‘El cambio social no se produce a partir de un solo líder’, académico español Daniel Innerarity
El intelectual español advierte que en su país el futuro inmediato no será fácil, pues Pedro Sánchez deberá lidiar con los nacionalismos y además tiene minoría parlamentaria.

Vivimos en la época de la incertidumbre, advierte el académico español Daniel Innerarity. Cada vez es más complicado planear el futuro o predecir el rumbo de las sociedades. La fugacidad de los cambios genera perplejidad, pero también decepción ante la respuesta de los gobiernos. El autor de Política para perplejos (Galaxia Gutenberg), propone a fin de realizar un mejor diagnóstico del presente, introducir la categoría de la complejidad a los análisis y alejarnos de las separaciones binarias.
El filósofo de origen vasco y director del Instituto de Gobernanza Democrática, advierte que la gran ruptura de nuestras sociedades se debe al enfrentamiento entre la razón populista con la razón tecnocrática.
Una de las tesis de su libro parte del reconocimiento de los imprevistos en el escenario político. España precisamente acaba de dar un giro que hasta hace poco no estaba en el guión.
Sí, el panorama no es sencillo. A quienes apoyaron la moción de censura solamente los unió el deseo de derribar a un personaje corrupto como Rajoy. El problema es que las soluciones a la contra no siempre son las mejores. El Partido Socialista tiene poco más de ochenta diputados y cuando ha gobernado lo ha hecho con más de ciento veinte. Pedro Sánchez no lo va a pasar muy bien.
¿Qué expectativa tiene tras la moción de censura a Mariano Rajoy? ¿Cómo gobernará Pedro Sánchez teniendo minoría en el Congreso?
Era una moción de censura inevitable a partir de una sentencia judicial que, sin condenar explícitamente a Rajoy, le dejaba en un muy mal lugar, sin autoridad y habiendo al menos tolerado conductas irregulares de altos cargos de su partido. Sin embargo, el futuro inmediato (un año o poco más, hasta que se convoquen las siguientes elecciones si es que no hay que adelantarlas) no van a ser fácil, fundamentalmente por la heterogeneidad de partidos que han apoyado a Sánchez. El nuevo presidente tendrá que afrontar especialmente la cuestión de Catalunya habiendo apoyado la dureza de Rajoy y con un nacionalismo enfrente que debería estar en condiciones de dialogar sin plantear condiciones imposibles. Por si fuera poco, la presión mediática y de los dos partidos de la derecha va a ser impecable.
En Política para perplejos señala que cada vez es más difícil hacer cálculos políticos.
Vivimos en una paradoja. Una sociedad acelerada y cambiante nos exige anticipar el futuro para no cometer errores graves; al mismo tiempo la anticipación es muy difícil porque las cosas cambian a gran velocidad y en direcciones imprevisibles. Ahora la única solución visible es que los gobiernos ganen en capacidad estratégica y no se afanen a lo inmediato.
Pero la tendencia hacia lo inmediato, ¿no es reflejo de una época donde todo es fugaz?
Sí y no es un problema exclusivo de la política. Lo vemos en el consumo, en las relaciones interpersonales, en la lógica de la moda y la desvalorización de las cosas, en la obsolescencia programada de los bienes. Es sin duda una propiedad de la época.
¿Cómo llegamos a la época de la perplejidad?
Nuestros abuelos vivían en un mundo probablemente más lleno de penurias, pero no experimentaban la angustia de estar sometidos a un bombardeo informativo, a una imprevisibilidad radical. Se enfrentaban a instituciones poderosas y no cuestionadas, como eran los partidos políticos antes de la posmodernidad, los sindicatos, las iglesias o los medios de comunicación. Actualmente todas estas instituciones están sometidas a constantes cuestionamientos. Tal vez en el futuro podamos reinventarlas y reinventar incluso, nuestras sociedades democráticas, pero en vía de mientras nos someten a una enorme presión como ciudadanos.
¿El desarrollo de la democracia ha rebasado a las instituciones y a los mismos ciudadanos?
Cuando una cosa va mal en política, hay que pensar en una responsabilidad general diferenciada. No me gusta el recurso fácil de señalar que la clase política se ha separado de los intereses de la gente, entre otras cosas porque somos los ciudadanos quienes los hemos puesto ahí. El análisis del problema requiere más sofisticación. Frente a la simplificación de las categorías políticas, introducir la complejidad es muy liberador. Implica más esfuerzo, pero nos hará entender mejor las cosas y tomar mejores decisiones.
Hoy las categorizaciones son binarias: populismo-antipopulismo; izquierda-derecha, parece que ya no alcanzan para explicar el entorno.
Cuando alguien ubica a sus adversarios en el escenario de los locos o malvados, está claro que no hay un buen diagnóstico de la realidad. Los adversarios son eso, pero no necesariamente malvados. Los antagonismos extremos parten de una mala descripción de la realidad.
Pero en términos de mercadotecnia política funcionan…
Claro. México está en medio de una campaña electoral y estos procesos tensan, dramatizan las diferencias. Pero la lógica de las campañas es muy distinta al acto de gobernar. Ciertas cosas que ayudan a llegar al poder, pueden dificultar la tarea de gobierno. Prometer es una vía rápida hacia el poder, pero suele convertirse en un boomerang que se vuelve contra uno mismo cuando se da cuenta de las limitaciones y de los pocos recursos con que se cuenta. Por eso sugiero economizar las promesas. Otro aspecto típico de las campañas es la dramatización del antagonismo y descalificación del adversario. Hay que tener cuidado con eso porque en algún momento los contrarios serán necesarios para sacar adelante ciertas propuestas. ¿Cómo explicas que aquel al que demonizaste se convierta en tu aliado o colaborador? Es importante economizar el desacuerdo. El problema es que la lógica de las campañas ha invadido todo y estamos en campaña electoral permanente.
¿En esta lógica cómo se explica las alianzas entre fuerzas aparentemente opuestas como sucede en México y sucedió también en Alemania, donde izquierda y derecha formaron bloques únicos?
Mencionas países muy diferentes. En cualquier caso, el acuerdo es más transformador que el desacuerdo. Ante los desafíos de las sociedades actuales la única manera de facilitar el cambio social es consiguiendo acuerdos entre diferentes fuerzas. El cambio social no se puede producir a partir de un solo líder o partido.
¿En qué momento la palabra populismo adquirió su sentido nocivo?
La palabra populismo ya resulta inservible. Se hace un uso muy interesado de ella para calificar a unos y no a otros. Realmente en todo el espectro político hay rasgos populistas, por eso tenemos que clarificarla más.
Ya se habla de populismo de izquierda y de derecha.
Esta división me sirve para poner de manifiesto que la izquierda y derecha no han desaparecido completamente. La gran ruptura de nuestras sociedades se debe al enfrentamiento entre la razón populista con la razón tecnocrática. Ambas son muy limitadas. La primera tiende a menospreciar los condicionamientos, las razones de la técnica y el valor de los expertos; la segunda, considera que la legitimación popular a las políticas públicas es poco importante. La insatisfacción de nuestras democracias tiene que ver con la ruptura entre el principio del placer y el principio de realidad; entre las razones de la esperanza y las limitaciones de la técnica. Mientras no suturemos esa herida no tendremos una construcción democrática a la altura de las expectativas razonables.
¿Por eso persiste la idea de una decepción de la democracia?
Hay un triángulo vicioso del que no conseguimos escapar. Los políticos prometen más de lo que pueden proporcionar. La ciudadanía espera más de lo que la política puede dar. Y el sistema político está lleno de limitaciones. Necesitamos reequilibrar todo para tratar de ampliar el espacio de lo que es políticamente posible.
¿Con equilibrio se refiere a una mayor participación del Estado? Michael Sandel, recién ganador del Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, mantiene una postura crítica ante la lógica del mercado.
En parte sí. Sandel ha insistido mucho en que la lógica del mercado no es la única lógica que funciona en una sociedad porque hay cosas que no tienen precio. Hay valores externos al mercado como el medio ambiente o la justicia social, que necesitan ser interiorizados por los agentes económicos de lo contrario se producen fuertes daños.
Plantea también una crítica a los ciudadanos en tanto que nuestros políticos son reflejo de nuestras sociedades.
Como ciudadanos nos debe interesar cuál es nuestro papel y responsabilidad. Solamente una ciudadanía bien formada e informada está en condiciones de exigir buenos resultados a sus gobernantes. Ante el problema hay que buscar la responsabilidad individual antes de buscar a un chivo expiatorio. La idea de una clase política separada del pueblo es una explicación cómoda y exculpatoria, sin negar que hay algo de cierto en ello.
¿Cómo revertir esto en un país como México donde se lucra con los millones de pobres y se les usa como botín político?
El empoderamiento de la ciudadanía viene acompañado de la justicia social. No podemos tener una sociedad democráticamente madura y al mismo tiempo un sistema de justicia excluyente y con pobreza masiva. La mejora de nuestros procedimientos de gobierno es inseparable del combate contra la exclusión.
A pesar del panorama se asume como alguien optimista…
Creo que el futuro está abierto y aunque nos causa preocupación o desazón, es indeterminado. Siempre he visto detrás de los pesimistas a personas convencidas de que el futuro estaba cerrado y no en nuestras manos. Soy optimista más por defecto que por virtud. Creo que en nuestras sociedades hay recursos para deliberar o discutir. La misma crisis en las instituciones me permite pensar que estamos mejor que si no hubiéramos tenido el cisma. La posibilidad de que en una democracia todo pueda ser cuestionable; que México esté en un momento donde cualquier cosa es posible o donde España ha removido a su presidente por vías institucionales, muestra que hemos establecido procedimientos para legitimar la voluntad popular y que estamos en la posibilidad de cuestionar verdades establecidas para construir alternativas. Vivir en un mundo así, a pesar de todos los pesares, permite ser optimista.

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