“No creo en la política, ni en los políticos”: Pedro Juan Gutiérrez

El autor cubano publica ‘Fabián y el caos’, novela escrita a espaldas de la revolución.

noviembre 19, 2015 2:38 pm Published by

El rostro de Pedro Juan Gutiérrez (Matanzas, Cuba, 1950), no esconde el paso del tiempo. Su prosa firme y sin concesiones va a tono con su voz. Tras casi diez años sin publicar una nueva novela, aparece  Fabián y el caos (Anagrama), historia donde regresa a ‘Pedro Juan’, una suerte de alter ego, para mostrar el lado oscuro de su país pero sobretodo de la condición humana; esto a través de su amistad con ‘Fabián’, un joven homosexual que padeció en carne propia la homofobia de las autoridades. A continuación habla en entrevista, un autor que al margen de la ideología y la militancia política ha construido una narrativa que lo ubica entre los escritores más destacados de la isla.

Desde 2006, con El nido de la serpiente, no publicaba una novela. ¿Por qué pasó tanto tiempo?

Para mí escribir una novela es dificilísimo. Me tomó 21 años decidirme a escribir Fabián y el caos. Tenía ciertos remordimientos porque ‘Fabián’ realmente existió, fue mi amigo y me molestaba utilizarlo. Al paso de los años descubrí que era una historia que tenía que contar debido a que en aquella época pasaron cosas muy fuertes en Cuba y esa memoria no se podía perder.  La literatura deja una memoria que no aparece en otros lugares. Balzac, Guy de Maupassant, Dostoievski, dejaron testimonios que no aparecen en los libros de historia ni en los discursos políticos. En ese sentido, el trabajo del escritor es importante.

Con la novela vuelve a Matanzas, ciudad donde pasó la infancia…

Mis dos últimas novelas se desarrollan ahí. En Matanzas crecí y pase mi juventud, al menos hasta los 25 años. Es una ciudad entrañable; una provincia con pretensiones de ser una gran ciudad, le llamaban ‘la Atenas de Cuba’.

A Fabián y el caos, la ha definido como una novela escrita a espaldas de la revolución. ¿Por qué?

Mi escritura se mete en las oscuridades más profundas del ser humano. No me interesa lo luminoso o lo que todo el mundo conoce. A Fabián lo mandaron a trabajar a una fábrica y le destruyeron la vida, después estuvo en una emisora de radio. Mi escritura pretende dejar una memoria de su época. Si el libro sale entretenido, estupendo, pero no es mi objetivo principal.

Pero sí hay un compromiso con el lenguaje. Su estilo es de frases cortas, sin demasiados adornos…

Es que no sé escribir de otra manera. Cada día perfecciono más el ser conciso, es algo que le debo al periodismo, pues trabajé ocho años en una agencia de noticias que tenía normas muy estrictas para el uso del lenguaje. Me acostumbré a escribir así y creo que el lector lo agradece. A muchos editores les gustan las novelas de 600 páginas, pero si la novela funciona con 200, hay que dejarla ahí y no echarla a perder.

Decía Faulkner que escribir es editar…

Cuando yo entrego una novela en Anagrama, soy muy cuidadoso y prácticamente no me quitan nada. Reviso quinientas veces, tacho y arreglo; edito y soy muy bueno corrigiendo Durante mis años de periodista fui jefe de un equipo y tenía que revisar y editar el trabajo de cuatro periodistas más lo mío. Me adapté y soy buenísimo corrigiendo, lo digo sin humildad alguna.

¿El tiempo le ha aportado claridad en términos de lenguaje?

Sí. Además la poesía te da un gusto por el manejo del lenguaje y te ayuda a escribir lo necesario. Es difícil que me salga un cuento de más de seis páginas. Lo redondeo mucho. Por eso me gusta Raymond Carver, aunque bueno en su caso el editor le ayudaba bastante.

Fabián y el caos ofrece una revisión de las décadas de los sesenta y setenta, y de la discriminación a los homosexuales, en ese sentido su libro me recordó a Reinaldo Arenas.

Lo único que me gusta de él es su biografía, Antes de que anochezca. El resto de sus libros son demasiado cercanos a Lezama Lima. Hubo una época donde Carpentier y Lezama Lima eran los grandes escritores cubanos y todo mundo los imitaba.  

Su literatura se ocupa mucho de la oralidad. ¿De dónde le viene este interés?

Mi interés por los cuentos y relatos viene de oír hablar a mi abuela. En casa no había televisión, radio y tampoco se leía, entonces a la gente sólo quedaba hablar. Recuerdo que por las noches cuando se apagaba la luz, había una obscuridad absoluta y mi abuela hablaba hasta que me quedaba dormido. De algún modo ese fue el inicio de la literatura para mí. Fue una experiencia fundamental junto con los cómics de Superman, La pequeña lulú, El pájaro loco, etc. El campo me aburría, me iba al puesto de revistas de mi tía y me ponía a leer Selecciones, National Geographic, y mi tía me regalaba los cómics. Después me metí en una biblioteca pública en Matanzas y empecé a leer con más formalidad.

¿Cómo llegó a Centro Habana, epicentro de títulos como Trilogía sucia de La Habana?

Fue muy azaroso. Siendo periodista conseguí una permuta en Centro Habana y  llegué a una casa muy cómoda, pequeña pero con gran terraza. Tengo 36 años viviendo ahí.

Ahí se contagió del ambiente para hacer los escenarios de sus libros.

Me chocó mucho el ambiente de Centro Habana porque era un periodista de clase media: con un carro, una familia y dos hijos. Ahí descubrí un mundo marginal, agresivo y fuerte. No me quedó otra más que adaptarme al barrio. Después me divorcié y me tuve que separar de mis hijos. Aquel periodo coincidió con la crisis en Cuba y con la muerte de dos o tres seres queridos. Me volví alcohólico y mi vida dio un vuelco. Pasé 45 días en México y a mi regreso a La Habana, en septiembre del 90, mi vida cambió pero peor. Me quedé solo y en el año 94, empecé a escribir la Trilogía sucia de la Habana. Irme para allá fue un gran cambio.

Es entonces cuando la literatura le salva la vida…

Sí, quizá la literatura sirvió de catarsis.

¿Es un desencantado de la revolución cubana?

En aquella época sí.  No creo en los políticos, ni en la política. Los políticos hacen lo que pueden o lo que quieren. Mi desencanto viene de aquella época precisamente. No creo ser el único que piense esto, la mayor parte de las personas con criterio propio opinan lo mismo.

¿Qué piensa de los cambios que se están dando en Cuba y del restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos?

Veo bien el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Estados Unidos. Lo han hecho de manera muy civilizada, con respeto mutuo. En Cuba hemos tenido cincuenta años con demasiada testosterona y creo que hay que reducirla un poco al momento de dialogar. Creo que se están haciendo bien las cosas, la lentitud ayuda a que no se comentan errores.

¿Cómo deberá ser el reencuentro con los cubanos exiliados cuando quieran regresar?

Ese es un tema complicado. Hay rencores entre los cubanos que están en el exterior –que son más de dos millones- y los que se quedaron en la isla. Hay que ir despacio para limar asperezas y evitar disturbios sociales. Si los ánimos se disparan será muy difícil controlarlos.

¿Qué me dice la visita del Papa Francisco a Cuba?

Él es un hombre inteligente y simpático. En Cuba hay mucha gente católica y religiosa, tal vez no son tan practicantes, pero tienen sus creencias en los santos.

¿Hizo bien en  no reunirse con los disidentes?

Hizo bien porque todo este proceso es lento y debe ir paso a paso. En una visita oficial es preferible no reunirse con una oposición que todavía no está institucionalizada. El Papa, Canadá, Estados Unidos y Cuba, durante dos años y medio estuvieron negociando cosas en secreto. Quién sabe si todavía pueda influir más en ese proceso.

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