¿Quién fue el jefe político? La historiadora Romana Falcón nos lo cuenta

La académica de El Colegio de México publica, ‘El jefe político. Un dominio negociado en el mundo rural del Estado de México 1856-1911’, investigación donde revela los alcances de quien debía mediar entre el pueblo y los gobernantes.

noviembre 16, 2015 6:57 pm Published by

Al ‘jefe político’ le tocaba mediar entre las clases populares y los gobernantes.  Su figura se mantuvo en nuestro país durante cien años, terminó cuando llegó la revolución, en contraparte el puesto se mantiene en países como Francia, Japón o Ecuador. En su libro, ‘El jefe político. Un dominio negociado en el mundo rural del Estado de México 1856-1911’ (El Colegio de México), la historiadora Romana Falcón revisa su forma de hacer política, una forma de la cual aún quedan resabios.

¿El jefe político es una especie de funcionario bisagra entre los gobernantes y las clases populares?

Sí, esa es muy buena palabra para definirlo. En países como Ecuador, Bolivia, Francia o Japón, aún lo conservan. Fue un personaje que estuvo en todo el mundo y en México duró poco más de cien años, de 1812 a 1917. Era como la llave de paso o el punto de unión entre el gobernador y los pueblos. Se convirtió en el personaje que unía y dosificaba las tensiones. Sobre él caían atribuciones de régimen virreinal, veía situaciones económicas, de paz, justicia y fuerzas armadas.

En la introducción advierte que su libro es una especie de historia de la cultura política.

Sí. La investigación me llevó a indagar en ciertas prácticas de la política informal como el clientelismo, algo que todavía es común tanto en México y en los países desarrollados.

¿Así que el jefe político desapareció en nuestro país como figura pero dejó escuela?

Los pactos clientelísticos son anteriores a él incluso. El jefe político era experto pero también lo eran los presidentes municipales, los gobernadores, etc.

¿Era de alcance local o federal?

Normalmente lo nombraba el gobernador aunque en algunos casos el presidente se metía,  como fue el caso de Porfirio Díaz.

Usted centra su investigación en el México pre y revolucionario, y en el Estado de México donde, escribe, no existían tantos problemas entonces.

Llegué a esta conclusión después de muchos años y en contra de mis instintos. Pensaba que entre 1910 y 1911, el Estado de México era un foco de tensión pero me encontré que si bien existían problemas de tierra y agua, los jefes políticos sí conciliaban con los hacendados y la población. En los distritos donde las negociaciones no fueron suficientes como en Chalco, el llamado de la revolución prendió de inmediato. Pero no olvidemos que en un primer momento el Estado de México es reticente a sumarse al maderismo.

¿Es posible encontrar un puente entre la operación del jefe político del Estado de México y el ejercicio del poder del PRI en esa entidad, donde nunca ha habido alternancia?

Sí percibo una cultura política autoritaria y poco democrática, pero también es verdad que los pueblos de Estado de México y del país en general, son muy capaces de negociar a nivel formal e informal y esto también explica la permanencia de las instituciones. En siglo XIX e incluso hoy, muchas veces los pueblos no se pueden organizar abiertamente.

¿Por qué desaparece el jefe político?

Porque tenía mala fama. Al ser personajes tan poderosos, la revolución los tenía identificados de manera negativa. Además con la modernización del Estado surgieron más secretarios y otros aparatos burocráticos. En la investigación encontré que algunos sí fueron de horca y cuchillo, los había especializados en el control de rebeliones populares por eso generon un enorme odio. Por supuesto, no todos eran así, incluso en Sultepec encontré a un jefe político, Mariano Padilla que fue a la inversa e intentó en verdad de negociar con los campesinos.

¿Por qué en países como Francia o Japón, que tienen otra vocación democrática, permanece la figura y aquí no se recicló o modernizó?

Supongo que porque no representaban la esencia de un régimen que murió. Aquí hubiera sido insostenible mantenerles. Me imagino que esos países le quitaron atribuciones o incluso los hicieron elegibles, y entonces los rasgos más autoritarios probablemente ya no los tienen, pero ésta es sólo una hipótesis.

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