Emilio Uranga: la inspiración de la guerra sucia contra AMLO

Por Témoris Grecko El filósofo Emilio Uranga fue el ideólogo detrás de la gran manipulación echeverrista del 68. Y de la masacre. Y de las persecuciones, las detenciones ilegales, las torturas, las violaciones, los asesinatos. Estudioso de Goebbels, fue el gran pragmático que, ayudando a llevar a Echeverría a la presidencia, propuso imponer en México… View Article

marzo 18, 2019 6:58 pm Published by

Por Témoris Grecko

El filósofo Emilio Uranga fue el ideólogo detrás de la gran manipulación echeverrista del 68. Y de la masacre. Y de las persecuciones, las detenciones ilegales, las torturas, las violaciones, los asesinatos. Estudioso de Goebbels, fue el gran pragmático que, ayudando a llevar a Echeverría a la presidencia, propuso imponer en México “una dictadura invisible”.

Su influencia perdura medio siglo después, en la mentalidad de Enrique Krauze, según descubrimos a partir de las revelaciones que hizo Ricardo Sevilla, este lunes 18, en entrevista con Carmen Aristegui.

Sevilla escribió un artículo sobre Uranga que llamó la atención de Krauze, quien lo contactó a través de Fernando García Ramírez. El trío se reunió para hablar de Uranga y confirmar que Sevilla tuviera coincidencias con la visión de Krauze, quien lo invitó a formar parte de un grupo de “intelectuales de alto rendimiento” que –según el reportaje Operación Berlín y el mismo Ricardo Sevilla– fue financiado ilegalmente para crear noticias falsas y memes, y descarrilar así la campaña presidencial de AMLO.

Profundamente amargado, desafecto a la humanidad, Uranga pasó sus últimos años en el encierro, refunfuñando, hasta su solitaria muerte en 1986. Quedó en el olvido para la mayoría de gente. No para Krauze, como vemos ahora. Uranga se especializó en el diseño con altas pretensiones intelectuales de campañas de destrucción de la imagen pública de personas, de sectores de la sociedad e incluso de todo un movimiento popular, el de 1968. Y con miras a 2018, Krauze –según ha denunciado también Tatiana Clouthier– dirigió su propia guerra de propaganda sucia.

Sin embargo, tampoco se olvidó de Uranga el periodista Jacinto Rodríguez Munguía, quien a lo largo de décadas revisó cajas empolvadas del Archivo General de la Nación, en Lecumberri (la antigua cárcel donde padecieron prisión política muchos de los denunciados y ensuciados por Uranga), y halló numerosos documentos y piezas que parecían inconexas, con los que demostró no sólo que Luis Echeverría, entonces secretario de Gobernación, fue el orquestador y beneficiario directo de una conspiración sangrienta para ser designado candidato del PRI por el presidente Díaz Ordaz, sino que -en palabras de Jacinto- “quien urdió el principio y el fin de la represión al movimiento estudiantil para impulsar el ascenso a la presidencia de su aliado fue Emilio Uranga”.

Díaz Ordaz es el responsable político de la represión de 1968, no hay duda. Pero también fue títere de Echeverría. Y Uranga, a su vez, quería ser el gran titiritero: “Lo que debe buscar el intelectual en el político es el instrumento que ponga en práctica sus ideas”, escribió, advirtiendo, además, que tenía que actuar cuidando que el político no sintiera que el intelectual podía convertirse en un riesgo.

El filósofo no ansiaba el ejercicio directo del poder: ¿para qué, si un político sometido a su dominio intelectual podía ocuparse de ese agotador trabajo?
A lo que Uranga aspiraba era a ocupar la posición de Gran Diseñador del sistema que regiría nuestras vidas.

¿Cómo sería ese régimen? Lo puso en blanco sobre negro y lo conocemos gracias a Rodríguez Munguía: “Por la acción de la propaganda política podemos concebir un mundo dominado por una Tiranía Invisible que adopta la forma de un gobierno democrático. Bajo esta condición, una democracia como la mexicana puede obtener niveles de control popular equivalentes a los que lograría, por la violencia y el terror, una dictadura”.

Hace unos meses, conversé con Jacinto en mi programa Diametral (sábados 19:30 por TV UNAM) sobre Emilio Uranga y el 68.

¡Ojalá hubiéramos sabido entonces que Enrique Krauze es fan! Pero de todos modos, lo que nos cuenta mi entrevistado es interesantísimo. Y el detalle de la historia –apasionante todo ello- está en el libro de Jacinto, “La conspiración del 68. Los intelectuales y el poder. Así se fraguó la matanza” (Editorial Debate).

“Emilio Uranga no planeó ninguna matanza”, (Réplica )

La réplica de José Manuel Cuéllar Moreno se debería titular:
“Lo que siempre le quise decir en público a Jacinto pero sólo lo hice cuando alguien más lo citó”.

Ambos escribieron, en tiempos cercanos, dos libros que son competidores directos, uno del otro. Como me dijo en Twitter José Manuel: “el mío también está en Gandhi”.
Él dice haber hablado en privado con Jacinto pero es claro que no están de acuerdo. Y ahora, José Manuel cree haber hallado la oportunidad de poner en su sitio a Jacinto, en público.
Pero no es así, porque yo sólo trato un par de los muchos asuntos que sostiene Jacinto y Cuéllar Moreno le quiere corregir, y si José Manuel desea debatir cuál de los dos libros es mejor, con quien tendría que hacerlo es con Jacinto.
A partir de que conozco su honestidad y los muchos años que Jacinto le dedicó a un exhaustivo trabajo de investigación, para buscar en antiguas cajas y hallar y desempolvar textos que se habían perdido y que José Manuel desconocía, porque no se ensució las manos ni se averió las rodillas, yo le creo a Jacinto. Pero les deseo suerte a los dos: de la divergencia, emergerá un mejor conocimiento.

Témoris Grecko

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