“Mi búsqueda como cineasta consiste en borrar los límites entre lo real y lo ficticio”: Paula Markovitch

La cineasta argentina será la invitada es especial del ciclo Conversando con nuestros cineastas durante agosto en la Cineteca Nacional; las sesiones comienzan este jueves.

agosto 10, 2023 6:44 am Published by

Por Héctor González

Con apenas 22 años, Paula Markovitch (1968) migró de Argentina a México. Aquí ha encontrado el sitio idóneo para ejercer su carrera como cineasta. En principio, la artista destacó por escribir los filmes Sin remitente y Elisa hasta el fin del mundo, sin embargo, fue su ópera prima El premio, la que la catapultó como una de las realizadoras más interesantes de Latinoamérica y a cosechar reconocimientos como el Ariel y el Oso de Plata en Berlín.

Durante agosto, Markovitch será la invitada especial del ciclo Conversando con nuestros cineastas, que se realiza en la Cineteca Nacional. Los jueves 10, 17, 24 y 31 de agosto, la directora proyectará y comentará tres de sus películas (El premio, El actor principal y Cuadros en la oscuridad) y presentará su libro Cacerías imaginarias. Todas sesiones serán a las 18:00 horas.

Tus padres eran pintores, ¿de qué manera eso te relacionó con un arte visual como es el cine?

Mi segunda película Cuadros en la oscuridad, está inspirada en la vida y obra de ellos, quienes me transmitieron su amor por la pintura. Cada vez estoy más cerca de este arte, la pintura me llama mucho, no para hacerla de manera profesional, aunque sí hago algunas cositas. Me siento libre y feliz ejerciéndola.

¿La puesta en escena y la composición de la imagen las piensas en términos de pintura?

Cada vez me ocupo más de encontrar una escena viva. En ocasiones que me dicen “qué suerte tuviste de captar ese momento, de encontrar ese personaje”, pero es todo es ficticio. Mi búsqueda como cineasta consiste en borrar los límites entre lo real y lo ficticio. Me interesa una cámara simple y directa, sin vueltas y ni sofisticación. Busco la belleza en lo directo, en términos pictóricos, pienso que en una puesta en cámara más clásica y convencional que me remite a la pintura renacentista. Sin embargo, también puede surgir algo bellísimo de tirar pintura sobre un lienzo. Así ha sido mi búsqueda en las últimas películas.

¿A partir de qué momento esta búsqueda la tuviste clara?

El premio, mi primera película, es una película tanto en su estructura narrativa como en su estructura visual, más clásica en su propuesta. A medida que he seguido filmando empecé a entrar en una búsqueda por encontrar lo real, lo improvisado y lo vivo. Hay un chiste que a veces digo en el rodaje: “esto vamos a hacerlo de otra manera porque así parece una película”, entonces buscamos la espontaneidad, lo azaroso y lo verdadero. A lo largo de esta búsqueda he tenido grandes aliados como los fotógrafos Bruno Santamaría y Claudio Rocha. Otro gran cómplice es el compositor y artista audiovisual Sergio Gurrola.

Esta visión del cine es cada vez más a contracorriente, tengo la impresión de que con la irrupción de las plataformas se estandariza y se homogeniza cierto tipo de propuesta narrativa y visual.

Tengo la sensación de que son dos mercados distintos, uno es el más comercial que se mide en la taquilla, y que paradójicamente siento que está muy vivo, es decir, hay más diversidad en lo comercial; el otro, es el cine de autor que se legitima por los festivales, en general europeos. Si bien hay obras extraordinarias, también siento que a veces el cineasta latinoamericano se orilla a producir cierto tipo de películas para que se legitimen desde allá, en este caso predominan historias que tienen que ver con nuestras problemáticas como sociedad y no es que no crea que no tengamos problemas o que no haya que hablar de ellos en nuestras películas, creo que sí, pero siento que el personaje rebasa su problemática. Yo intento crear personajes salvajes, únicos e inexplicables, que no sean fácilmente etiquetables, es decir, el personaje no es bueno, no es malo o es ambas cosas, depende el día.

Tu película Ángeles, que estás a punto de terminar, va un poco en ese sentido, muestra a la niñez en un contexto distinto al que estamos acostumbrados a verla.

Escribí esta historia para Ángeles Pradal, una niña muy talentosa y brillante que vive en un asentamiento marginal. Su fuerza interior y su espíritu que me cautivaron, tienen una vitalidad resplandeciente, no es una alegría vacía o superficial, sino una que conoce el dolor y la muerte. Siento que México es un país muy alegre y que no siempre esa alegría se refleja en su cine.

¿Vivir en México de qué manera ha cambiado o reafirmado tu idea del cine?

México es un país tolerante, alegre, hospitalario y generoso. Hay cantidad de artistas extraordinarios, es el país que elegí para vivir y hacer. Creo que me cambió bastante, las culturas argentina y mexicana, son distintas y a veces no se entienden. Argentina también tiene muchas cosas muy hermosas y muchas cosas que no son tan bellas, todos los lugares tienen su mirada, pero México apuesta siempre por la vida, por el encuentro humano, me parece que tiene muchas virtudes.

Con relación a tus primeras películas, ¿con qué te sigues identificando y en qué ya no?

Tengo una relación extraña con mis obras. Obviamente me gustan, pero claro, voy cambiando y buscando cosas nuevas. El premio fue una película bastante exitosa y estoy agradecida con el destino por esa posibilidad. Sin embargo, empecé a caminar hacia una búsqueda de un cine con más improvisación. Tomé de maestro en mi vida a John Cassavetes, aunque ya murió y nunca se enteró que fue mi maestro, pero he leído todo lo que escribió sobre su forma de trabajar. Sin abandonar la dramaturgia, fortalecía sus obras con la belleza del azar, de lo que ocurría en el momento. Sus obras tienen una frescura a la que aspiro, una verdad e inmediatez.

Las referencias sobre ti son que eres una gran maestra de guion, sin embargo, estás cada vez más cerca de la improvisación. ¿Hasta qué punto le sigues dando peso al guion?

Al igual que como sucede con el teatro, para mí una obra para cine es una pieza literaria. Lo que cambié es el estilo de puesta en escena, siento que a través de la improvisación se llega más al fondo dramático del texto. Cuando uso el guion como instructivo y hago una especie de ilustración en imágenes del texto, me parece que todo sale muy acartonado. Cuando trabajo con niños es muy claro, si hago que el niño repita un texto, no está experimentando la situación dramática. A veces prefiero que digan lo que quieran, pero que estén imbuidos del momento dramático, esa es la búsqueda.

¿Qué implica hacer una retrospectiva en este momento de tu vida, es decir, es una suerte de corte de caja?

La verdad es una propuesta de Juan Antonio de la Riva con quien estoy enormemente agradecida. Ambos tenemos algo en común y me refiero al interés por la infancia. Más que una retrospectiva es una muestra de mi trabajo hasta ahora y la oportunidad de conversar sobre estos temas. Además, es como una bienvenida para Ángeles, la película que estoy terminando, y que a veces creo, tiene un poquito de las anteriores.

¿Ahora, con la diversidad de plataformas y recursos técnicos, te resulta más fácil o difícil levantar proyectos?

Siento que es más fácil. Me gustan todos los avances tecnológicos, las series, las plataformas, me gusta todo lo tecnológico, el digital me encanta porque me permite experimentar. El tema es que estamos en un periodo de tanta abundancia de discurso que paradójicamente lo que es más difícil es compartir los resultados de la filmación. A veces los artistas estamos un poco solos y no entramos al diálogo, aunque también creo que el aislamiento es una idea artificial. Lo real que son las obras, están en comunicación, la obra de un artista está siempre en comunicación con las obras de otros artistas contemporáneos y con la historia del arte.

 

 

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