“Soy el piano, soy la música y soy la emoción de estar en el escenario”: Ana Ruiz, pionera del free jazz
A unos días de iniciar un ciclo de conciertos en el Multiforo Alicia, la artista celebra su terquedad como pianista por más de 50 años.

Por Héctor González
El año pasado, el periodista y escritor David Cortés comenzó a barajear la idea de un homenaje a Ana Ruiz, pionera del free jazz en México. “Al principio no me lo tomaba muy en serio”, recuerda la artista. Cuando la idea empezó a tomar más forma ella misma propuso que le gustaría que fuera en un lugar donde pudieran tocar con algunos de los músicos con que ha colaborado a lo largo de su carrera “quería que estuviera mi tribu”, dice.
Así fue como nació 50 años de Experimentalismo en México, homenaje-residencia que durante los jueves de agosto hará un recorrido por su trayectoria. La sede de las presentaciones es Multiforo Alicia. “Estoy agradecidísima con Nacho Pineda y David. ¿Qué puedo hacer más que agradecer?, qué bonito que todavía estoy viva y hablar, hablar de la mujer e improvisar sobre un escenario”.
Historia de vida
Ana Ruiz nació el 2 de agosto de 1952 en la Ciudad de México. Su abuela, pianista formada bajo la tutela de Alba Herrera y Ogazón, y su tía, casada con el célebre compositor Carlos Chávez, la introdujeron al mundo de la música desde pequeña. Poco después ingresó al Conservatorio Nacional y desde entonces todo ha sido un no parar. “Mi mamá tenía mucho interés en que todos sus hijos tocaron un instrumento. Mi abuela que vivía con nosotros, tocaba el piano y me encantaba verla tocar a Liszt, Chopin y Tchaikovsky. Yo le daba vueltas a las hojas sin saber música y ella me empezó a enseñar a tocar. También estudié con mi tía Otilia Ortiz, esposa de Carlos Chávez, él era muy amable, tenía su estudio en el segundo piso y mi tía lo tenía en el primero. Con ella aprendí técnica y toqué piezas de Blas Galindo, Revueltas, de mucha gente”.
El siguiente paso fue ingresar al Conservatorio Nacional, para entonces ya tenía claro que se dedicaría a tocar el piano. “A lo largo de mi vida he tenido grandes maestros, José Antonio Alcaraz, Carlos Chávez, Mario Lavista, Julio Estrada, Manuel Enríquez, trabajé y aprendí con Terry Riley, cada vez que venía a México se quedaba en mi casa de modo que le oía cantar y platicábamos mucho”.
La formación de Ana Ruiz ha estado más ligada a la música de concierto que al propio jazz. “Nunca toqué ni estudié jazz tradicional porque no me interesaba encerrarme en un número limitado de acordes”.
A principios de los setenta, conoció al saxofonista Henry West. A su lado aprendió de armonía y ritmo y formó Atrás del cosmos, uno de los primeros proyectos de free jazz en México. “Recuerdo que me decía: ‘vamos a partir de nada’; desde entonces así han sido mis improvisaciones, creo esa es la mejor manera de vaciar toda la carga mental que llevas”.
Aquella era una época en la que las oportunidades para las mujeres eran menores, en particular para quienes no eran cantantes. “Yo era instrumentalista, no andaba con la faldita cortita ni el escote. Me ha tocado luchar y enfrentarme con cosas, pero siempre he sido terca”, apunta.
Si algo la ha mantenido a flote es la perseverancia o lo que ella llama terquedad. “Nunca me importó que me dijeran que no sabía tocar o que lo hacía feo. Siempre he hecho lo que sentido que debo hacer”.
Entonces los músicos de jazz tocaban en bares o fiestas, no obstante, Ruiz desde el principio ha buscado que sus proyectos se presenten en lugares donde la gente vaya a escucharlos y no los use como música de fondo. “En un bar la gente no te presta atención, va a tomar la copa y a platicar”.
Visitó cuanta casa de cultura pudo y cuanto foro le abrió las puertas. Durante ocho meses tocó en El Teatro El Galeón, siempre con localidades agotadas. “Una vez, un maestro del Conservatorio me dijo que el jazz no era música, pero no lo hice caso. Pese a todo no era una mala época porque vivíamos de tocar, ahora eso es muy difícil. Cuando estuve con Atrás del cosmos en los setenta y ochenta, vivíamos de nuestras presentaciones, eso cambió a partir de los noventa. Hoy la situación económica es complicada”.
Otro de los proyectos emprendidos por Ana Ruiz fue Cihuatl, un ensamble conformado solo por mujeres. “Fue una época en la que sentía que debía tocar solo con mujeres, pero hoy te puedo decir que no tenemos que separar hombres de mujeres, estamos juntos en el mundo. Hoy, por fortuna, ya no existe el temor de que llegues a tocar a un lugar y un hombre te vea feo, te diga que eres lesbiana o prostituta”.
La función de música, crear una emoción
El ciclo de presentaciones en El Alicia inicia el 8 de agosto con el concierto de ARMS (Ana Ruiz y Mauricio Sotelo), quienes han tocado juntos ya en varias ocasiones. Contarán con el saxofonista Carlos Greco y el baterista Emilio “Piscuis” Gordoa, como invitados. Como banda abridora estará Carlos Marks, quienes luego de unos años de ausencia, regresan como dueto a los escenarios.
El 14 del mismo mes Ana Ruiz estará acompañada por la Cocina (Ariel Guzik, Evodio Escalante, Alain Derbez y Jazzamoart), en un momento histórico se reunirán luego de 34 años de no encontrarse juntos sobre un escenario. Abre la sesión Bardo Thodol, dueto progresivo-electrónico integrado por los igualmente legendarios Carlos Vivanco y Alex Eisenring.
El 21 de agosto, el turno será para el Ana Ruiz Cuarteto con Milo Tamez, Roberto Tercero y Luis Chino Ortega. El grupo invitado de la anfitriona es Deborah Silberer y Los Perros de la Luna de Moondog.
Finalmente, el homenaje-residencia concluirá el 28, con la presencia de Kóryma, su grupo actual integrado por Misha Marks, Adriana Camacho, Rodo Ocampo, Roberto Tercero, Carlos Greco, David Contreras, Daniela Olmedo y Macarena Guerrero. Compatirán cartel con Metaensamble, la actual evolución de Cabezas de Cera, el grupo de Mauricio y Francisco Sotelo.
Alejada de los reflectores, las redes sociales y la farándula, Ana Ruiz se ufana de su trabajo y terquedad. Nunca ha obtenido una beca del FONCA ni tampoco ha aspirado a los grandes premios. “No persigo los reconocimientos, es verdad que ahora estoy agradecida, pero esto se debe a que este reconocimiento proviene de amigos. A estas alturas no necesito ser famosa, he hecho muchas cosas y aquí sigo. Estoy escribiendo mi historia y supongo que en algún momento se publicará. Esta residencia en El Alicia no es solo para mí sino para todos los improvisadores y freejazzistas mexicanos que luchan día a día, y también de manera especial para las mujeres, por eso en la última sesión tocaré una pieza dedicada a la mujer con letra de María Sabina”.
En paralelo a la preparación de estos conciertos, trabaja en la catalogación de su archivo para la Fonoteca Nacional y tiene en puerta por lo menos tres grabaciones. Con Kóryma trabaja en la producción de un disco que registrará un concierto que dieron en Francia, con un par de bonus tracks de presentaciones en Huerto Roma y El Alicia. Además, con la compañía Campo Abierto, dedicada a hacer objetos de arte, prepara un casete con música compuesta finales del siglo XX y principios del XIX; y alista unas piezas que integrarán una antología que será lanzada en Estados Unidos con música hecha en México.
De modo que, por lo pronto, la palabra retiro no se vislumbra en el horizonte de la artista. “Soy el piano, soy la música, soy la emoción de estar en el escenario y hacer sentir algo a la gente. Mi camino ha sido extraordinario, conozco música, pero a la vez sé que me falta mucho por aprender. Viví en casa de Don Cherry un mes, haciendo una residencia, conviví con sus hijos, nietos y amigos. Ahí toqué con unos músicos europeos maravillosos, así es como me he dado cuenta de que la vida sencilla es una belleza, que disfrutar un pan hecho por la vecina, por el amigo, por la prima o por quien sea, es una maravilla porque de ahí viene la plática. Si tomas en cuenta todo eso, tu vida se transforma continuamente”.
Con 73 años recién cumplidos, Ana Ruiz se sigue emocionando cuando habla de Albert Ayler, Cecil Taylor, John Coltrane, Ornette Coleman, Dexter Gordon, Keith Jarrett o Sonny Rollins. “La función de la música es crear una emoción en el oyente y cambiarle sus parámetros del oído. Estudié crítica musical con José Antonio Alcaraz, así que imagínate, puedo desglosar y analizar músicos y canciones, pero algo que te da el tiempo es madurez. Dentro del free jazz hay jóvenes que improvisan para decir aquello que no pueden decir en casa, el trabajo o en la calle, pero eso solo es parte de un proceso. Yo he compuesto música ranchera y he tocado con grupos de salsa, todo eso me ha dado herramientas para entender mi forma de improvisar. A mucha gente que improvisa le falta cultura musical, crecer emocionalmente, o quitarse el ego. De poco sirve tocar 50 minutos sin parar si no consigues transmitir una emoción”.

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