La dictadura plebiscitaria perfecta | Artículo
La estratagema de López Obrador consiste en una aberrante paradoja (tan frecuentes en la mente del demagogo supremo): sofocar a la democracia prometiendo que la va a mejorar.

Héctor Tajonar
¡Fuera máscaras! La arenga del secretario de Gobernación Adán Augusto López pronunciada el sábado 2 de abril en Sonora expresa con claridad y cinismo insuperables el carácter regresivo del cambio de régimen ofrecido por la demagógica Cuarta Transformación. El discurso pasará a la historia de la inmundicia política del gobierno de Andrés Manuel López Obrador:
“Cuando le dijimos al presidente López Obrador que íbamos a venir a Sonora, me dijo: ¿Y a qué vas? No pos voy, nos invitó el gobernador y los compañeros a hablar sobre la reforma eléctrica. Pero la verdad es que no voy a hablar de la reforma eléctrica, vamos a apoyar al Movimiento para que el 10 de abril los sonorenses y los mexicanos demostremos al mundo que somos capaces de apoyar al mejor presidente en la historia moderna de México. Y me dijo: Hay que tener cuidado, no vaya a ser que te corran los del INE (risas). Y le dije, mire no me pueden correr pero supongamos que en uno de sus excesos me corran, pues me voy a ir a parar con Durazo en la esquina de la calle Pino Suárez y Niños Héroes a decir: Pues es un honor que me corran por apoyar a López Obrador.” (De inmediato surgieron los vítores: ¡Es un honor estar con Obrador!)
La bravata no quedó ahí, ya encarrerado, espetó:
“Se van a ir todas esas que ahora se llaman autoridades electorales… Se equivocan los adversarios y se equivocan los del INE… Esos ya se van y los vamos a ver pasar ahí con la cola entre las patas.”
La elocuencia del funcionario tabasqueño no fue un mero desliz retórico sino una provocación, una burla. El desplante revela su desprecio por la ley, además de un desafío a los responsables de aplicarla. Sé que estoy violando la Constitución y la ley electoral, ¿y qué? El encargado de la política interior del país convertido en un marrullero que comete un flagrante delito electoral y se jacta de ello. El uso de un avión de la Guardia Nacional y la presencia del general Rodríguez Bucio en el festejo agrava la violación a la ley.
Obviamente, al balardón lo alentó la certeza de su impunidad. En la mañanera del lunes 4, López Obrador se apresuró a exculpar a su subordinado y paisano. Sin decoro alguno, negó que Adán Augusto López hubiese ido a Sonora para promover la consulta de revocación de mandato a pesar de la evidencia videográfica y fotográfica de los hechos.
No obstante, el mandatario tuvo que aceptar: “Si hay denuncias en su contra pues que la autoridad competente resuelva.” ¿Quién se atreverá a juzgar y penalizar a uno de los hombres más cercanos al todopoderoso presidente López Obrador? De la respuesta a esta pregunta depende, en gran medida, la credibilidad y el futuro de las autoridades electorales del país, así como de la Fiscalía Especializada en Delitos Electorales y, por tanto, de la democracia mexicana.
Atentado contra el INE y la democracia
El desaguisado confirma la estrategia presidencial para desaparecer al INE como organismo electoral autónomo para terminar de asfixiar a la democracia mexicana. Se trata de reforzar su poder autoritario a fin de mantenerse en él, sea mediante la prolongación de su mandato o de la imposición de un maximato.
La estratagema de López Obrador consiste en una aberrante paradoja (tan frecuentes en la mente del demagogo supremo): sofocar a la democracia prometiendo que la va a mejorar. En nombre del “pueblo” se realiza un lento estrangulamiento de las instituciones democráticas.
La estrategia es una mezcla de las mañas del presidencialismo autoritario mexicano, que el macuspano se ha propuesto perfeccionar; con una fórmula que han aplicado con éxito los autócratas del mundo como Chávez, Putin, Trump, Orban (Hungría) y Erdogan (Turquía), entre muchos otros. Los golpes de Estado militares son cosa del pasado. Para asesinar a la democracia actualmente se utilizan métodos aparentemente legales y aprobados por los congresos e incluso avalados por las cortes supremas.
El caso de la revocación de mandato lo ilustra con claridad. López Obrador decide proponer la revocación como instrumento para confirmar su popularidad, siguiendo los pasos de sus pares en Venezuela, Bolivia y Ecuador. Consigue que el Congreso incluya a la figura de revocación en la Constitución (artículo 35). Acto seguido propone que la pregunta impresa en la boleta incluya una frase que contradice la esencia de la revocación, convirtiéndola en una ratificación de mandato. La Suprema Corte aprueba ese absurdo.
A partir del 4 de febrero inicia el proceso de consulta y se desatan las violaciones a las normas. La Comisión de Quejas y Denuncias del INE ha emitido más de 20 medidas cautelares, la mayoría han sido desatendidas. Las trampas del gobierno se multiplican y escalan las agresiones del autócrata contra el INE y su Consejero Presidente, incluso se habla de juicio político contra él. El cargo de Lorenzo Córdova terminará el 3 de abril de 2023.
La cantidad de irregularidades y delitos cometidos por funcionarios del gobierno ha pervertido este ejercicio de democracia deliberativa al grado de convertirlo en una grotesca consulta de Estado.
Lo que procede es que, sea cual fuere el resultado, se solicite la anulación de la revocación de mandato y se sancione a los responsables de delitos electorales considerados graves, en los que aplica la prisión preventiva.
El INE organizó la revocación, contará los votos y dará vista de las quejas y presuntos delitos al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y la Fiscalía Especializada en Delitos Electorales.
Elementos de la estratagema para aniquilar la democracia
A continuación enuncio los elementos centrales de la estratagema para aniquilar a la democracia, con un breve comentario entre paréntesis sobre su aplicación en México:
1. Crear una narrativa de cambio integral. (Llevar a cabo “la transformación de la vida pública de México”, instaurar “un cambio de régimen” y lograr “la revolución de las conciencias”. Hasta ahora, los pilares retóricos del gobierno de la 4T no se han traducido en hechos positivos para el país sino más bien lo contrario).
2. Elaborar una imagen de superioridad moral y política que proyecte al líder carismático como el salvador de la patria, mediante una estrategia de comunicación centrada en el culto a la personalidad. (“Nosotros somos distintos”, “para nosotros la política es un imperativo ético”. Asimismo, el demagogo se proyecta como ejemplo de “austeridad republicana”. Todo ese engaño se ha derrumbado).
3. Asegurar la hegemonía comunicacional. (La “mañanera” es el máximo púlpito de la simulación y el cinismo, la hipocresía y la mendacidad. Desde ahí el demagogo, erigido en manipulador supremo, gobierna e impone su verdad única e irrebatible sobre el país; además de intimidar y denostar a sus críticos de forma arbitraria e impune, afectando gravemente la libertad de expresión, así como el derecho a la información.
4. Asegurar el control del aparato coercitivo del Estado. (La militarización impuesta por el autócrata excede con mucho “el monopolio de la violencia legítima” postulado por Weber. Es su seguro para mantenerse en el cargo hasta que él decida irse, al menos eso cree él. El crimen organizado controla amplias zonas del territorio nacional y está infiltrado en las más altas esferas de los tres niveles de gobierno, así como de las Fuerzas Armadas. La militarización es inédita y al parecer irreversible. Asimismo, representa una fuente de opacidad y potencial corrupción a gran escala formado por el triángulo milicia-presidencia-crimen organizado. Existe el riesgo de que el país se convierta en un narcoestado. Ayotzinapa y el caso Cienfuegos ilustran el poder militar sobre el sargento López Obrador).
5. Controlar la procuración e impartición de justicia. (La autonomía de la Fiscalía General de la República (FGR) es sólo de derecho, no de hecho. En realidad es el instrumento fundamental del autócrata para intimidar a sus opositores mediante el uso faccioso de la ley y de las instituciones de justicia. La revelación de la podredumbre enquistada en la FGR, la Consultoría Jurídica de la Presidencia y la Secretaría de Gobernación ha puesto al borde del colapso al sistema de justicia mexicano, sin excluir a la Suprema Corte. Hasta el momento prevalecen el silencio y la impunidad).
6. Suprimir o neutralizar a todas las fuerzas políticas y económicas que puedan representar una limitación al poder del autócrata, trátese de los poderes Legislativo y Judicial, o de organismos autónomos, organizaciones de la sociedad civil o grupos de presión empresarial. (“Tengo todo el poder en mis manos”).
7. Polarizar al país. (Despreciar a los “fifís” y a “la clase media aspiracionista” para identificarse con “el pueblo” y crear una relación clientelar con las mayorías que lo llevaron al poder. “Primero los pobres”. O se está a favor de la 4T o en contra de ella. Padecemos un maniqueísmo autoritario).
8. Culpar de todas las lacras del país al pasado inmediato. (La argucia propagandística contra el “neoliberalismo” es una burda simplificación con claros signos fascistoides).
9. Ofrecer erradicar todos los males del nefasto pasado. (En primer lugar, “abatir la corrupción”, causa principal del desastre que heredó. Según el demagogo “hay que barrerla de arriba para abajo como las escaleras”. En el caso de su gobierno, toda la mugre se quedó arriba. La podredumbre ha brotado en los círculos más cercanos de la Presidencia y de la familia del mandatario. La impunidad prevalece. Adicionalmente, el supremo simulador ha prometido restaurar la seguridad pública, combatir la pobreza y la desigualdad, crecimiento económico incluyente, garantizar una óptima salud pública y asegurar la educación de calidad. En todos esos ámbitos de la política pública también ha fracasado).
10. Llevar a cabo un proceso de radicalización paulatina para asegurar su permanencia en el poder. (La determinación de acabar con la autonomía del INE y la independencia del TEPJF es la prioridad del codicioso mandatario, con miras a 2024. El sometimiento de la Fiscalía Especializada en Delitos Electorales, está garantizada. Los embates contra los ministros de la Suprema Corte de Justicia ponen en riesgo la independencia del Poder Judicial. La radicalización autoritaria aumentará en la medida en que la corrupción y los fracasos del gobierno obradorista sean del dominio público. La democracia está en peligro).
Democracia deliberativa y cambio de régimen
¿Cómo clasificar el cambio de régimen ofrecido por la “Cuarta Transformación”? El carácter regresivo de ese cambio se vislumbraba desde la victoria electoral de López Obrador en 2018 y sus orígenes se remontan al inicio su larga lucha por el poder.
La mente política del mandatario está formada por una revoltura de dogmas de su pasado priista, en especial el nacionalismo revolucionario del general Cárdenas y los fundamentos del presidencialismo mexicano, mezclados con un marxismo setentero: ideas y tácticas de Lenin, Gramsci, el Che Guevara y Fidel Castro.
Ese bagaje ideológico o idiosincrásico ha marcado su pensamiento, sus creencias políticas, así como sus estrategias para llegar al poder y ejercerlo. Su cerebro mira al pasado y transpira rencor. La venganza es lo suyo.
Hay un fuerte sustrato autoritario en el pensamiento y la acción política de López Obrador. Como miembro y candidato de la oposición e incluso como jefe e gobierno de la Ciudad de México fue un defensor de las normas de la democracia representativa. Gracias a ella y a las leyes e instituciones electorales obtuvo una victoria indiscutible en las urnas en 2018.
Sin embargo, desde que se convirtió en presidente electo y sobre todo cuando decidió cancelar el aeropuerto de Texcoco, adoptó una versión pervertida de la democracia participativa como método para justificar una imposición unipersonal y autoritaria, (además de absurda y terriblemente nociva para el país). No fue una decisión sustentada en el análisis racional y técnico del asunto sino la manera de consolidar su poder frente a los grupos de presión políticos y empresariales.
En ese momento se definió la manera en que iba a ejercer el poder presidencial y, por tanto, el carácter del cambio de régimen ofrecido por la fracasada Cuarta Transformación.
La 4T es una aspiración que fue dada a conocer en 2018 como si fuese ya un hecho consumado. Ello colocaba ipso facto al supremo impostor como un prócer de la patria a la altura de Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero y Cárdenas. Nada menos.
Claramente, ello denotaba una acendrada vanidad megalómana, identificada con la personalidad autoritaria estudiada por Theodor Adorno y relacionada con la forma de dominación carismática postulada por Max Weber. Ese tipo de gobernantes son los dictadores, tiranos, caudillos, monarcas, autócratas o presidentes todopoderosos.
Al régimen surgido de la revolución mexicana se le ha clasificado como hiperpresidencialismo, presidencialismo autoritario, dictadura sexenal, monarquía presidencial, democracia de fachada, autoritarismo, autoritarismo electoral, o dictadura perfecta.
Tras la cancelación del NAIM escribí que el presidente electo López Obrador tenía una visión tergiversada y errónea de la democracia deliberativa. Así lo reveló la “consulta pública” (patito) realizada para justificar su imposición, envolviéndola en el manto de una supuesta “democracia participativa”, totalmente degradada y ficticia.
En dicho texto citaba la declaración de López Obrador dirigida a los empresarios en tono intimidatorio: “¿Quién manda? ¿No es el pueblo? ¿No son los ciudadanos? ¿No es esa la democracia? ¡Ese es el cambio (de régimen)!”
Me pareció entonces, y ahora lo confirmo, que lo más grave y riesgoso de la orden presidencial y de su argumento para justificarla era lo concerniente al concepto obradoriano de democracia participativa. “Obviamente, lo que vimos no fue un ejercicio de democracia deliberativa sino un remedo de ella, lo cual podría ocasionar una profunda e intolerable regresión en el desarrollo político del país.”
Advertía que si el presidente electo estaba utilizando el concepto de democracia participativa con fines de manipulación estaríamos frente a lo que podría convertirse en una dictadura plebiscitaria, concepto acuñado por el jurista alemán Carl Schmitt aplicable a los regímenes autoritarios y/o populistas de la América Latina contemporánea. (Voluntad de poder, Aristegui Noticias, 1/XI/2018).
La dictadura plebiscitaria
El pensamiento de Schmitt representa una versión radical del llamado realismo político. La ley deriva y está sujeta al poder: es el soberano quien en última instancia determina el contenido y el sentido de las leyes, lo cual puede traducirse en una justificación de los regímenes autocráticos o totalitarios.
La versión tabasqueña de esta teoría está sintetizada en la reciente frase presidencial: “No me vengan con el cuento de que la ley es la ley”.
Esa brutal expresión resume la razón por la que en México no existe un auténtico Estado de derecho que funcione en la realidad y no sólo como un ordenamiento normativo que no se cumple.
“La construcción teórica schmittiana implica la idea del poder autocrático de un dictador”, escribe Lorenzo Córdova en su tesis doctoral (Derecho y poder. Kelsen y Schmitt frente a frente, Fondo de Cultura Económica, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2009, p. 292).
En el autoritarismo no existe el principio inspirador de la ley, de ahí la distancia entre el país legal y el país real que padecemos en México. El cambio de régimen de la 4T es regresivo y ha dado lugar a una dictadura plebiscitaria perfecta; parafraseando la genial sátira de Vargas Llosa aplicada al presidencialismo autoritario mexicano, que el demagogo macuspano ha logrado superar.
Traición y prospectiva
Andrés Manuel López Obrador no sólo ha sido un pésimo presidente sino un impostor y un traidor a la democracia que lo llevó al poder.
Entre más se sienta exhibido en su mendacidad y fracaso más se radicalizará, por ello no puede descartarse la posibilidad de que pretenda prolongar su mandato o de imponer un maximato. Está aferrado al poder y obnubilado por él. Su desprestigio es progresivo e irreversible.
Al parecer, su corcholata favorita es una distracción para mantener al verdadero tapado-destapado cuyas iniciales son AALH, comparte con el mandatario su primer apellido y el lugar de nacimiento. No obstante, es difícil que el autócrata logre imponer al candidato de Morena a la Presidencia sin que haya una fractura dentro de su partido-movimiento.
Si Marcelo Ebrard no resulta favorecido por el dedo presidencial (sin albur), presentaría su candidatura, quizá con Movimiento Ciudadano, secundado por algunas figuras destacadas de Morena como Ricardo Monreal y algunos más.
Preocupa que la oposición esté adormilada, sin proyecto, ni estrategia, ni ideas. La larga lista de posibles precandidatos difícilmente podría traducirse en una candidatura de unidad y, lo que es peor, ninguno de los aspirantes reúne el perfil necesario para gobernar un país tan complejo como México. El panorama no es halagüeño.
El Congreso debe rechazar la inadmisible reforma electoral del demagogo si se quiere vencer a la dictadura plebiscitaria perfecta en 2024.

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