Seguimos haciendo guacamole los bosques (Video)

“El gobierno michoacano ha dado un paso importante al promulgar, hace un par de meses, un decreto que declara como emergencia ecológica la tala y quema de bosques para ser sustituidos por huertas de aguacate”: Raúl Benet.

octubre 19, 2016 1:38 pm Published by

El aguacate está de moda. Diversos restaurantes en países asiáticos, Europa Occidental, y sobre todo en América del Norte, lo incluyen en sus platillos. Muchos jóvenes con cierto poder adquisitivo y con preocupación por su salud, se alejan cada vez más del consumo de harinas, carne roja, azúcar y lácteos, y han volcado su paladar a ingredientes exóticos y saludables de la cocina hindú, thai,  y … al aguacate. Todo mundo adora el guacamole. Además de ser delicioso, es muy apreciado por ser una fuente de la llamada ‘grasa sana’ (ácidos oleicos conocidos como ‘omega 3’),  y por contener proteína, fibra y carotenoides en proporciones considerables.

Para México es una buena noticia, pues el Ahuacátl (Persea americana) es una fruta originaria de Mesoamérica que se da muy bien en la región de la Meseta Purépecha, en Michoacán. La producción es una de las más altas del mundo (once toneladas por hectárea).  México es el principal productor y exportador de aguacate del mundo. Exportamos aguacate de manera creciente a Japón, China, Australia, Chile, Francia y Canadá, además del que se va a los Estados Unidos. Tan sólo en ese país, el consumo del aguacate per cápita se ha multiplicado por cuatro en las últimas dos décadas. Los precios actuales promedian al menudeo en el mercado estadunidense los cinco dólares por kilogramo, y este año las exportaciones a ese país significarán para México un valor cercano a los dos mil millones de dólares. Su cultivo, empaque, procesamiento y transporte lo convierte en una importante fuente de ingresos para las familias campesinas, para los productores y para muchos de los habitantes de la región que de alguna u otra manera se involucran en el tema.

Sin embargo, la noticia no es tan buena si analizamos los impactos sociales y ambientales derivados de la forma como se está aprovechando esta oportunidad. El desmonte para tierras de cultivo ha sido culpable de la pérdida de medio millón de hectáreas de bosque en los últimos quince años, tan sólo en Michoacán. La principal causa de cambio de uso de suelo y la pérdida de bosques en ese estado no es la tala clandestina, ni la ganadería, ni la urbanización. Es el desmonte de los bosques para el establecimiento de huertas de aguacate (y recientemente también las frutillas rojas, los ‘berries’). En Michoacán, según el Grupo Interdisciplinario de Tecnología Rural Apropiada (GIRA), casi la mitad de las huertas de aguacate había provocado deforestación antes del 2007. En esta última década la tasa ha crecido.  El derribo de bosques para la producción de aguacate se ha extendido también rápidamente al menos a Jalisco, Colima, Nayarit y el Estado de México.

Pero, ¿para qué queremos conservar los pinos y los encinos, si los aguacates resultan mucho más apetitosos en términos de negocio? Hay varios problemas con el cultivo del aguacate: Según el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria y Forestal (INIFAP), el cultivo de aguacate requiere altas concentraciones de pesticidas y fertilizantes, que contaminan los mantos freáticos, los arroyos y todos los cuerpos de agua. A diferencia de los bosques, que incrementan la infiltración de agua, las huertas de aguacate tienen el efecto de desecar los suelos, reduciendo el contenido de humedad y provocando en el largo plazo procesos de desertificación en tierras que anteriormente fueron importantes para la recarga de acuíferos. Se estima que la cuarta parte de los acuíferos de Michoacán es consumida por el cultivo del aguacate. Este parece ser el motivo de mayor preocupación para los propios productores, sobre todo a los que tienen la mirada puesta en el largo plazo, pues la amenaza a la disponibilidad de agua les afecta directamente a ellos al poner en duda el futuro de la producción de aguacate. Además, la erradicación de los bosques tiene graves efectos sobre la biodiversidad. No sólo los árboles de pino y encino se pierden, sino también las miles y miles de especies de flora y fauna que habitan en el bosque. Se pierden aves, insectos, organismos del suelo y otro tipo de formas de vida que son indispensables para la polinización, para la dispersión de semillas, para la producción de suelo. Muchos otros procesos ecológicos se ven aniquilados cuando se derriba el bosque, y a largo plazo, esos procesos ecológicos perdidos terminarán también con la base de recursos naturales necesaria para la producción de aguacate.  El mismo estudio mencionado, el INIFAP señala que el cambio de uso de un bosque a una plantación de aguacate tiene un impacto importante en el cambio climático, ya que mientras el bosque es un capturador neto de carbono, las huertas de aguacate, cuando se considera todo el proceso agrícola, provocan la emisión de cantidades significativas de gases de efecto de invernadero.

En términos de los impactos sociales, el incremento de las áreas destinadas al cultivo del aguacate ha favorecido la privatización y acaparamiento de tierras que anteriormente fueron ejidales o comunales, y ha desplazado a familias indígenas que vivían del bosque, sustituyéndolas por inmigrantes familiarizados con el negocio del aguacate. Y peor aún, el negocio del aguacate se ha visto fuertemente infiltrado por grupos de la delincuencia organizada que han encontrado en esta actividad una forma de lavado de dinero y control del territorio, además de las obvias ganancias que esta actividad les provee.

¿Cuáles son las alternativas? Con los altos precios mundiales del aguacate y su demanda creciente, además de la avidez por los dólares y la pobreza también creciente, es poco probable que la producción de aguacate se restrinja por consideraciones ambientales. En ese sentido, es necesario instrumentar soluciones que permitan aprovechar esta oportunidad y hacerlo de manera sustentable, deteniendo el ecocidio que se está cometiendo. Algunas organizaciones no gubernamentales, particularmente el Grupo Interdisciplinario de Tecnología Rural Aplicada A.C. ha contribuido a desarrollar y divulgar prácticas productivas responsables, que reducen o eliminan el uso de pesticidas y fertilizantes químicos, promoviendo la producción orgánica. Sellos como los de agricultura orgánica o el de la Red de Agricultura Sostenible pueden jugar un papel importante del lado de la demanda, pero siguen siendo marginales. También del lado de la demanda han surgido compromisos importantes por parte de compañías globales, que se han comprometido a evitar abastecer su cadena de suministro de regiones que sufren deforestación. En torno al mecanismo REDD+ (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación Forestal), y al Acuerdo de París, ambos instrumentos de la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático, se ha logrado sentar en la mesa a grandes corporaciones y a gobiernos, que se han comprometido a eliminar por completo la deforestación, condicionado la participación en los mercados al cumplimiento de este compromiso. México se ha comprometido a llegar a un cero por ciento de deforestación en un periodo de cuatro años (para el 2020), de tal manera que deberían cumplirse estos compromisos para que México pudiera seguir participando en la cadena de suministro algunos de los grandes mercados. Pero en lugar de esto, el suministro de aguacate se realiza de manera creciente a costa de los bosques.

Los bosques de pino, al igual que las selvas, pueden ser importantes fuentes de ingreso y empleo para las comunidades y ejidos, cuando se aprovechan de manera sustentable, como ocurre en la comunidad indígena San Juan Nuevo Parangaricutiro, precisamente en la Meseta Purépecha, donde la comunidad maneja sustentablemente su bosque, aprovecha la madera y la resina, y a la vez tiene terrenos de cultivo de aguacate y durazno en zonas propicias para tal fin y que no provocan desmonte. Una búsqueda similar se está desarrollando la comunidad indígena de Cherán en donde se están instrumentando formas sustentables de aprovechar el bosque en beneficio de la comunidad.

Por el lado de la vigilancia, sanción y normatividad, el gobierno michoacano ha dado un paso importante al promulgar, hace un par de meses, un decreto que declara como emergencia ecológica la tala y quema de bosques para ser sustituidos por huertas de aguacate. Mediante ese decreto se fortalecen las atribuciones de las procuradurías y otras autoridades estatales para proceder a la clausura de las huertas que se han establecido en terrenos deforestados, y se establecen obligaciones de restauración, reforestación y aplicación de técnicas apropiadas. También se establece un sistema de certificación de huertas, que busca conectar a los productores responsables, con los mercados responsables.

Por el lado de la investigación, diversas instituciones, y de manera destacada el Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental (CIGA) de la UNAM, han llevado a cabo estudios de zonificación y análisis de vocación de suelos, y se ha logrado elaborar mapas de uso de suelo que identifican extensas zonas óptimas para el cultivo del aguacate y que no implican la deforestación. El propio decreto del gobierno del estado obliga a que cualquier subsidio que se otorgue para el desarrollo frutícola, esté vinculado a la certeza de que la huerta a la que se está subsidiando no provenga del desmonte. La alternativa entre bosques o aguacate no tiene que ser excluyente. Podemos aprovechar los bosques, conservar la biodiversidad, favorecer la recarga de acuíferos, y aumentar la producción de aguacate, siempre y cuando la actividad se realice de manera ordenada y con base en los estudios pertinentes, las mejores prácticas y el cumplimiento legal y normativo.
Si no logramos armonizar la producción agrícola con el mantenimiento de los bosques, las  futuras generaciones no sólo no tendrán agua, tampoco podrán disfrutar del guacamole.

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