AMLO vs. CCE
Ante la emergencia sanitaria en ascenso, López Obrador confirma una vez más su negativa radical a permitir cualquier contrapeso a su liderazgo, especialmente si proviene del empresariado.

Por Héctor Tajonar
¿Quiénes son los beneficiarios de la polarización social y política? De acuerdo con una rigurosa investigación titulada “Polarization versus Democracy”, publicada por el doctor Milan W. Svolik, profesor de ciencia política en la Universidad de Yale, la respuesta es contundente: Quienes se benefician de la polarización son los autócratas que han ascendido al poder mediante el voto popular y tras obtenerlo proceden a subvertir la democracia. Cuatro casos paradigmáticos confirman su teoría: Hugo Chávez (Venezuela), Viktor Orbán (Hungría), Recep Tayyip Erdogan (Turquía) y Vladimir Putin (Rusia). (Journal of Democracy, julio 2019)
¿En qué medida puede aplicarse esa hipótesis al México inserto en la llamada Cuarta Transformación? Como candidato, presidente electo y presidente constitucional, el discurso de Andrés Manuel López Obrador ha estado basado precisamente en la polarización. El fundamento de su estrategia de comunicación política ha buscado enfatizar, profundizar y aprovechar las ancestrales divisiones sociales del país como método para consolidar su poder. El rosario de epítetos denigratorios y polarizantes aplicados a sus adversarios y críticos es prolijo: conservadores, neoliberales, fifís, mafia del poder… Basado en una mentalidad dilemática, el principio rector de su retórica es “Polariza y vencerás”. La aplicación de esa máxima ha normado su relación con los empresarios.
Ante la emergencia sanitaria en ascenso, unida a un panorama socioeconómico complejo y sombrío, López Obrador ha confirmado una vez más su negativa radical a permitir cualquier contrapeso a su liderazgo presidencial, especialmente si éste proviene del empresariado. La respuesta del mandatario a la teleconferencia organizada por el Consejo Coordinador Empresarial el martes 7 de abril fue tajante. Antes de evaluar las propuestas, consideró que esa inédita reunión virtual representaba una amenaza inadmisible al monopolio de su poder, por lo cual lanzó un obús contra el presidente del organismo cúpula del empresariado mexicano. En su conferencia matutina del 8 de abril, dio a conocer que quince grandes contribuyentes adeudan un total de 50 mil millones de pesos al fisco según cifras del SAT, lo cual es, por decir lo menos, una irregularidad que debe corregirse y en su caso sancionarse. Acto seguido, anunció que le enviaría una carta a Carlos Salazar Lomelín pidiéndole ayuda para cobrar dicho adeudo. En una entrevista radiofónica, Carlos Salazar declaró: “Sí recibí la carta que me envió el presidente López Obrador con los 15 supuestos deudores, pero yo no tengo atribuciones para cobrar impuestos. En ese sentido contesté de manera privada al presidente”. (En la mañanera del jueves 16 se anunció que algunos de los contribuyentes omisos se habían comprometido a pagar 15 MMP).
El embate presidencial provocó la postergación de la teleconferencia a la que había convocado formalmente el presidente del CCE para el martes 14 de abril. Sin explicar la razón del cambio de fecha, finalmente se transmitió el jueves 16. El inoportuno desencuentro entre el presidente López Obrador y el Consejo Coordinador Empresarial, originado por el mandatario, tiene dos vertientes. Una, el rechazo a priori e ideológico de las propuestas del CEE sin haberlas evaluado con rigor y realismo. La segunda, el deseo de intimidar a un líder empresarial que pudiera representar un contrapeso al poder monolítico presidencial, en la lógica de la dicotomía del amigo / enemigo postulada por Carl Schmidt. Si Salazar Lomelín hubiera renunciado a su cargo, López Obrador habría logrado su propósito. Afortunadamente no fue así.
El mandatario compensó su acometida contra el presidente del CCE ostentando el apoyo de tres de los empresarios más ricos del país: Carlos Slim, Alberto Bailleres y Germán Larrea. También anunció un acertado acuerdo con las asociaciones de hospitales privados para apoyar la emergencia sanitaria que al parecer ya existía en tiempos del extinto Seguro Popular. Para rematar con broche de oro, un grupo de fundaciones y empresas encabezadas por Carlos Slim y CIE, con la colaboración de la Facultad de Medicina de la UNAM y la Secretaría de Salud de la Ciudad de México, convirtieron el Centro Citibanamex en Unidad Temporal Covid 19. Loable y oportuno apoyo.
No obstante, la tensión con el organismo cúpula del empresariado mexicano no ha disminuido. Conviene recordar que el CCE está integrado por doce organismos nacionales, representantes de todas las ramas de la actividad económica del país: Concamin (sector industrial), Concanaco Servytur (comercio, servicios y turismo), Coparmex (sindicato patronal), Asociación de Bancos de México, Consejo Mexicano de Negocios (reúne a los principales ejecutivos de las empresas más importantes del país), Consejo Nacional Agropecuario, Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros, Cámara de Comercio Servicios y Turismo de la Ciudad de México, Canacintra (industria de transformación), AMIB (Asociación de instituciones bursátiles), Consejo Mexicano de Comercio Exterior y la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales (ANTAD).
Debido a la diversidad de actividades y el tamaño de los intereses involucrados en el CCE es obvio que no se trata de un organismo monolítico exento de divisiones y disensos. No obstante, es indiscutible la fuerza e importancia representada por el Consejo para la economía nacional, así como su contrapeso político -al menos potencial- frente al gobierno de la autollamada Cuarta Transformación.
En la videoconferencia del jueves 14, quedó claro que la unidad del empresariado en torno al liderazgo de Salazar Lomelín se ha fortalecido a fin de lograr una interlocución horizontal, respetuosa y firme con el gobierno federal. La prioridad de la propuesta del CCE es construir un gran acuerdo nacional frente a la contingencia. Los empresarios están resueltos a que su propuesta sea escuchada, discutida y adaptada por el presidente López Obrador a las políticas públicas de su gobierno para enfrentar el monumental desafío que azota a la nación y el mundo. Como prioridad inamovible del acuerdo deberá prevalecer el interés superior de la nación, haciendo a un lado todo propósito mezquino que pretenda lucrar con la crisis sea para fines políticos o financieros. Ese ha de ser el compromiso fundamental y todos los involucrados deberían estar obligados a cumplirlo. Todos.
Amartya Sen, Premio Nobel de Economía por sus investigaciones para combatir la pobreza publicó un artículo recientemente titulado Listening as Governance (Escuchar es saber gobernar), en el que propone una gobernanza participativa y una discusión pública razonada para enfrentar una emergencia social como la producida por el Covid 19. “Escuchar permite a los gobernantes entender lo que realmente se necesita hacer”. Hasta ahora, el presidente López Obrador ha hecho lo contrario: negarse a escuchar e imponer las medidas que él y sólo él ha decidido. Ni su secretario de Hacienda parece haber participado en la toma de decisiones del momento. A sus aliados empresariales les exige una silente sumisión. Pareciera que se hubiese constituido una versión renovada de “la mafia del poder” con cambio de capo di tutti capi incluida. Ello sería una contradicción a la supuesta separación del poder político del poder económico enfáticamente anunciada tras la cancelación del aeropuerto de Texcoco. Es evidente que en la actual coyuntura la tríada de imposición, sordera y cerrazón no es la mejor consejera posible.
Un tabasqueño ejemplar
Hace unos días en el centro de Villahermosa ocurrió algo admirable y aleccionador. En la calle Zaragoza se formó una larga fila, perfectamente ordenada y manteniedo la sana distancia que conducía a un pequeño comercio de carnitas llamado Calditacos. Don José Manuel Vázquez García, dueño del negocio familiar, decidió regalar platos con tacos de carnitas, arroz y ensalada a las personas que lo solicitan, sin requisito alguno.
– ¿Por qué lo hace?, se le pregunta.
– “Los conozco, viven aquí en el Centro y no tienen a nadie. Yo creo que esto que está pasando tiene que sacar lo mejor del ser humano, tenemos que abrazarnos literalmente a la distancia y ayudar al que menos tiene. Nadie es tan pobre que no pueda regalar algo de comer al que tenga hambre. Yo les pido a los ciudadanos que repliquen esto en su colonia, en sus comunidades. Vamos a compartir, vamos a compartir, esto es lo único. Yo creo que debemos de dejar odios, rencores y encono. No es pa’ pleito ahorita”.
La generosidad de don José Manuel es ejemplo de fraternidad y solidaridad a flor de piel que todos deberíamos seguir sin distinción de niveles sociales ni ideologías. “No es pa’ pleito ahorita”, señor Presidente.

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