“En Latinoamérica hay una recurrencia a la precariedad y a las crisis políticas”: Mariana Rondón
La cineasta venezolana habla en entrevista sobre ‘Zafari’, su nueva película.

Por Héctor González
La llegada de Zafari, el hipopótamo y nuevo inquilino de un zoológico une a distintas clases sociales en el festejo. Alcanzados por la crisis política, la comunidad empieza a enfrentar escasez de alimentos, agua y luz. La pobreza y la precariedad coloca a ricos y pobres en una situación de equidad que los llevará al límite al desbordar sus instintos primarios.
Después de más de 10 años sin dirigir, la cineasta Mariana Rondón, regresa con Zafari, una distopía aplicable a la realidad mundial y de manera muy particular a Latinoamérica.
Han pasado más de diez años entre tu anterior película Pelo malo y Zafari, ¿por qué tanto tiempo?
Junto con Marité Ugás creé una casa productora llamada Sudaca Films. Intercalamos producciones y durante este tiempo hicimos Contactado, en la que fui coescritora y productora. Ahora, en Zafari, yo dirigo y ella produce y coescribe.
¿Cómo nace Zafari? ¿Qué viste en la llegada de un hipopótamo a un zoológico de Venezuela que te dio motivo para hacer una película?
Nació de una noticia que leímos sobre un zoológico en Caracas. A partir de ahí nos pusimos a inventar cómo podría ser una fábula distópica sobre un lugar idílico donde hay una vegetación extraordinaria y con una luz perfecta. Nos parecía interesante observar como al llegar un hipopótamo se detonan todos los fantasmas del vecindario, o mejor dicho más que los fantasmas, los instintos más básicos del ser humano: miedo, hambre o deseo. Poco a poco vamos viendo como se hace cada vez más latente la precariedad y surge una moral dudosa, que nos lleva a un mundo casi de horror, donde la ética es cada vez más escasa. Queríamos mostrar al espectador un escenario donde se deteriora el alma.
¿Siempre tuviste claro que sería una película distópica?
Sí, es una distopía inspirada en hechos reales. Aunque la inspiración es Venezuela, cabe en un mundo perfectamente latinoamericano. Cuando llegué a Perú y empecé a contar historias sobre Venezuela me dijeron ahí pasaba lo mismo durante los ochenta. De pronto descubrí que en el Brasil del Bolsonaro pasaron por las mismas cosas. En nuestra región hay una recurrencia a la precariedad y a las crisis políticas. Es decir, este es un cuento que vivimos todos y solo va turnando de país en país.
¿Por qué contarlo desde el punto de vista de una familia burguesa y aparentemente inocente?
Quería contar la historia desde un aparente lugar idílico, esto me permitió mostrar mejor cómo el deterioro va permeando la mirada inocente de quien no sabe lo que está ocurriendo. Vemos un cruce de clases sociales que tiende a la igualdad, pero en lo más bajo, en la precariedad.
Eso es muy latinoamericano, ¿no?, pareciera que la movilidad social es descendente.
Cierto, al final intentamos colocar a todos los personajes en el mismo lugar: el de la sobrevivencia. No quería sobrevivientes y privilegiados, sino a todo mundo en la misma necesidad de convivir y negociar en igualdad de condiciones.
En este sentido, el hipopótamo es un símbolo metafórico porque es el quien menos mal la pasa. Eso abre el escenario a muchas interpretaciones porque se le puede ver como un reflejo del poder o la clase política.
Eso me parece muy interesante porque en Sudaca Films nos gusta el cine que deja espacios de libertad para que el espectador tome esas decisiones. El significado del hipopótamo cambia en función del lugar. Para mucha gente es como el final del poder, para otros es lo contrario. Sin embargo, algo que sí era necesario para nosotras, era colocar al personaje de Ana ante una decisión ética que la llevara a no sumarse a la barbarie. No importa si acabas o no con el poder, lo que importa es el libre albedrío de cada uno de nosotros cuando decide ser o no partícipe de un acto de barbarie.
Esto que mencionas es interesante porque entre las muchas crisis que padecemos en Latinoamérica, una de las más importantes y de las que menos se habla es la crisis ética.
Para mí este es el punto central de la película. Quizá así, platicado, parece una cosa teórica pesada, pero en la película está llevado desde un lugar donde el espectador puede ir poniéndose en la posición de los personajes. ¿Cómo nos comparamos éticamente con un personaje como Ana? ¿Qué habríamos decidido cada uno de nosotros?
¿Cómo hacer este balance entre entretener y al mismo tiempo hacer pensar al espectador?
Para mí esto es lo más divertido, porque además intentamos meter algo de comedia negra. Todo dentro de un contexto complicado que nos invita a ver como los personajes viven el deseo, el hambre, el placer o la desesperación. Más allá del color o de la corriente política que exista en cada lugar, creo que todos podremos identificar que el lugar desde donde se empieza a contar Zafari, es el populismo. Todos lo hemos vivido y nuestros países lo conocemos muy bien.
¿Qué sensación te deja no haber podido filmar la película en tu país, Venezuela?
Eso me dio aliento para hacer una película mucho más abierta y no limitarla a un lugar. Si te limitas a un lugar le estás cortando las posibilidades a tu trabajo. Todos en esta región y en el mundo entero, sabemos lo que es el populismo, en ese sentido creo que la película ganó mucho.

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