Grandes carnívoros: aliados clave para conservar la biodiversidad | Naturalia
Sin jaguares, lobos y pumas, los ecosistemas pierden equilibrio. Descubre su importancia para la biodiversidad y la salud ambiental.

Por Oscar Moctezuma O.
Naturalia, A.C.*
Los grandes mamíferos carnívoros como especies clave
para mantener la salud en los ecosistemas
Los grandes mamíferos carnívoros se encuentran entre los animales más incomprendidos, perseguidos y estigmatizados a nivel mundial. La mayoría de las personas los identifican como criaturas peligrosas, dañinas, sanguinarias y con una insaciable necesidad de matar, y esta percepción ha sido alimentada por muchas leyendas, cuentos, películas y series donde la fantasía se mezcla con la realidad, distorsionando la verdadera conducta de estos cazadores y mostrándolos como verdaderos monstruos que vale la pena erradicar de nuestro entorno.
Quizá parte de esta percepción proviene de nuestra memoria ancestral, de cuando en la prehistoria los humanos podían ser presa de grandes carnívoros o competíamos con ellos por cazar a muchos otros animales de los que nos alimentábamos. Sin embargo, el verdadero conflicto surgió cuando los humanos dejamos de ser nómadas y nos establecimos en territorios delimitados, donde surgió la agricultura y la ganadería y con ellas la visión de la propiedad. Comenzamos a criar a los animales que antes perseguíamos para cazarlos y aprovecharlos y, al hacerlo, les cambiamos la conducta. No sólo se volvieron más dóciles y manejables, sino que dejaron de desplazarse continuamente para buscar alimento, pues ahora el humano se los proporcionaba en los espacios confinados donde comenzamos a criar a los uros (el ancestro de los toros y vacas), cabras y borregos. En esta forma surgió el conflicto con los grandes depredadores, pues ellos mantuvieron su conducta cazadora y no perdieron la oportunidad de abatir a algunos animales que ahora las personas consideraban su propiedad. Al temor que nos inspiraban los grandes carnívoros como posibles depredadores de humanos, ahora había que sumarle la percepción de que buscaban dañar nuestro emprendimiento de auto abastecernos de animales para alimentarnos. Se gestó así el odio y la incomprensión hacia los grandes depredadores, que se volvieron los villanos de muchas historias y leyendas.
A partir de esa concepción, se desató una guerra ancestral para acabar con ellos, y el crecimiento y expansión de la ganadería, fue el motor de dicha guerra. A donde quiera que el humano llevó a sus nuevos animales domésticos, surgió el conflicto con los grandes mamíferos carnívoros presentes en ese territorio. Sólo las islas donde estos no existían naturalmente, se libraron de las campañas de exterminio contra los grandes depredadores, pero al ser la ganadería la actividad productiva más extendida a nivel rural en el planeta, este conflicto ha estado presente en los cinco continentes. Osos, leones, leopardos, pumas, jaguares, tigres, lobos y muchos otros grandes carnívoros, siguen siendo perseguidos y cazados, legal e ilegalmente, con la idea de proteger al ganado y a las personas.
Sólo hasta hace unas pocas décadas, los biólogos y ecólogos comenzaron a estudiar la conducta y papel ecológico de los grandes mamíferos carnívoros, revelándonos una imagen muy diferente a la que la tradición popular nos había formado de ellos.
Estos estudios arrojaron información sorprendente, que situaba a los grandes mamíferos carnívoros como especies clave para mantener la salud en los ecosistemas. Su influencia profunda en la dinámica natural, ha llevado a que algunos investigadores los equiparen al efecto de la luz solar en las cadenas de la vida. ¿Será posible entonces que en realidad sean más benéficos que dañinos?
Un caso en particular reveló con claridad el valor de los grandes mamíferos carnívoros en la dinámica natural: la reintegración del lobo gris (Canis lupus) al Parque Nacional de Yellowstone, en los Estados Unidos. Durante casi 70 años este carnívoro estuvo ausente de este parque que, aunque fue el primero en establecerse como reserva a nivel mundial en el siglo XIX, en sus orígenes no protegía a estos grandes depredadores, que bajo la visión popular negativa que se tenía de ellos, fueron erradicados incluso por los guardaparques de aquel entonces. Tras este suceso, sobrevino una degradación paulatina de los ecosistemas del parque, que nadie se explicaba porqué sucedía, siendo este un sitio muy extenso y bien protegido, sin ganado, sin cazadores y talamontes ilegales y sin habitantes humanos. Aun así, muchos terrenos del parque se fueron erosionando rápidamente, algunos arroyos se secaron y se presentó una alteración severa en la vegetación. Muchas especies de plantas y animales fueron desapareciendo poco a poco, empobreciendo la diversidad original del parque.
¿Cómo era esto posible? Algunos investigadores sugirieron que estos fenómenos estaban relacionados con la desaparición del depredador superior de los ecosistemas de Yellowstone: el lobo gris, y con la presión de los grupos conservacionistas, se logró restituirlo al parque con la reintroducción de los primeros lobos silvestres provenientes de una reserva de Canadá, que se liberaron en el año de 1995.
A partir de este momento, los investigadores se dieron a la tarea de estudiar con detalle el impacto de los lobos en la dinámica natural de Yellowstone. Se percataron así de que la conducta depredadora de los lobos, afectaba profundamente la conducta de prácticamente todos los animales del parque, y que al hacerlo se favorecía la regeneración natural de los ecosistemas locales.
En ausencia de los lobos, sus principales presas, ciervos, alces, venados y bisontes, se volvieron más sedentarios, ya que no tenían que huir constantemente ni estar tan alertas temiendo que los lobos llegaran a cazarlos. Por esa razón, eligieron los mejores sitios del parque para asentarse, los valles con arroyos perennes donde encontraban los pastos y plantas que más les gustaban. Al no tener que moverse continuamente para escapar de los lobos, comenzaron a sobrepastorear estos sitios, eliminando paulatinamente la vegetación y erosionando el suelo con su pisoteo continuo. Al eliminar con su pastoreo y pisoteo los renuevos de los árboles que debían crecer alrededor de los ríos y arroyos, provocaron una paulatina erosión en los márgenes de estos cuerpos de agua, ya que los árboles que con sus raíces compactaban y mantenían el suelo en su lugar, desaparecieron, lo que finalmente ocasionó que perdieran su capacidad de contener el agua y terminaran por secarse.
La degradación de los valles y cuerpos de agua, privó de hábitat adecuado a muchas especies, como los castores y los cisnes trompeteros, que desparecieron o se volvieron muy escasas. De igual manera, este fenómeno modificó de manera importante la diversidad de plantas, que fue disminuyendo a medida que los grandes herbívoros se multiplicaban en el parque, lo que a su vez afectó a muchas otras especies que dependían de las plantas que se fueron volviendo más y más escazas.
Pero los investigadores se percataron también de que los lobos no sólo eran importantes para contener a las manadas de los grandes herbívoros y modificar su conducta. Se dieron cuenta que, en ausencia de los lobos, muchos depredadores medianos, como los coyotes, zorras y gatos monteses, se habían multiplicado sin control. Los lobos cazan también a estos carnívoros medianos, manteniendo sus poblaciones en niveles adecuados para la salud de los ecosistemas. Al no tener el control natural que en sus poblaciones representaban los lobos, el número de estos cazadores medianos aumentó notablemente en el parque, y esto dañó las poblaciones de pequeños vertebrados (aves, roedores, conejos, etc.), que sufrieron un exceso de depredación y también comenzaron a desaparecer y, al desaparecer, muchas especies de plantas se quedaron sin polinizadores naturales o dispersores de sus semillas en el parque.
El impacto positivo de la depredación que los lobos llevan a cabo en los demás animales silvestres, se evidenció con claridad tras su reintroducción a Yellowstone, y esto demostró que en realidad los lobos son una pieza clave para que toda la maquinaria natural funcione y se mantenga la diversidad natural y los procesos ecológicos que sostienen la vida. Hoy, a treinta años de su restablecimiento en el parque, el balance natural se ha recuperado: los ríos y arroyos vuelven a ser perennes y la erosión en sus márgenes se ha detenido; la vegetación volvió a cubrir todos los rincones del parque y los castores, nutrias, cisnes, truchas y aves acuáticas, han regresado o se han recuperado en ríos, lagos y arroyos, así como muchos otros animales que se habían vuelto escasos y hoy sus poblaciones se encuentran en niveles adecuados.
De una manera similar al caso de Yellowstone, las regiones que han sido severamente impactadas por la ganadería, enfrentan esos fenómenos de deterioro de la vegetación, pérdida de biodiversidad, erosión extrema del suelo, azolve y pérdida de cuerpos de agua. El balance natural se ha perdido en estos sitios y la eliminación de los grandes depredadores locales, está contribuyendo a agudizar la crisis ecológica en esas zonas rurales. Por eso, una buena estrategia de restauración integral, debe contemplar la protección, recuperación y conservación de los grandes mamíferos carnívoros y su positiva función para mantener la salud del campo y sus ecosistemas.
Además, aunque la mayoría de las personas tiene la imagen popular distorsionada de los grandes carnívoros, también pueden reconocer varias cualidades que los hacen los cazadores supremos, como su fuerza, agilidad, poderío, astucia, sigilo y valentía. Son estas cualidades, las que también los hacen admirables y, si agregamos que la mayoría posee una presencia imponente y belleza natural, podemos encontrar elementos que también muevan a las personas a valorar nuevamente su presencia en el campo.
La asociación mexicana de conservación Naturalia, A.C., desde su fundación hace 35 años, ha reconocido el valor de diseñar estrategias de conservación que atiendan la necesidad de recuperar y proteger a los grandes mamíferos carnívoros de México, para asegurar en esta forma su función ecológica y todos los beneficios ambientales que nos ayudan a preservar la biodiversidad de nuestro país. En nuestro territorio nacional habitaban originalmente cinco especies de grandes mamíferos carnívoros: el Oso Gris (Ursus arctos), el Lobo Mexicano (Canis lupus baileyi), el Oso Negro (Ursus americanus), el Jaguar (Panthera onca) y el Puma (Puma concolor). El Oso Gris mexicano se extinguió en 1960 por la persecución humana. El Oso Negro y el Puma, si bien han sido perseguidos también y han desaparecido en muchos sitios del país, han logrado sobrevivir milagrosamente hasta nuestros días con poblaciones fuera de peligro en algunas otras zonas. Por su parte, el lobo mexicano fue intensamente perseguido desde la llegada de los colonizadores a América, de manera que prácticamente llegó a desaparecer del campo mexicano y por más de 30 años se consideró una especie virtualmente extinta, ya que sólo sobrevivía en cautiverio.
No fue sino hasta el año 2011, que Naturalia y la SEMARNAT reintegraron a este gran depredador de regreso a los bosques del norte de México, pero sin los mismos resultados alentadores que el regreso de los lobos trajo a Yellowstone, ya que en México no existe una reserva suficientemente grande y bien resguardada, que proteja a estos carnívoros efectivamente. Muchos lobos liberados a partir de esa fecha han sido cazados y envenenados ilegalmente, por lo que su recuperación como especie nativa sigue siendo dudosa. Finalmente, el caso del jaguar, aunque es menos apremiante que el del lobo mexicano, es también crítico: su población original en México se ha reducido a un 20 % de lo que había a inicios del siglo XX, y su distribución original en el país se ha reducido en un 50 %. Hoy en día, sobreviven poblaciones de jaguares en varios estados del país, pero su número sigue disminuyendo y enfrentan diversas amenazas, como la destrucción y fragmentación de su hábitat por carreteras y vías ferroviarias, el atropellamiento en carreteras, la disminución de sus presas naturales y finalmente la cacería ilegal y la captura y venta ilegal de cachorros para comerciarlos como mascotas.
Recuperar y proteger efectivamente al jaguar, depende en gran medida de que enfrentemos adecuadamente estas amenazas y de que protejamos y restauremos las zonas donde aún habitan. Y al hacerlo, debemos asegurarnos de que las comunidades rurales de esas zonas, comprendan el valor del jaguar y participen en su conservación. Es por esta razón que Naturalia, A.C., y muchos otros grupos de investigadores y conservacionistas mexicanos, estamos trabajando en estos aspectos.
Naturalia creó la primera reserva con el propósito principal de proteger al jaguar en México. Actualmente manejamos algunos predios de esta reserva, los vigilamos y restauramos el hábitat del jaguar en el estado de Sonora, donde habita la población más norteña de jaguares del Continente Americano y la única que está adaptada, de manera natural, a vivir en el desierto. Al jaguar se le conoce en Sonora como “El Tigre”, por lo que estos jaguares son los ¡verdaderos “Tigres del Norte”!
Con apoyo de diversos aliados, implementamos en las comunidades locales educación ambiental y capacitación a ganaderos para mejorar el manejo del ganado en campo y disminuir su impacto ambiental. También llevamos a cabo un monitoreo continuo de los jaguares y sus presas en la región y trabajos de restauración por medio de reforestaciones y levantamiento de presas de piedra acomodada en arroyos. Todo ello como parte de la creación de reservas con protección efectiva, en donde estamos cambiando la expectativa de sobrevivencia de los “jaguares del desierto”, uno de los grandes mamíferos carnívoros de México y pieza clave para que la biodiversidad y los procesos naturales, se mantengan en nuestro país.
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El 22 de octubre de 1990 se funda Naturalia, Comité para la Conservación de Especies Silvestres, A.C. (Naturalia, A.C.) con el fin de desarrollar y ejecutar proyectos para la protección y conservación de ecosistemas y especies silvestres amenazadas en México. Se inician actividades para la recuparación del lobo mexicano que culminan con la liberación de cinco lobos en octubre de 2011, después de más de 30 años de haber sido erradicados del campo. En 2002 inicia el proyecto de reforestación para revertir la degradación de ciertas áreas naturales del país; se han realizado jornadas de reforestación en 14 estados de la república, dándole actualmente un enfoque integral que incluye la restauración ecológica de algunas zona. Publica Especies durante 18 años, la primera y única revista dedicada a divulgar información sobre la biodiversidad de México y su conservación; después migra a una versión digital.

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