“México: en el idioma, el colonialismo tampoco muere”, artículo de Témoris Grecko

El periodista escribe sobre “una victoria general para los mexicanos que apreciamos la riqueza de tener múltiples fuentes culturales”.

junio 3, 2016 10:29 am Published by

¿Sabías que la ley prohibía, hasta el miércoles pasado, que usaras idiomas indígenas en casi todas las estaciones de radio en México?

¿Sabías que hay un grupo de personas en campaña para que la lengua española reciba un estatus oficial dominante sobre los idiomas indígenas mexicanos?

Estos son dos lados de la misma moneda: la de una mentalidad colonial que no termina de morir.

El año pasado, Mardonio Carballo, un poeta y periodista nahuatlaco, se dio cuenta de que había estado violando la ley en el programa de radio de Carmen Aristegui. No porque sus compañeros habían descubierto el escándalo de la casa blanca del presidente y su esposa, por lo que después los corrieron en un acto de censura. Era porque el artículo 230 de la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión establecía que los concesionarios deberían utilizar exclusivamente el “idioma nacional” en sus transmisiones, lo que implícitamente excluía al resto de las lenguas habladas en el país.

Probablemente, a Mardonio no lo iban a meter a la cárcel por eso. Pero resultaba y resulta ofensivo y anacrónico que una legislación mexicana prohibiera el uso de todos los demás idiomas mexicanos: ¿son los indígenas parte de la nación o no?

Afirmó el poeta: “Se sigue creyendo que México es un solo escudo, una sola bandera, una sola lengua y me parece importantísimo decir que no es así. En México se hablan 68 lenguas originarias, y un artículo que constriñe el uso de las lenguas indígenas en los medios de uso social, lo que hace es negar la conformación pluricultural de un país como el nuestro”.

Interpuso un recurso de amparo y el 20 de enero, la Suprema Corte de Justicia de la Nación sentenció que no era Mardonio el violador, sino el artículo 230, que violenta la libertad de expresión, limita el uso de las lenguas indígenas y restringe el derecho a recibir educación bilingüe e intercultural. Era necesario cambiar la ley. Eso hizo, en marzo, la Cámara de Diputados al aprobar una reforma por votación unánime. Y el jueves 2 de junio, la nueva redacción entró en vigor al aparecer publicada en el Diario Oficial de la Federación.

Éste es un éxito singular, poco visto: que un ciudadano impugne una legislación, con un impacto tal que provoque que los poderes Judicial y legislativo la cambien, y con tanta claridad que no hubo legislador que se opusiera o se abstuviera: era un absurdo ese artículo.

Más importante aún es que se trata de una victoria general para los mexicanos que apreciamos la riqueza de tener múltiples fuentes culturales, y de que los ciudadanos de distintas etnias e idiomas vivamos en armonía.

“RESERVACIONES” PARA LOS IDIOMAS INDÍGENAS

No todos pensaron que el artículo era absurdo, sin embargo. La nostalgia del virreinato no muere. El idioma castellano está totalmente consolidado como el de mayor uso en el país. Son algunos idiomas indígenas los que están desapareciendo o en peligro, y los que necesitan protección especial, no el español. El castellano es uno de los más importantes del mundo y se encuentra en expansión. Los dialectos mexicanos del español, en particular, son los más hablados y los que más penetran en Estados Unidos y otros espacios. Al castellano no le pasa nada si se mantiene su situación legal de equidad con los otros idiomas que hablamos en México. Y esa equidad es uno de los fundamentos de la integración de todos los pueblos en la identidad común mexicana.

El 15 de marzo, dos semanas antes de que el proyecto de reforma del artículo 230 fuera aprobado en la Cámara de Diputados, el poeta Jaime Labastida Ochoa, presidente de la Academia Mexicana de la Lengua (y hermano de Francisco, el excandidato presidencial del PRI), acudió al VII Congreso Internacional de la Lengua Española, en Puerto Rico, con la bandera de darle hegemonía legal al español en nuestro país.

“En México”, declaró a El Universal, “hay un desprecio implícito de la lengua española. ¿Por qué? Porque México no tiene al español como su lengua oficial”. Por eso ha lanzado una campaña para lograr la oficialidad del castellano, y encerrar a los 68 idiomas indígenas en reservaciones: “Las lenguas indígenas pueden ser oficiales en donde se hablen”.

Y un mes después, cuando los legisladores ya habían votado por eliminar la discriminación de las lenguas indígenas en la radio, Labastida estableció los objetivos de la AML, en este orden: que la lengua española sea reconocida como idioma oficial de México, la creación del Instituto Alfonso Reyes y el reconocimiento internacional del dominio electrónico .mx.

Era 13 de abril de 2016, aniversario 141 de una Academia que es Mexicana pero no de las lenguas, sino de La Lengua; no de la lengua abierta, incluyente y fraternal que muchos queremos hablar, sino de una que tiene un carácter en singular, impositivo, de conquistadores, encomenderos y frailes. La de Hernán Cortés y Diego de Landa, no la de José María Morelos y Bartolomé de las Casas.

Ese 13 de abril fue el día de la Restauración de la AML como bastión del colonialismo lingüístico.

Remite a antiguas luchas perdidas: a las de los sinarquistas en el Bajío, a las de los conservadores en la Reforma, a las de los imperialistas de Maximiliano, a las de los monarquistas de los días de la Independencia. Al llanto de los criollos por el yugo que los tatarabuelos rompieron sin importar a un príncipe europeo. Y al racismo puro y duro que se resiste a dejarnos.

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