“Mientras haya lectores inteligentes, está asegurada mi supervivencia”: Carlos Velázquez

Editorial Océano reconoce al escritor de Torreón con la apertura de la serie Biblioteca Carlos Velázquez.

junio 8, 2025 5:46 am Published by

Por Héctor González

A principios de este siglo, la literatura norteña parecía estar ceñida al narcotráfico. Pocos autores ofrecían una narrativa más allá de la narcoliteratura, entre ellos se encontraba Carlos Velázquez (Torreón, 1978), quien desde el principio llamó la atención por hablar de su región desde una perspectiva que sin regodearse en la violencia de un zona supo tomarle el pulso, eso sí, siempre a través del cuento para contar su realidad desde el humor, la ironía y la provocación.

Hoy, con varios títulos publicados, Velázquez se reconoce como una anomalía dentro de la literatura mexicana, “desentono con el panorama general, porque la mayoría de los escritores no quieren quedarse fuera de la foto, incomodar y ni ser políticamente incorrectos”, plantea un autor a quien Editorial Océano reconoce con el lanzamiento de la serie Biblioteca Carlos Velázquez que inicia con la reedición de La biblia vaquera, La marrana negra de la literatura rosa y La efeba salvaje.

Editorial Océano está publicando la Biblioteca Carlos Velázquez, ¿no eres muy joven todavía para esto?

Ya no soy joven, pero sí puede parecer que me adelanté porque este tipo de reconocimientos les llegan a los autores cuando son mucho más grandes… no sé, después de los sesenta.

¿A ti cómo te hizo sentir esto? ¿Qué te supuso rencontrarte con tus primeros libros?

Creo que sí hacía falta una segunda vida para estos títulos. Es como revisar el trabajo de una vida, me mucho gusto por mí, por supuesto, pero también por el género. No es muy común que el cuento sea tan valorado por los grandes sellos. Me parece que es un triunfo para el cuento porque siempre está por debajo de la novela. Es una forma de decir que está vivo, que goza de buena salud y también puede servir de ejemplo para que los grandes sellos sigan insistiendo en apoyar al relato y le den más espacio en las mesas de novedades.

¿Corregiste los libros para estas reediciones?

Se corrigieron algunas erratas, pero los libros están tal y como se publicaron. En su momento fueron muy bien recibidos por la crítica y por el público, entonces si le metíamos mano corríamos el riesgo de regarla. Además, el autor que escribió esos cuentos ya no soy yo, es decir ya me costaría mucho volver y ponerme en esos zapatos y tratar de escribir algo en el mismo tono o talante. Desde luego que las obsesiones permanecen y es verdad que El menonita zen está muy hermanado con La marrana negra, pero sí hay otro escritor distinto, entonces quería respetar el espíritu original de las obras.

¿Qué tan autocrítico eres?

Suelo ser bastante autocrítico, pero siempre al momento de escribir. No publico un relato si no estoy convencido de él. La mayoría de los libros de cuentos en México, con algunas excepciones, tienen uno o dos buenos y lo demás es puro relleno. Yo no meto cuentos de relleno por eso mis libros son tan apreciados, tienen una calidad uniforme que no tiene desperdicio. No me avergüenzo de ninguno de mis libros, excepto del primero Cuco Sánchez Blues y aún ese me hizo ver que podía mejorar.

De hecho, El Cuco Sánchez Blues no viene en la biblioteca.

No, no va a salir.

¿Pero no sería justo que estuviera?

No es un libro cuya calidad merezca estar al lado de los otros. La mayoría de los primeros títulos de un autor tienden a ser deficientes.

 ¿Cómo te planteas cada cuento?

Siempre he intentado hacer algo distinto. En La marrana negra de la literatura rosa hay realismo, pero con un toque sobrenatural; En La efeba salvaje está “El resucitador de caballos”; en El despachador de pollo frito, hay un cuento de un detective que quiere desenmascarar a Paul McCartney; en El menonita zen escribí un relato con la estructura de las biografías orales de rock. Siempre procuro en al menos un relato, explorar y ampliar el registro porque la intención es no repetirse. Justo antes de platicar contigo terminé de leer Mecánica popular, el nuevo libro de Pedro Juan Gutiérrez y me pareció una versión muy disminuida de su Trilogía sucia de La Habana. En lo personal intento ser muy cuidadoso para que no me ocurran este tipo de cosas. Lo peor que podría pasarme sería volver a escribir La marrana negra de la literatura rosa.

¿Has desarrollado alguna teoría del cuento?

He leído muy poca teoría del cuento, casi siempre los que están muy preocupados en elaborar una teoría son malos cuentistas. Sin embargo, hay por ahí algunos textos que me parecen ilustrativos al respecto, pero para mí el cuento es un problema matemático, es decir un problema que requiere ser resuelto. El tema es que a la mayoría de los escritores no les gusta meterse en problemas, por eso en México se usa al género como un trampolín para escribir otras cosas, en particular novela. Cortázar tenía esta teoría que se hizo muy popular durante los ochenta creo, de que el cuento es como un knockout. La verdad no estoy de acuerdo porque después del knockout ya no hay nada, se acaba la pelea. Los mejores cuentistas que he leído son aquellos que después de terminar la pelea aplican lo que se llama el giro de tuerca.

¿Cómo qué cuentista te gustaría envejecer?

Mi proyecto desde que empecé, sobre todo desde La biblia vaquera, es dejar una obra de cuento dilatada, a la manera de los cuentos completos de John Cheever, que fue lo que leí cuando era joven y lo que me metió a este mundo. Mi propósito de aquí hasta que ya no esté es dejar 10 libros publicados. Me gustaría que se me considerara un cuentista diverso, con sus obsesiones y estilo, pero preocupado por hacer un aporte a lo que se ha escrito en México, en relación con el género.

No tiene nada que ver, pero ¿crees en el más allá?

No, ya sería terrible que existiera una vida después de esta.

Desde que empezaste a escribir hasta ahora, los límites del humor y la corrección política se han movido bastante. ¿Piensas en eso cuando escribes?

No. La corrección política amenaza al humor, sobre todo al humor negro y ácido que es el que escribo. Creo que en la República de las Letras existe la tendencia de que si no escribes de lo que se supone, está aceptado eres rechazado, marginado o soslayado, pero yo voy a seguir escribiendo lo que tenga que escribir, independientemente del precio que haya que pagar. Ahorita las corrientes y modas literarias, no se permiten ser críticas con absolutamente nada, y el asunto tira hacia no ofender a nadie. De seguir esta línea yo me sentiría mal conmigo mismo. La autenticidad es una cosa cada día más ausente dentro de la narrativa y sobre todo la narrativa mexicana. Uno tiene que luchar por su derecho a emitir su voz tal y como siente que debe hacerlo. Cuando empecé me pareció muy importante no subirme a la moda de la narconovela. Nunca he sido un correteador de modas solo para vender más libros, pegar más o ser aceptado.

Publicas en editoriales grandes, en general la crítica te trata bien, es decir eres aceptado e incluso al margen de tus libros has creado una suerte de personaje Carlos Velázquez.

Sí, pero si ahora publicara un libro sobre la maternidad o paternidad seguramente me pondría en primera fila. Me gusta escribir a contracorriente de lo que es la cultura o la ideología dominante.

¿Crees que abundan libros sobre maternidad o paternidad?

Definitivamente sí, checa las mesas de novedades. El otro día me decía un amigo que el asunto de los daddy issues ahora la gente lo quiere hacer pasar por literatura.

Pero pueden ser temas de literatura…

Sí, pero la mayoría están escritos desde la denuncia y esa denuncia es lo que entorpece la apreciación de la obra, también tenemos el poco rigor estilístico. Si te fijas en un libro de denuncia lo que brilla por su ausencia es el rigor estilístico, o sea la preparación literaria.

Te escucho y me parece que tienes muy claro tu papel dentro de la literatura mexicana, además de que no haces alarde de modestia alguna.  

Me considero una especie de anomalía. Sí creo que mis cuentos y libros tienen calidad, la prueba es el respaldo de esta biblioteca. Si fueran libros medianones no estarían considerados como tal. Creo que desentono con el panorama general, porque la mayoría de los escritores no quieren quedarse fuera de la foto, incomodar y ni ser políticamente incorrectos. Yo me pongo en una posición fuera del margen, pero lo interesante es que a pesar de estar afuera al mismo tiempo estoy en el centro. Y eso no es algo que diga yo, mis libros son bien recibos por críticos con peso, autoridades en la materia. Hoy en día mucha gente escribe reseñas, pero sin tener la misma autoridad de los grandes críticos que todavía nos acompañaban hasta hace unos años, como Sergio González Rodríguez. Entonces, mientras haya lectores inteligentes, creo que está asegurada mi supervivencia.

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