1994: 12 días que estremecieron al mundo | Artículo
¿Puede usted creer que hubo bombardeos (de parte del gobierno)? Los hubo, en maniobras aéreas que en ocasiones ni siquiera llegaron a saber cuál era el blanco “preciso”, escribe Julio Moguel.

Por Julio Moguel
I
El 1º de enero de 1994 un ejército conformado por cerca de 5 mil activos integrantes del mundo indígena del estado de Chiapas hicieron lo que muchos creyeron, durante las primeras horas de aquel día, una extraña “puesta en escena” de un grupo guerrillero de la menor relevancia, o una serie de acciones que sucedían en algún país centroamericano: le declararon la guerra al Estado mexicano, cuando propios y extraños creíamos que ello, en los “tiempos modernos“, los ciclos armados de la naturaleza referida ya habían pasado a la historia.
Antes de que acabara el día, aquel 1º de enero, el mundo en su totalidad sabía finalmente algunos de los datos más relevantes de dicho acontecimiento: que, en efecto, se trataba de una insurrección indígena, y que los miles de combatientes chiapanecos aprovecharon, para lograr el “efecto sorpresa”, la nocturnidad etílico-festiva del cambio de año y la conocida convicción del gobierno federal de que había dado el salto hacia el Primer Mundo con la puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio de México con Estados Unidos y Canadá.
La acción fue desplegada con minuciosos cálculos de ataque y con una perfección cronométrica que deslumbró incluso a los más duchos conocedores, teóricos y prácticos, del “arte de la guerra”: en la primera media hora del 1º de enero, una columna –la más numerosa– del que entonces empezó a conocerse como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) tomó San Cristóbal de las Casas, mientras que, sólo unas horas después, otras nutridas columnas de combatientes atacaron de manera simultánea las cabeceras municipales de Ocosingo, Altamirano, Las Margaritas y Chanal. El arco del ataque y de las confrontaciones se fue extendiendo como una mancha de tinta roja a otros importantes espacios de la geografía chiapaneca, como fueron los casos de Oxchuc, Huixtán, Abasolo, Chamal, Simojovel y San Andrés Larráinzar.
En contra de lo que había sido calculado por el Ejército Zapatista, el contraataque gubernamental en San Cristóbal de las Casas no se desplegó con toda la fuerza contenida en las instalaciones del Campo Militar de Rancho Nuevo de manera inmediata, lo que permitió que la ciudad fuera “tomada” en un principio sin demasiados contratiempos por la fuerza insurgente. No sucedió lo mismo en los otros espacios mencionados, pues en ellos los combates se extendieron durante todo el día 1º y los días que siguieron, con bajas de ambos lados en las que los rebeldes zapatistas sufrieron pérdidas de vidas de la que se carece aún de un registro preciso.
El caso es que las acciones de guerra se extendieron del 1º al 12 de enero de 1994, justo los días que, siguiendo la inspiración del título de un libro de John Reed, hemos anunciado como los “12 días que estremecieron al mundo”.
II
No es posible dejar de mencionar en esta nota la brutalidad con la que el gobierno de Carlos Salinas de Gortari y “su ejército” reaccionaron frente al alzamiento armado de los insurgentes. En correlaciones de fuerza que, sobre el terreno, era difícil que se definieran a favor de los rebeldes, el poderío militar del aparato gubernamental entró a operar por aire y tierra en acciones de muy distinta índole o naturaleza.
¿Puede usted creer que hubo bombardeos? Los hubo, en maniobras aéreas que en ocasiones ni siquiera llegaron a saber cuál era el blanco “preciso”. ¿Puede usted creer que la población civil fue protegida por las fuerzas del gobierno, estableciendo límites de intervención para no herir o matar a civiles indefensos? De ninguna manera: núcleos de aquel “patriótico” ejército nacional atacaron sin consideración a poblaciones enteras, de tal forma que el día 6 de enero el EZLN se vio obligado a decir, en un comunicado, que se llamaba “la atención de la prensa honesta nacional e internacional sobre el genocidio que las fuerzas militares realizan en las cabeceras municipales de San Cristóbal, Ocosingo, Altamirano y Margaritas, así como en carreteras aledañas a estos puntos, donde asesinan indiscriminadamente a civiles y luego los presentan como bajas al EZLN.”
Los combates cuerpo a cuerpo y en los espacios urbanos y periféricos de ciudades como Ocosingo se convirtieron en un verdadero infierno, en niveles de confrontación en los que de un lado se contaba con toda la fuerza instrumental que ofrecía “la técnica militar” –tanquetas, vehículos blindados, sofisticadas ametralladoras y rifles de precisión, con espacios y técnicas de resguardo y de repliegue en los que los “relevos” se encontraban a la mano– y del otro contingentes zapatistas armados, sí, con AK-45 o con metralletas o rifles AR-15 (el subcomandante Marcos cargaba con una subametralladora Ingram M-10), pero ello en un núcleo reducido de atacantes pues la mayoría combatía con pistolas y rifles de vieja usanza e incluso sólo con machetes, cuchillos, “puntas” aceradas, lanzas de madera o hasta piedras. Nunca podremos olvidar los fotos que llegan a mostrar que incluso algunos zapatistas no tenían más que sus rifles de pacotilla tallados en madera que usaban básicamente para sus ejercicios de preparación.
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III
A los 6 días de combate el EZLN, mientras mantiene posiciones importantes y realiza movimientos de fuerza que resultan de un impacto mediático, político y militar relevantes –como el secuestro el exgobernador Absalón Castellanos, la liberación de presos, y algunos claros triunfos tácticos sobre el terreno, además de las innumerables declaraciones de prensa que recorren entonces a la velocidad de la luz todo el planeta–, lanza la propuesta de un paro de las confrontaciones para el establecimiento de un “diálogo con condiciones” –entre ellas el reconocimiento internacional del EZLN como fuerza beligerante–, no sin que sume a ello un llamado a adherirse, al movimiento, a obreros, campesinos, indígenas, amas de casa, estudiantes y en general “al pueblo de México” y a otros pueblos del mundo.
La reacción del gobierno del presidente Salinas de Gortari frente a una guerra que ya empezaba a costarle políticamente, en el plano nacional e internacional, más de lo que jamás pudo imaginar durante aquellos días de su “borrachera” de festejos –por haber entrado con el TLC a las primeras ligas mundiales de la economía– fue lerda como la de una tortuga minusválida, de tal forma que tuvieron que pasar otros seis días para que se hiciera finalmente un “alto al fuego” provisional que abrió el curso a lo que a partir de ese momento ya es ampliamente conocido, a saber, la apertura de un proceso de diálogo del EZLN con una representación gubernamental encabezada por Manuel Camacho Solís, proceso que se inició desde el mismo mes de enero y que desembocó, a partir del 21 de febrero de 1994, en las pláticas entre ambas partes en la Catedral “de la Paz” de San Cristóbal de las Casas.
Doce días, en fin, que estremecieron al mundo. Doce días que abrieron también sin lugar a duda otro curso en la historia de México.

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