A la mitad del camino, el fin de la esperanza en el cambio | Artículo

No se han desmontado todas las piezas del régimen presidencialista ni se han hecho las reformas necesarias para cambiar las estructuras de autoridad y las reglas del proceso político del régimen anterior.

septiembre 4, 2021 8:50 am Published by

Rogelio Muñiz Toledo

 

“Si algo me molesta y considero peligroso es, sencillamente, la ‘ideologización’ de nuestra reforma y el dogmatismo intolerante, y por supuesto el casi fanatismo que a veces la acompaña”: Václav Havel *

 

En dos artículos publicados en septiembre y diciembre del año pasado planteé dos preguntas a propósito del destino de la llamada Cuarta Transformación (4T) y de las propuestas del presidente López Obrador sobre el cambio de régimen y la creación de un Estado de Bienestar: ¿concluirá la 4T sin cambio de régimen y sin Estado de Bienestar? y ¿terminará la Cuarta Transformación como un proyecto fallido?

En su más reciente libro (A la mitad del camino, Planeta, 2021) y en su mensaje con motivo del tercer informe de gobierno, el Presidente sostiene que “a la mitad del camino, a pesar de la pandemia, se han establecido las bases para la transformación de México” y que “es tan importante lo logrado hasta ahora, en este periodo, que hasta podría dejar ahora mismo la Presidencia sin sentirme mal”.

La realidad es que hasta ahora la 4T se reduce prácticamente a tres cambios sustanciales: el reconocimiento constitucional de algunos derechos sociales -muy importantes pero insuficientes para establecer las bases de un Estado de Bienestar-, la reorientación del presupuesto para financiar una política de bienestar basada fundamentalmente en programas de transferencias monetarias directas -cuya necesidad y utilidad para la redistribución del ingreso están fuera de duda, pero que son solo una pequeña parte de un sistema integral de bienestar – y lo que para el Presidente ha sido el logro más importante en lo que va de su gobierno: “el cambio de mentalidad con la puesta en práctica de un proceso de pedagogía política” (A la mitad del camino, p. 10).

Me parece que con estos cambios no alcanzará para lograr el cambio del régimen ni mucho menos para establecer las bases de un Estado de Bienestar y que la Cuarta Transformación terminará en un proyecto fallido si, como se desprende de su libro y de su mensaje, el Presidente considera casi acabada la obra de transformación y que, en lo fundamental, “las bases de la transformación” consisten en respeto al Estado de derecho (legalidad y democracia), austeridad, un gobierno con preferencia por los pobres, autoridad moral para gobernar y el fortalecimiento de los valores morales, culturales y espirituales (A la mitad del camino, p. 85). Ni hablar del cambio político que llevara al país a la IV República, que durante más de dos décadas ha impulsado Porfirio Muñoz Ledo.

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Como lo señala el politólogo Leonardo Morlino, el cambio de un régimen político implica transformaciones no solo en los valores, principios y roles de comportamiento político y del ejercicio del poder, sino en las normas y reglas del proceso político y en las estructuras de autoridad. Aunque el Presidente dice que “la transformación está en marcha”, lo logrado hasta ahora parece insuficiente.

Para transformar el régimen político se requiere más que un “cambio de mentalidad”, una Guía ética para la transformación de México, autoridad moral y un estilo personal de gobernar republicano y austero. No se han desmontado todas las piezas del régimen presidencialista ni se han hecho las reformas necesarias para cambiar las estructuras de autoridad y las reglas del proceso político del régimen anterior.

Para revertir las consecuencias económicas y sociales de las fallidas políticas neoliberales de las tres últimas décadas y, sobre todo, para establecer un sistema integral de bienestar que diera paso a un Estado de Bienestar alineando a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de la ONU, es insuficiente la política social implementada en estos tres años, como lo demuestran el aumento de la pobreza, el retroceso en los niveles de bienestar y la persistencia de las brechas de desigualdad. Un programa de bienestar no equivale a establecer las bases de un Estado de Bienestar

Dice el presidente López Obrador que ya solo faltarían tres reformas constitucionales para dejar establecidas las bases de la transformación: una reforma electoral, otra en materia eléctrica y otra para consumar la militarización de la seguridad pública (esta última no solo no guarda relación alguna con el cambio político y social prometido, sino que es contraria a los derechos humanos y al derecho convencional). Sin embargo, el contenido de las reformas constitucionales aprobadas no parece suficiente para consumar el cambio.

Las reformas constitucionales en materia educativa, de salud y derechos sociales y la relativa a la prohibición de condonación de impuestos son insuficientes para construir un sistema universal, integral y gratuito de salud, un sistema universal de seguridad social (que incluya salario digno, pensiones contributivas suficientes, seguro de desempleo, ingreso mínimo vital y pensiones no contributivas y becas para los sectores sociales más vulnerables), un sistema de cuidados y un nuevo pacto fiscal para financiar la política de bienestar, sin llevar al Estado a una crisis fiscal.

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La reforma constitucional que estableció la revocación del mandato y modificó las bases de las consultas populares, y los cambios constitucionales en materia electoral que el Presidente ha anunciado que impulsará, son insuficientes para lograr el cambio del régimen político. Incluso las tres reformas constitucionales más relevantes en materia política en lo que va del sexenio (paridad entre géneros, reconocimiento de pueblos y comunidades afromexicanas como parte de la composición pluricultural de la Nación y desarrollo integral de la juventud), que el Presidente casi no menciona como parte de la transformación -seguramente porque no formaban parte de su agenda y no fueron impulsadas por él-, son insuficientes para modificar sustancialmente las reglas del proceso político y las estructuras de poder, como para hablar de un cambio del régimen político.

La llamada Cuarta Transformación ha tenido una alta dosis de ideología y pocas ideas para el cambio del régimen político y la creación de un Estado Social. Se ha apuntado a un cambio profundo pero sin ocuparse del camino para llegar a él. Era necesario haber dejado atrás los ajustes de cuentas con el pasado neoliberal -con batallas más en el terreno ideológico y discursivo que en la práctica- y avanzar efectivamente en la construcción de una agenda de transformación del régimen y de reforma del Estado, negociada con las oposiciones, para institucionalizar los cambios.

Sostiene el Presidente que “orden dada no supervisada no sirve para nada” (A la mitad del camino, p. 10). Tal vez el ejemplo más evidente de esto es el desabasto de medicamentos e insumos en el sector salud; tema en el que el presidente López Obrador reconoce que apenas “se empiezan a ver los primeros resultados” (A la mitad del camino, p. 38). En esta materia, en el Gobierno del presidente López Obrador faltó ajustarse estrictamente a lo que dispone la parte final del punto 16 de la Guía ética para la transformación de México, impulsada por él: “No destruyas, a menos que sea para construir algo mejor. No desperdicies insumos y no deseches cosas que aún puedan tener utilidad”.

Para aspirar a avanzar en el cambio del régimen político y en el establecimiento de las bases de un Estado de Bienestar, y mantener vigentes las expectativas de cambio, aún faltarían muchas reformas constitucionales -no solo las tres anunciadas por el Presidente- y muchas más legales; además de un nuevo enfoque en la negociación con el poder legislativo y un ajuste urgente en los criterios de eficacia en la administración pública. Los cambios en la Secretaría de Gobernación y en la Consejería Jurídica de la Presidencia seguramente ayudarán a avanzar por esta ruta, pero no son suficientes.

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Un dato final: a pesar de que el Presidente afirme lo contrario, en su gabinete no ha habido ni hay paridad entre géneros. Al inicio del gobierno el gabinete legal (19 secretarías de Estado y la consejería jurídica) estaba integrado por 8 mujeres y 12 hombres. Después de 12 cambios en 9 secretarías y en la consejería jurídica, hoy la proporción es la misma: 40% mujeres y 60% hombres.

Si no se profundiza en el cambio, se corre el riesgo de que al proyecto de la 4T le suceda lo que, en opinión del presidente López Obrador, pasó con el “propósito democratizador” de Madero: su “única posibilidad de éxito” -dice López Obrador- consistía en compaginarlo “con el anhelo colectivo de justicia social” y, al no haberlo hecho así, “el proyecto quedó cojo, en el aire, desprotegido y vulnerable ante la permanente embestida de los opositores partidarios del antiguo régimen porfirista” (A la mitad del camino, p. 179). El fracaso de la 4T sería el fin de la esperanza en la consumación del aplazado cambio del régimen político y en el establecimiento de las bases de un Estado de Bienestar.

* Último presidente de Checoslovaquia y primero de la República Checa

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