Miguel León-Portilla a través de sus alumnos
Los académicos José Rubén Romero Galván y Patrick Johansson recuerdan a quien fuera su maestro.
Por Aldo Soto Cesaretti
Quienes conocieron a Miguel León-Portilla, al recordar sus inicios, invariablemente terminan hablando de la gran influencia que ejerció en él su maestro, el sacerdote Ángel María Garibay K., quien lo acercó al mundo prehispánico.
León-Portilla era sobrino de Manuel Gamio, uno de los grandes arqueólogos de principios del siglo XX, sin embargo, tenía más en común con Garibay, hombre implicado a fondo con las comunidades indígenas durante la primera mitad del siglo XX y quien le inculcó la idea de que, si se quería conocer ese mundo, de entrada, debía de conocer su lengua.
Así lo hizo. Inició sus estudios en lengua náhuatl y con ese conocimiento culminó su doctorado en 1956 con una tesis innovadora: La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes. Su investigación fue publicada por la Universidad Nacional Autónoma de México en 1959 y es hoy un referente en el estudio de los pueblos mesoamericanos. Tres años después publicó Visión de los vencidos, otra obra cumbre, a las que se suman más de una veintena de escritos más publicados a lo largo de 60 años.
En paralelo continuó con el ejemplo de Garibay y asumió el rol de maestro de nuevas generaciones. Impartió la cátedra Introducción a la cultura náhuatl en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde entre tantos lo conoció el entonces joven José Rubén Romero Galván y quien todavía se emociona al evocar aquel 1969, cuando cursaba segundo semestre y se inscribió en aquella materia optativa:
“Fue un increíble descubrir el México Antiguo a través de León-Portilla. Tenía 19 años y comencé a vislumbrar esa realidad indígena y su orden, que entonces para mí era indescifrable. Quedé fascinado a tal grado que cursé tres semestres con él.”
Aquellos cursos, así como sus estudios de náhuatl ayudaron al actual doctor en etnología y catedrático de la UNAM, a definir su vocación hacia la realidad indígena.
Romero Galván recuerda que su maestro estaba abriendo brecha en realidad en el campo de los estudios del México Antiguo. El padre Garibay había muerto apenas hacía dos años y León-Portilla ya era entonces una figura muy importante en el campo de los estudios prehispánicos. “Era un humanista y es esa, la perspectiva que prevalece en sus aportaciones sobre el México Antiguo”.
Visión horizontal
León-Portilla no solo impactó a los jóvenes mexicanos que ingresaban en la UNAM. También lo hizo con gente proveniente de otras latitudes, como el normando Patrick Johansson, maestro en Letras Modernas por la Sorbona de París con una tesis sobre Ignacio Manuel Altamirano. Durante su paso por México se maravilló del mundo indígena mesoamericano y preguntando dónde podría estudiar náhuatl le recomendaron que asistiera a un Seminario de Cultura Náhuatl de la UNAM. Cuál fue su sorpresa que dicho Seminario lo dirigía el autor de dos libros que le habían fascinado: La filosofía náhuatl y la Visión de los vencidos.
“Cuando decidí hacer un doctorado sobre literatura náhuatl su presencia fue clave. Estudié desde México, pero con la Sorbona, por lo que tenía que ir y venir. Cuando Miguel León-Portilla estuvo en París como embajador de México ante la UNESCO en 1988, ya lo conocía desde hacía 10 años, y estando allí le pedí que fuera sinodal de mi examen en la Sorbona. Me recibí con la tesis sobre Literatura Náhuatl. En la sala Louis Liard, una sala del siglo XVII, me dieron la palabra y empecé a hablar en náhuatl y Miguel me contestó en náhuatl. Aquello fue algo muy importante, simbólico y emotivo.”
Con el paso de los años, Johansson se nacionalizó mexicano y fue profesor adjunto del propio León- Portilla en el Seminario de Cultura Náhuatl; se integró como miembro del Sistema Nacional de Investigadores del CONACYT y es poseedor del tercer sillón de la Academia Mexicana de la Lengua.
Recuerda a su maestro como alguien que apreciaba al mundo náhuatl no desde la perspectiva clásica helénica sino desde la propia perspectiva del pueblo náhuatl, desde adentro de sí misma, desde el Calmecac.
“Tras la publicación de La filosofía náhuatl en sus fuentes vino una especie de escándalo, porque había gente que creía que los antiguos mexicanos no podrían haber pensado en términos filosóficos. Toda esa gente pugnó porque la tesis y teorías de Miguel no eran válidas. Entonces tuvo que luchar precisamente en el contexto de la Facultad de Filosofía y Letras y del Instituto de Historia, ambos de la UNAM, en el que laboraba, para que todas sus premisas fueran aceptadas. No fue fácil. En 1959, la publicación de Visión de los vencidos, con las traducciones de los textos por Miguel del náhuatl al español, corrobora lo dicho por Miguel y certifica que los antiguos mexicanos tenían un pensamiento original y filosófico”.
Romero Galván concluye que Miguel León-Portilla “miró al mundo indígena contemporáneo con la misma sensibilidad que miró al indígena prehispánico y por ello sus escritos y sus palabras se convirtieron en un elemento importante de reflexión para la defensa, por ejemplo, de la lengua y de los derechos indígenas. Es una voz que pesa y que pone el dedo en la llaga de la cuestión indígena”.
Las enseñanzas no se detienen. Sus publicaciones y alumnos como José Romero Galván y Patrick Johansson, continuarán transmitiendo la obra y conocimiento del huey tlamatini (gran sabio) que será por siempre Miguel León-Portilla.
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