“Traducir es descifrar, traducimos desde que comenzamos a vivir”: Nuria Barrios |Video

En su libro ‘La impostora’ cuenta historias relacionadas con el oficio de la traducción que van desde persecuciones hasta denuncias por inequidad de género.

septiembre 17, 2023 6:57 am Published by

Por Héctor González

Nuria Barrios (Madrid, 1962) compagina su escritura con el trabajo de la traducción. Convencida de que en cierta medida todos somos traductores, la escritora española se dio a la tarea de reflexionar sobre las distintas aristas de un oficio noble y en ocasiones más peligroso de lo que se cree.

Producto de su investigación y reflexiones, es La impostora (Páginas de espuma), un ensayo que nos descubre cómo nuestro orden político, cultural y religioso se basa en la traducción, la mayoría erróneas. Para Barrios pese a la importancia de este trabajo aunque queda mucho por hacer en términos de reivindicación tanto de género como de remuneración y visibilidad.

¿Qué se removió para escribir un libro como La impostora?

Durante el confinamiento el sentimiento dominante fue la incertidumbre, era una situación muy extraña, no sabíamos nada, en España nos confinaron casi tres meses, pero como en el resto del mundo la ignorancia sobre lo que estaba pasando y sobre lo que nos esperaba era absoluta. No sabíamos si podríamos volver a salir de las casas, en qué condiciones, si podríamos reunirnos con nuestros seres queridos, con nuestros padres, cómo había cambiado el mundo, cómo sería la situación laboral, personal, familiar y amistosa. Primero intenté canalizar el sentimiento de incertidumbre a través de lecturas como hizo mucha gente, La peste de Camus, El Decamerón, todos los libros que han tratado sobre pandemias, pero en ninguna parte encontré algo que realmente respondiera a mi inquietud. Me di cuenta que en otra dimensión ese sentimiento de incertidumbre tan angustioso lo había vivido la primera vez que traduje un libro, ese momento de sentir que mi lenguaje español se desmoronaba, que lo perdía. Así descubrí que hablando de la traducción podría intentar dar sentido a todo lo que nos estaba pasando: traducir es descifrar, traducimos desde que comenzamos a vivir. Así fue como arrancó La impostora.

¿Traducir es reescribir o recrear?

Traducir es descifrar. No existe una definición precisa, porque como todas las cosas que están vivas no se pueden atrapar en un sólo cajón. Traducir, hablando de lenguas, es intentar con la máxima fidelidad posible llevar una lengua desconocida a tu propia lengua, para que la cosmovisión de aquella lengua, es decir, su humor, su experiencia y su sentido de la vida, sea reflejado por la tuya. Es un ejercicio muy difícil, no hay dos lenguas ni dos cosmovisiones iguales. Al mismo tiempo es un ejercicio pero ese hermoso porque enriquece nuestra visión del mundo.

Tu experiencia como traductora empezó con John Banville.

Sí, siempre hay que empezar con alguien y tuve la suerte, efectivamente, de que mi primer autor fuera el heterónimo negro de John Banville: Benjamin Black.

Fue una experiencia que te hizo dudar de tu oficio. ¿Cómo se transformó aquel episodio al transformarlo en un ensayo?

Mientras traducía surgían muchas dudas y reflexiones, tuvieron salida en foros y mesas, pero solo cuando escribí La impostora todo cogió forma para reflexionar con calma sobre el fascinante mundo que es la traducción, que es simplemente una forma muy interesante de hablar de la vida.

Muchas veces uno como lector pone especial atención en las traducciones de los escritores. ¿De qué manera te cuidas como autora para no filtrar tu estilo en una traducción?

Creo que cada maestrillo tiene su librillo. Hay muchos escritores que traducen y no hay una actitud univoca a la hora de hacerlo. En mi caso, siempre intento ser muy respetuosa con el texto original, sé que cada traductora/traductor acude al texto con su experiencia vital, con su dominio de la herramienta que es la lengua, pero también estoy convencida de que una cosa es la visión personal y otra, la voz que debe ponerse a un lado cuando se trata de traducir.

En el libro hablas de la visibilidad y también de la brecha de género en este trabajo. ¿Cómo ha sido tu experiencia en este sentido?

La inequidad es la moneda corriente en nuestro mundo. En el caso de la traducción es escandaloso porque la mayor parte de las personas que traducen son mujeres, sin embargo, los premios suelen recaer en los hombres que son minoría en este oficio. Hay un sesgo en los premios, que incluso con la mejor intención está presente en cada acto de nuestra vida. Por parte de las traductoras ya se está haciendo, es preciso reivindicar que somos mayoría, así como reivindicar la excelencia del trabajo y que se nos ponga rostro y nombre.

 

Cada vez son más las editoriales que incluyen a los traductores en las portadas, parece que son las editoriales más grandes como Penguin Random House -con excepción de su sello Alfaguara- o Planeta quienes menos lo hacen.

Es algo que tiene que cambiar sin duda, es una pelea que tenemos que llevar a cabo todas las personas que nos dedicamos a la traducción. Es una reivindicación que debería ser básica para las editoriales, el nombre de la persona que traduce debe estar en la portada como ocurre en el caso de editorial Alfaguara. El libro traducido no es la obra original, es la versión que ha dado una persona y su nombre debe aparecer, primero para que quien lee sepa que está leyendo una versión. En segundo lugar, porque quien traduce tiene una responsabilidad y esa responsabilidad por la excelencia o por lo pésimo del trabajo, tiene que estar a la vista, es un trabajo público. El hecho de que el nombre de quien traduce sea visible, reivindica también un trabajo que está muy mal pagado y muy mal valorado.

El libro a parte de estas reivindicaciones tiene historias, por ejemplo, las de los traductores de Salman Rushdie son historias de terror que dan para un libro por sí mismo.

La historia de Salman Rushdie es la más llamativa hoy en día. La fatua que le condenó se extendió a todos los traductores de Los versos satánicos, la condena le valió la vida al traductor japonés que fue acuchillado y muerto; supuso que su traductor italiano fuese acuchillado y que su traductor turco fuese víctima de un incendio en el hotel donde se alojaba, salió ileso, pero murieron muchas más personas. Además, su editor noruego fuera tiroteado por la espalda, es decir, es un oficio de riesgo. El caso de Salman Rushdie es el mediático, pero a lo largo de la historia hay otras historias de persecución y muerte, por ejemplo, los traductores afganos o los iraquíes que colaboraron con el ejército estadounidense. En el pasado los traductores de la Biblia a las lenguas romances fueron condenados a muerte como herejes por la iglesia. Tenemos el caso de Casiodoro de Reina que tradujo la Biblia al español y tuvo que huir de España. Su efigie se quemó en Sevilla como advertencia y su traducción salió en Basilea, Suiza, sin nombre de traductor, es conocida como la Biblia del oso porque en la portada imprimió la figura de un oso.

En México, Malintzin fue la traductora de los españoles y todavía 500 años se busca revindicar su figura.

Como todo en el arte cabe siempre lo blanco y lo negro. Traducir una lengua es un acto de hospitalidad, cuando no es comprendida es más fácil que aquellos que la hablan sean deshumanizados, apartados y maltratados. La comprensión de las lenguas nos equipara a todos, pero también es cierto que puede usarse como un instrumento de agresión hacia las comunidades. Existe eso que llaman ahora el derecho a la opacidad, muchas comunidades minoritarias reivindican su derecho a que sus lenguas no sean conocidas, es muy interesante.

¿Se puede realmente traducir poesía?

La poesía es el género literario más difícil, también es el género reina o género rey porque es extremadamente complicado. Solamente he traducido la poesía completa de Amanda Gorman y fue un trabajo muy difícil e interesante. Traduje su último libro, Mi nombre es nosotros, que salió publicado en Lumen, con la asesoría de una poeta. La poesía se te desase entre las manos, y ahí sí que hay un elemento de creatividad facto, pero al mismo tiempo no puedes dejar perder de vista la fidelidad.

¿Hay autores que mejoran con la traducción?

Sí, hay autores que mejoran con la traducción y otros que empeoran, pero no daré nombres.

¿Qué relación tienes La impostora?

Muy buena, es un libro que disfruté mucho escribiéndolo. Soy doctora en Filosofía, pero no había escrito de esta manera hasta La impostora, me resultó muy fácil encontrar la voz y el modo de unir la literatura con la reflexión.

¿Eres impostora?

Por supuesto, y tú también.

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