‘Voces negras’, un recorrido por la diversidad de las músicas africanas
La periodista e investigadora Tania Safura Adam, cuenta el presente de un continente a través de su mosaico sonoro.

Por Héctor González
Para hablar de África se puede comenzar diciendo que tiene una población de mil 400 millones de personas, el 18 por ciento de la población mundial, de los cuales 420 millones viven en pobreza extrema, según datos de la Organización Mundial de Comercio. Podemos agregar que tiene 54 países soberanos y dos estados de reconocimiento limitado. Hoy, sin embargo, haremos a un lado las estadísticas y hablaremos del tercer continente más grande del planeta desde otra perspectiva: la musical.
Durante el otoño de 2012, Tania Safura Adam (Mozambique, 1979) estuvo confinada producto de un embarazo triple de alto riesgo. En la última etapa de la gestación, la periodista e investigadora se vio atrapada por la música de su región y comenzó a fraguar lo que ahora es el libro Voces negras (Malpaso), un auténtico viaje sonoro a través de la música del continente africano.
“Todo empezó por una pregunta básica, ¿por qué no he tenido la oportunidad de crecer con los sonidos que conformaban mi espacio, mi universo de cuando vivía en Mozambique o en Portugal? Tomé la música para analizar su transmisión a España u Occidente”, explica la escritora en entrevista desde Barcelona.
El proceso del libro tomó cinco años, durante los cuales cuestionó el papel de los etnomusicólogos que se han dado a la tarea de hacer lecturas sobre la musicalidad en el continente africano. “Fue un trabajo arduo, cada disco que escuché lo contextualicé e intenté comprender la letra, aunque hay que decir que muchas canciones están lenguas que desconozco, yo solo hablo inglés, español, francés y portugués, las lenguas coloniales”.
Poco a poco y con apoyo de películas y lecturas, Safura Adam profundizó en el origen de los sonidos. “Pude atar cabos hasta configurar una realidad paralela a la que se cuenta en los libros de texto”.
Diversidad
En estricto sentido, Voces negras es un amplio recorrido por tradiciones con quienes Occidente todavía está en deuda. “Lo que más me interesaba era reivindicar la diversidad, por eso no hablo de música popular, sino de músicas populares”.
Para conseguirlo, realizó entrevistas y mapeos por países o artistas. Indagó en el papel de los diferentes agentes occidentales como los académicos y críticos que terminaron por convertirse en brazos del colonialismo. “Hay que analizar esto comprender la participación de las discográficas, que finalmente son las que deciden cuáles son los sonidos afines al oído occidental y por tanto son exportables. Eso pasaba con los propios países colonizadores, ellos eran los que decían qué sonidos son los que representan a la nación”.
Agrega que un proceso similar se dio cuando los territorios consiguieron sus soberanías. “Los líderes eran quienes decidían que sonidos debían imperar. Al final existe una idea del poder sobre la evolución musical que creo, es importante tenerla en cuenta porque es inherente al ser humano y que ocurre en todas partes no solo en África. Mirar a través de esta lupa te permite entender la complejidad del sonido, de las historias y del poder mismo. Ya basta de hacer una lectura del sujeto africano como un sujeto inválido e inferiorizado”.
El texto revisa el papel de algunos de los artistas africanos que han destacado en Europa o América, como el senegalés Youssou N’ Dour, cuyo pasaporte al reconocimiento internacional fue su colaboración con el británico Peter Gabriel. “Su caso es bastante particular, artistas como él tienen que ser buenos músicos para afrontar un mercado como el occidental, Youssou N’ Dour fue parte de lo que llamó world music y siempre ha defendido su posición. Toumani Diabate y Rokia Traoré, de Mali tomaron también esa posición, en realidad Mali es un foco de exportación de musicalidad mal llamada africana, porque la realidad es que es maliense. Tal vez con el Congo, son las dos naciones que más han colonizado el espacio de la world music, con la diferencia de que el Congo atiende al sonido de las diásporas africanas”.
La revolución de internet
A lo largo de la obra, leemos también, la influencia de artistas como el nigeriano Fela Kuti en procesos políticos de la región y en el reconocimiento de una tradición que influyó al funk y al hip hop. “Ha habido periodos en donde se ha reconocido más el impacto de la música africana, sin embargo, ahora mismo estamos un momento de descrédito a toda una evolución. Tengo la sensación de que se va a ir hacia atrás en muchas de las luchas que se han impulsado durante las últimas décadas. El sistema está racializado y si bien reconoce que la gente negra tiene mucho ritmo, se le sigue viendo como gente básica y primitiva. Se nos sigue mirando desde una narrativa deshumanizada y de inferioridad”.
Parte de esta narrativa se sostiene en sistemas producción que perpetúan valores vinculados a la blanquitud. “La música anglosajona es la que ocupa un lugar extremo, incluso si hablamos de jazz o blues, a pesar de su raíz esclava. Al provenir de Estados Unidos, que es Occidente, esos sonidos tienen un estatus superior a las músicas africanas, a pesar de que la realidad es que un artista de blues africano no es tan distinto a sus pares estadounidenses. Tanto el sujeto negro como la música está marginalizado, solo entrará al centro cuando esa supremacía blanca decida que puede hacerlo y bajo que parámetros, eso es lo que se conoce apropiación”.
Como ejemplo, la escritora cita al jazz, género que fue asimilado por la sociedad blanca que, al adoptarlo, explica Safura Adam, “se apropió del sonido y un espacio de creación”.
Hoy y pese a los discursos colonizadores, la lista de músicos africanos influyentes es cada vez mayor. Al nombre de Fela Kuti podemos sumar Miriam Makeba o Hugh Masakela por mencionar algunos. “Las músicas siempre tienen sus mitos y el referente del afrobeat es Fela Kuti, pero también otros que representan un territorio. Gracias a internet se han roto barreras y hay una eclosión de las músicas africanas que permite construir una genealogía. Mi tesis es que existen dos grandes momentos de revolución cultural en África, el primero es durante las independencias y el segundo es internet”.
El problema en todo caso es que, si bien en otra época la música africana acompañó procesos sociales importantes, actualmente dentro del capitalismo exacerbado “lo social no vende, no gusta y molesta. Lo que reivindicaba Fela Kuti no lo reivindica ahora Burna Boy, quien pone su cara en un billete. Así son los tiempos que vivimos”.
El goce que produce la lectura de Voces negras se potencia si se hace con una plataforma para reproducir música a la mano. El lector curioso encontrará en las páginas artistas y regiones que ampliarán el horizonte sonoro. “Ghana, Senegal, Camerún, Guinea-Bissau, Cabo Verde, Zimbabue, son países muy estimulantes, pero en el top tendría que ubicar a la República Democrática del Congo y Etiopía, aunque Sudáfrica y Nigeria son también muy interesantes”.
En lo personal, Tania Safura Adam se decanta por las músicas de los años sesenta y setenta del siglo XX. “Me gustan las músicas del Palm-wine, son tranquilas con sonidos más puros y no tan mezclados, músicas de orquestra, no tanto de estudio. Una de las cosas que me fascina de esos años son las canciones, son tan largas que de repente te ponen un giro que te vuela la cabeza. Me encanta la rumba congolesa y el jazz etíope, la música senegalesa con tintes cubanos, como la que tocaban tocaban a principio Ambassadors o Salif Keita, incluso Youssou N’ Dour. Mi recomendación para quien quiera incursionar en la música africana es comenzar por lugares más que con artistas, eso te permitirá entrar a universos fascinantes”.

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