“El músculo de la mayor parte de mi obra es la memoria”: Jordi Soler

El narrador mexicano publica ‘Y uno se cree’, volumen que cuenta el proceso en el que escribió una canción a cuatro manos, con el músico Joan Manuel Serrat.

mayo 4, 2025 5:17 am Published by

Por Héctor González

Cuando Jordi Soler (La Portuguesa, Veracruz, (1963) comenzó a escribir nunca se imaginó que llegaría el día en que escribiera una canción con su ídolo: Joan Manuel Serrat.

Hoy sabemos que ese día llegó y no solo eso, también publicó un libro cuyo nombre retoma un verso del músico catalán, Y uno se cree (Alfaguara), y que da cuenta de una amistad.

El título por si fuera poco, tiene varios de hilos de los cuales agarrarse y que van del homenaje, al anecdotario pasando por una profunda reflexión sobre el proceso creativo y los orígenes del propio autor mexicano.

Y uno se cree es un libro sobre una canción, pero a la vez es sobre el proceso creativo y tus orígenes, ¿te lo planteaste así desde el principio?

Sí, es un libro multigenérico. Tiene lo del proceso creativo tú apuntas, pero también memoria y no solo personal sino de aquel México de los setenta y ochenta, lleno de precariedades. Comenzando porque no había dónde comprar ciertos discos. Hay, además, una parte ensayística porque el narrador se pregunta cosas todo el tiempo. Pero sobre todo es una historia inverosímil, porque se trata del momento en el que se conocen el cantante y el niño que creció admirándolo. Y esto ocurre precisamente porque es el cantante quien lo quiere conocer. Es una situación que me parecía tan inverosímil que la tuve que escribir para que me creyeran.

¿Cómo fue ese encuentro?

Bueno, yo estaba en la promoción de mi novela Los Rojos de Ultramar, la cual tuvo éxito en España. Y alguien me dijo que el periodista español Iñaki Gabilondo, quien tenía el programa de radio más oído, y Joan Manuel Serrat habían hablado de mi libro al aire. Era la época en la que la radio pasaba y se iba porque no había Twitter ni clips. Yo no pude oír aquel encuentro, pero me pareció impresionante que Serrat leyera mi libro y lo comentara además con Iñaki Gabilondo. Horas después, mientras yo estaba en la Feria del Libro de Madrid, mi amigo el periodista Juan Cruz me habló para decirme que Serrat me quería conocer y para preguntarme si podía ir a cenar con ellos en Barcelona. Por supuesto dije que sí y tomé el tren para llegar. Recuerdo que era el restaurante Om, que estaba de moda, es uno de estos super chefs donde pides un bistec y te dan una pildorita de carne pequeña. Desde el primer momento Serrat me recibió en el terreno de la amistad. La amistad allana de entrada, cualquier diferencia, y tus amigos son tus amigos, no importa que uno sea el cantautor alfa de la lengua, es igual. Lo primero que me dijo fue que no solo había leído Los Rojos de Ultramar, sino además, La mujer que tenía los pies feos. A partir de ahí empezó una conversación que no se ha interrumpido hasta hoy.

Como si se conocieran de mucho tiempo.

Sí, tal cual. Como él me había leído y yo lo había oído, de cierta manera nos conocíamos desde antes.

Acabas de mencionar que Los Rojos de Ultramar tuvo éxito. ¿Qué es el éxito?, tal vez este pudo haber sido que te permitió conocer a Serrat.

Ese es un vector del éxito importante, pero también podría decirte que ese libro me convirtió en un escritor internacional. Se leyó en España, se tradujo a otros idiomas, le fue muy bien en Francia. El otro día oía a una escritora que decía que el éxito es vender mucho, pues para mí no. A mí me gusta que mis libros incidan en la opinión de una comunidad, que cambien, aunque sea milimétricamente, la vida de alguien.

¿Las canciones de Serrat han cambiado tu vida?

Radicalmente. El Mediterráneo es un mar con el que convivo desde hace más de 20 años y lo sigo viendo con los ojos que me sintonizó Serrat con su canción. Así como veo el campo de Castilla, como me lo enseñó a ver Cervantes.

Aunque mucho tiempo tu estuviste del lado del rock…

No necesariamente, lo que pasa es que es lo que se notaba. Lo escandaloso era el rock, pero yo oía a Serrat antes, cuando era niño.

¿Nunca te alejaste de su música durante algún periodo?

No, he ido llevando mis discos de Serrat por todas las mudanzas que he hecho a lo largo de mi vida, que han sido muchas. Tengo todavía en mi casa en Barcelona, mi colección de cd’s de Serrat. No tengo la de lp’s porque la regalé aquí.

¿Qué otros discos te acompañan?

Un montón. Tengo a lo mejor mil 500 todavía. Me encanta el acto de poner discos, puros cd’s porque lp´s no tengo. Me parece importante tenerlos ahí, aún si algún día se avería el aparato, los dejaré ahí como muestra del mundo del que vengo. Tengo también películas en DVD, un montón, una pared llena, que pienso dejar ahí, aunque se extinga el DVD. Es mi seña de identidad.

¿El éxito de Y uno se cree podría haber sido terminar de componer la canción con Serrat?

No, el éxito es muy simple. Cuando pensé hacer el libro, cuando prácticamente me convencieron de hacerlo, porque al principio solo tenía las notas que tomaba a partir de la canción que estábamos escribiendo, le llamé a Joan para contarle y ofrecerle que le enviaba el texto antes que a nadie, para ver si se sentía cómodo. Me dijo, “no me mandes nada, cuando esté publicado que me lo mande el editorial y ya lo veo”. Ese me pareció un acto de generosidad tremendo. Cuando estuvo listo el primer libro mi editora se lo envió. Pasaron dos semanas y no me dijo nada. Hasta el día en que grabamos una pieza de televisión para el diario El País, ya cuando estaba en el plató sentado esperándolo, entró con una sonrisa socarrona porque ya sabía lo que me estaba haciendo sufrir, y me dijo que le había gustado mucho. Ese es el éxito de este libro.

Antes habías compuesto letras para Santa Sabina, pero, ¿cómo fue trabajar una canción con Serrat?

Trabajar con Serrat es el máximo nivel. En mi oficio, los proyectos que más me entusiasman son los que más dificultades tienen y más me hacen sufrir. Si un libro, si una página no me hace sufrir, es porque no está bien escrita. Y lo mismo ha pasado con esta canción. Aquí la batalla fue estar a la altura del maestro. Cosa que por lo visto se ha conseguido. Él está contento con nuestra canción. Llegando a Barcelona, nos vamos a sentar a afinarla para que él venga a hacer el milagro con su guitarra.

¿Qué aprendiste durante este proyecto?

En primer lugar, que soy capaz de trabajar con alguien. Nunca en mi vida había trabajado con nadie. Ahora fue distinto, nos sentamos a negociar cada verso. A veces por escrito, a veces por teléfono. Al lado del rigor que exige un trabajo como este, está el enorme placer de trabajar con mi amigo mientras comemos un bogavante y bebemos un vino Godello.

Déjame hablar de la otra parte del libro, aquella que tiene con tu continuo regreso al pasado. Ahí está tu materia prima desde hace varios años.

El músculo de la mayor parte de mi obra es la memoria. Siempre tiro de ella para construir las tramas, los personajes o la escenografía. Aun cuando sea inventada siempre nace a partir de un proceso de revisión de lo que tengo en el disco duro. Mientras más visito el pasado, más cosas salen. De hecho, en mi siguiente novela, aunque no va de mi vida en aquel terruño, me las he arreglado para que unos personajes sí vengan de ahí y poder lanzar un tentáculo de la trama hacia aquella selva. En septiembre publicaré un libro de ensayos sobre esa memoria fugada hacia otras zonas, hacia la mitología.

¿Por qué te parece tan importante el tema?

Conforme voy cumpliendo años, me doy cuenta de que estoy formateado por aquel niño. El libre albedrío no es verdad. Gaston Bachelard, el filósofo francés, decía que nace uno determinado de por vida por la altitud al nivel del mar donde te parió tu madre. En mi caso son 814 metros sobre el nivel, la altitud del cafetal. Por otro lado, mientras más escriba sobre eso, más lo entiendo y más entiendo quién soy y de dónde vengo. Es un ejercicio introspectivo. En lugar de pagarle a un psicólogo, yo investigo mi pasado y encima me salen libros.

¿En este sentido qué has entendido?

Muchas cosas y a muchos niveles. Valoro mucho el tiempo ocioso que paso con la gente que quiero. Es lo más importante de mi vida. Cuando estoy con mis hijos, cuando me visitan, porque ya viven en otros países, despejo mi agenda para estar con ellos el mayor tiempo posible, no importa si es para llevar a mí hija a renovar su identificación. Creo también que tengo un espíritu campesino muy importante. Empiezo a trabajar a las cinco y media o seis de la mañana, cada día, desde hace cuarenta años. .

¿Descalzo siempre todavía?

Descalzo siempre. Sí, ese tipo de cosas que ya son más anecdóticas, están enchufadas ahí. Siento una especie de fascinación cuando estoy en la naturaleza. Sin embargo, también te he de decir que me horrorizaría vivir en la naturaleza. Es una cosa tan benéfica para mí como maléfica. Puedo estar un rato y luego regresar a la urbe, a la ciudad.

Y ese libro de ensayos aparece en septiembre.

Sí, son unos ensayos sobre todo lo que nos ha escatimado la tecnología y que ya hemos perdido.

¿Qué es lo que más extrañas de lo que nos ha robado la tecnología?

Pues la morosidad que sigo aplicando en mi trabajo. Voy lentamente a todo, a contrapelo del siglo XXI, que exige inmediatez. Echo de menos el tiempo que teníamos antes.

¿Cantarías la canción que hiciste con Serrat?

No. Sería incapaz de hacerlo, y más con él. Yo quiero que la cante él. Sería el homenaje máximo a un poema mío.

 

 

placeholder
Tags: ,

Contenido relacionado