‘Me senté a escribir en medio de un huracán que dejó un apagón de ocho meses y 4 mil 654 muertes’: Mayra Santos-Febres
En su nueva novela, la escritora puertorriqueña revisa el cisma que supuso el paso del huracán ‘María’ en la isla.

Por Héctor González
El huracán María golpeó Puerto Rico el mismo día en que la ciudad de México fue sacudida por un terrible terremoto: el 19 de septiembre de 2017. Aquel día en la isla comenzó un apagón que duró ocho meses, recuerda la escritora Mayra Santos-Febres (1966).
El fenómeno natural pasó además por República Dominicana, Haití, Guadalupe y Martinica, entre otros territorios. El saldo de muertos según cifras extraoficiales superó los cuatro mil. Tras su paso siguieron días de desbasto, carestía y oscuridad. En medio de eso y mientras Mayra Santos-Febres salía a buscar agua y alimento, la gente le decía, “¿usted es la escritora?, no se olvide de nosotros y cuente esto”.
A partir de la petición, la narradora comenzó a construir lo que hoy es Antes que llegue la luz (Planeta), una novela que evoca el impacto social y personal que supone un huracán.
Antes que llegue la luz es una novela sobre los huracanes naturales, pero en particular sobre su impacto personal y social.
Vivimos un momento limítrofe y que nos afecta a todos, no solo por la pandemia, sino también por el cambio climático. Curiosamente, el huracán María en Puerto Rico fue el mismo día que el terremoto de 2017 en la ciudad de México. Me atrevería incluso a relacionar la pandemia con toda la alteración de la naturaleza. Me parecía imposible no narrar el paso del huracán. Mientras buscaba agua, gasolina y protegía a mis hijos, mucha gente me decía: “¿usted es la escritora, verdad?, por favor escriba”. Ante sus peticiones se me quebraba el alma porque no había luz. La pared de protección que construí durante décadas y que me convertía en la negra letrada con doctorado se vino abajo. No sabía cómo abordar lo que sucedía. El huracán María puso sobre la superficie el racismo y el sexismo. No me quedó más que indagar e intentar escribir una historia digna de compartir.
¿A partir de las peticiones de la gente cambió su relación con los lectores?
Para mí la literatura no solo es publicar libros y recibir premios. Yo vengo de un país pequeño, extraperiférico y colonial. Se supone que somos territorio colonizado por Estados Unidos, pero no somos parte de ellos. Al mismo tiempo soy afrodescendiente y una mujer integrada a una sociedad moderna con derecho al voto y al trabajo. No obstante, todavía peleamos derechos sustanciales como leyes contra el abuso laboral, la capacidad de decisión sobre nuestro cuerpo y la existencia de lugares de lactancia. Gracias a mi trabajo tengo una voz como escritora para hablar en la radio y la televisión. Genero contenidos con perspectiva de género y raza. Tras el huracán este tipo demandas se volvieron más urgentes y sí, definitivamente cambió mi relación con la literatura.
¿Cómo fue el cambio?
El más notorio fue en la manera de narrar. Me senté a escribir en medio de un apagón que duró ocho meses y de un huracán que causó 4 mil 654 muertes. Solo podía tomar apuntes. Trabajé casi de manera medieval para armar una estructura que diera cabida a una realidad inabarcable. Intenté replicar diversos puntos de vista. ¿Cuánto me servía mi entrenamiento como fabuladora para trabajar personajes que a la vez eran personas con nombre y apellido? Todos los implicados en el relato son reales y además añadí historias que me contaban mientras esperábamos la luz. Me inquietaba cómo crear una ficción honesta que diera cuenta de una realidad mínima.
¿Por eso tiene un carácter híbrido entre ficción y realidad?
La novela no conversa con una sola tradición literaria. No me atrevo a decir que es una obra testimonial o sin ficción. Hay ecos de la nueva crónica iberoamericana, de la literatura sin ficción francesa, y del realismo crudo mexicano de Fernanda Melchor y Elena Poniatowska. A sangre fría, de Truman Capote me ayudó a narrar la crudeza. Aun así, no me centré en jugar con las fabulaciones de manera artística. Quería crear belleza, pero eso pasó a segundo plano ante la necesidad de dar forma a un armazón que variedad de voces.
En el llamado de la gente hay una necesidad de dejar un testimonio de esa experiencia para que no se olvide, ¿no?
Cierto. Me impresionó la inmensa necesidad de narrar que nos acompaña siempre. Además de la luz y comida, también necesitamos de los relatos para vivir y en ese sentido me siento una privilegiada. Gracias a esta experiencia corroboré que la literatura crea puentes entre las personas y ayuda a sobrevivir.
¿Cree que por eso han tenido éxito los diarios de pandemia del último año?
La literatura siempre ha sido un gran instrumento para ampliar nuestra percepción de la realidad. Nos ayuda a comprender que no estamos solos. Amplía la sensibilidad y colectividad desde el plano íntimo de la experiencia humana. Los problemas en India o Brasil durante la pandemia nos impactan directamente. No obstante, las noticias se sustituyen unas a otras y dentro del mar de información e historias, la literatura es más que necesaria.
¿Qué secuelas dejó a nivel social el huracán María en Puerto Rico?
Una de ellas, que no necesitábamos del gobierno. Durante el huracán y a ahora en la pandemia se dedicó a robar. La ayuda internacional no la repartió por ineptitud y corrupción, entiendo que pasó lo mismo en México después del terremoto. Aun así la gente respondió. Nuestra capacidad de organización y respuesta nos salvó. Todo eso redundó en las grandes manifestaciones de 2019 que forzaron la renuncia del infame Ricky Roselló y que presionaron para la creación de un Congreso más diverso. Ahora tenemos una senadora afro que trabaja por los derechos de raza, un Estado de emergencia declarado contra la violencia de género y eso se logró a partir de esa solidaridad apabullante.
¿Qué expectativas hay en Puerto Rico con Joe Biden?
En lo personal es un gran alivio. Poco a poco hay que desmontar lo que hizo Trump empezando por la política migratoria. Respecto a Puerto Rico se trabajan contra una ley que permite a evasores de impuestos establecer una residencia falsa en la isla. La relación política con Estados Unidos sigue siendo curiosa. No sé qué sucederá porque el huracán sacudió y conectó con el Puerto Rico de la diáspora y la inmigración. La mitad de mi familia vive en Estados Unidos. Hay más puertorriqueños allá que aquí y fueron ellos los primeros en enviar furgones y dinero. ¿Qué se hace con una ciudadanía global? Hay nuevas relaciones con la forma de estar en el mundo, la patria o el país natal. ¿Cómo nuestras organizaciones sociales pueden dar cuenta de las nuevas formas de entender las nacionalidades? Si no aprendemos que somos ciudadanos del mundo nos mereceremos otra pandemia.

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