‘El que tenga que morir no nazca’, una investigación sobre el origen de la violencia en Centroamérica
El periodista Juan Martínez d’Aubuisson revisa cómo fue que San Pedro Sula, Honduras, se convirtió en la ciudad más peligrosa del mundo.

Por Héctor González
A principios del siglo XXI, una de las ciudades más violentas del mundo estaba en Centroamérica. En San Pedro Sula, Honduras, se llegaron a tener en 2013 niveles de 187 homicidios por cada 100 mil habitantes.
Con el objetivo de conocer y estudiar el fenómeno, el antropólogo y periodista, Juan Martínez d’Aubuisson (El Salvador, 1989), se dio a la tarea de emprender una investigación que le tomó poco más de diez años.
Las conclusiones de su trabajo hoy se publican con el libro El que tenga miedo a morir que no nazca (Planeta), un trabajo que navega entre la crónica, el reportaje y la sociología, para contar un proceso cuya resonancia alcanza a buena parte de la región latinoamericana.
¿De dónde viene tu interés por San Pedro Sula en Honduras?
Soy antropólogo sociocultural de formación y ahora me dedico al periodismo y a la crónica. Comencé trabajando sobre pandillas, mi tema es la identidad sociocultural, es decir, cómo un grupo social establece las murallas que terminan construyendo el nosotros versus los otros. Me enfoqué en estudiar las dinámicas de pandillas, de maras, en El Salvador. Por cuestiones laborales llegué a San Pedro Sula cuando era la meca de las pandillas y se le consideraba el sitio más peligroso del mundo, te estoy hablando entre 2013 y 2014. Durante mis estudios alrededor de los procesos de hiperviolencia he encontrado que las grandes potencias mundiales tienen una injerencia importante.
¿Qué herramientas te brinda la antropología para tu trabajo periodístico?
Para este libro use una metodología a la que llamo periodismo etnográfico. Parto de las herramientas clásicas de la antropología como son la convivencia prolongada y sistemática con los sujetos de estudio y la observación participante, para después vincularlas con recursos periodísticos como la comprobación de datos.
Tu libro plantea que la creación de contextos hiperviolentos es consecuencia de procesos de degradación que se extienden por décadas.
En América Latina y en particular para los países caribeños, el pasado de agroexplotación ha sido determinante. La llegada no solo de la United Fruit Company, la madre de todas las empresas transnacionales, marcó el desarrollo del capitalismo latinoamericano. Esta y otras empresas llegaron a Honduras cuando era un país muy joven e instauraron un sistema político, social y económico que tiene como consecuencia todo un paquete de problemas sociales, entre ellos la acumulación de población de manera desorganizada, las dinámicas de exclusión, de dominados y dominantes. El pasado de agroexportación marcó la vida política de Honduras y tiene relación con el crecimiento de una vida social muy violenta.
Esa historia resuena en distintos países, México entre ellos.
Latinoamérica, además de compartir un pasado indígena y una identidad panamericanista, comparte un pasado de explotación agropecuaria o minera; un pasado de dominación, servilismo y clientelismo. Todo esto explica la hiperviolencia que prevalece en Centroamérica, en el norte de México o el pico de violencia que hubo en Ecuador. Por medio de este libro hago una analogía entre el enclave bananero y la forma en que ahora se exporta cocaína. Según mediciones recientes por Honduras pasa el 80 por ciento de la cocaína que llega a Estados Unidos.
Todo esto se traduce también, en la intensificación en los flujos migratorios.
Totalmente. Las caravanas migrantes inician en San Pedro Sula. Necesitamos entender que la violencia es producto de todo un sistema violento y de exclusión.
¿Qué tipo de estados tenemos en América Latina qué permiten este tipo de sistemas?
Son estados clientelistas, pero tampoco podemos obviar el papel de los Estados Unidos. En Honduras se mantiene prácticamente el mismo que esquema que tenían las empresas bananeras. Los estados débiles potencian un sistema económico que funciona en condiciones adversas respecto Estados Unidos. Al principio se hablaba de bananas, pero hoy podemos referirnos a ropa, maquilas o cocaína.
Estas inercias tienen más de cien años, ¿cómo se pueden romper?
Para cambiar habría que empezar de cero. Proyectos sociales como el USAID pretendían echarle hielo a una olla con agua hirviendo y con fuego debajo. La apuesta nunca ha sido atacar el problema de raíz. Es decir, se usan paliativos, pero no se ataca la enfermedad. Hacerlo implicaría una serie de acuerdos internos e internacionales. No estoy en contra del intervencionismo estadounidense, estoy a favor del intervencionismo colectivo, es decir, de la colectividad de los países que tienen relación con Honduras. Cuando esto ha estado cerca de suceder al final se aborta. A mediados del siglo pasado Guatemala tuvo su primavera democrática con Jacobo Árbenz, Estados Unidos se encargó de desmantelar su gobierno a través de la operación PBSuccess.
Hoy hay quienes ubican en un modelo de control represivo, como el de Bukele en El Salvador, una opción. ¿Qué opinas?
Aquí hay dos cosas. Lo primero es un mecanismo extremadamente eficiente del dictador Bukele por vender un modelo violento. Lo segundo tiene que ver con sociedades sociedades latinoamericanas que han perdido la esperanza en la democracia, situación que se entiende porque las democracias han fallado y han sido corruptas. Ante la adversidad, el abandono y la soledad, las poblaciones buscan hombres fuertes, salidas rápidas. Esta ha sido la fórmula de todas las dictaduras. Sin embargo, esto es un engaño, porque estas dictaduras terminan agrediendo a su misma población. El problema es que cuando la gente se da cuenta de ello, ya es demasiado tarde.
¿El Salvador está en la antesala de esto?
En la antesala no, en El Salvador tenemos una dictadura. En la región vivimos un retroceso hacia modelos dictatoriales y autoritarios. Lo vemos también en Argentina, República Dominicana y desde luego Nicaragua. Pareciera que pasado un tiempo la gente olvida los horrores de estos sistemas y se queda con la añoranza de los hombres fuertes, que son lo que creen ellos que necesitan, y no es eso.
¿Por qué llamarlos dictaduras si al final fueron electos democráticamente y tienen respaldo popular?
Hay dictaduras de todo tipo. Algunas de carácter militar empiezan con un golpe de Estado como la de Pinochet. Otras tienen su origen democrático, como en El Salvador. Bukele ganó legítimamente en las urnas y yo me atrevería a decir de forma masiva. Sin embargo, en El Salvador, la Constitución prohibía la relección, pese a ello Bukele decidió modificarla utilizando su poder de manera burda. Desde luego, tiene el respaldo de la población en gran medida porque ha desplazado a las dos grandes pandillas la MS-13 y Barrio 18. La gente todavía se siente agradecida, pero es verdad que esta misma gente ya empieza a ver cómo van perdiendo derechos como la libertad de expresión.
¿Cuál es tu opinión de la política de Donald Trump respecto a Centroamérica?
Donald Trump está agravando las condiciones objetivas de vida en su patio trasero, como suele llamar a Centroamérica y en general a América Latina. De lo que no se da cuenta es de que, al hacerlo, estimula un tipo de migración y un tipo de lógica internacional que tampoco conviene a los Estados Unidos.

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