjunto de problemas que creíamos superados.
De hecho la violencia de género es uno de los temas más vivos de la novela.
Algo incuestionable es que todas las mujeres hemos sido víctimas de alguna forma de violencia, abuso o discriminación. Solo a través de la creación de redes y de un cuerpo extendido y que trasciende al individual hemos podido resistir.
¿Crees que la disrupción feminista llegó para quedarse?
Sí, el continente americano está empujando la discusión feminista. Cuando Trump llegó a la presidencia de Estados Unidos la manifestación más grande fue la organizada por las mujeres. Podemos extender la movilización hasta Argentina las mujeres pro aborto y pañuelos verdes. América está marcando la brújula en términos de violencia de género.
Tú al igual que Selva Almada o Fernanda Melchor plantean esta discusión, pero desde la masculinidad.
En mi caso se ha dado de manera inconsciente. Supongo que hay una necesidad de sacar la discusión del circuito femenino porque no es ahí donde está el problema. El debate tiene que incidir en la masculinidad y proponer otra forma de relación.
¿Qué salida vez al momento que vive Colombia?
La única salida posible es democrática. Quienes nos manifestamos contra el gobierno necesitamos apropiarnos de las herramientas que nos da la Constitución. Desgraciadamente no veo respuesta alguna por parte de un gobierno muy debilitado y cuyo nivel de desaprobación es de 76 por ciento. Su legitimidad descansa en la fuerza pública. El próximo año tendremos elecciones y seguramente el partido en el poder intentará mantenerse, entonces la solución deberá venir desde las bases, asambleas y cabildos para construir otro tipo de alternativa.
¿Qué se necesita para una verdadera paz y proceso de perdón en Colombia?
La paz en Colombia a traviesa por el desmantelamiento de la jerarquía racial, de género y social. Casi todas las violencia vienen del patriarcado y eso hay que desmantelarlo. Afortunadamente, veo un país distinto en este momento. Ahora no le interesa el futbol y ese es un síntoma alentador. Por primera vez entiende que los mecanismos de poder están cooptados y que es necesario salir a las calles. Nos ha costado desmarcarnos de la idea de que la disidencia por sí misma es mala y propia de los guerrilleros. La sociedad colombiana está cambiando y espero que eso se manifieste en las próximas elecciones.

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