Mapeco: el guerrillero del arte | Artículo

Manuel Pérez Coronado (Mapeco) cree decididamente en un “arte del pueblo y para el pueblo”; sus obras tienen el rostro y los movimientos o alientos “de los de abajo”.

enero 3, 2022 7:04 am Published by

Por Julio Moguel

I

Manuel Pérez Coronado (Mapeco), uno de los artistas mexicanos más importante de nuestros tiempos modernos, muralista, retratista, paisajista de innumerables obras –que, así sea en su particularidad “temática” tienen sin duda un valor universal–, perdió la vida el 30 de diciembre de 1970, hace justo 51 años, en un trágico accidente carretero. 

Se descubre en su obra una invariante que lo distingue de otros pintores o dibujantes de la época: cree decididamente en un “arte del pueblo y para el pueblo”, de tal forma que no pocas de sus líneas y colores artísticos puestos sobre el muro o la pared, sobre el papel o sobre el lienzo –o sobre la madera que moldea con su gubia– tienen el rostro y los movimientos o alientos “de los de abajo”, con otra invariante o elemento distintivo, a saber: que ninguno de sus trazos lleva, a quien goza de su arte, a conmoverse lastimosamente con el dolor que emerge repentinamente del sentido de pena por determinadas condiciones de dolor o de miseria de la gente. Porque las figuras o los escenarios populares que Mapeco “retrata” tienen la fuerza de lo que en otro lado he denominado “vitalismo generador”, esbozado en rasgos de dignidad y de verticalidad señera, de orgullo o dignidad que en algunos casos alcanza a mostrar chispazos de rebeldía que se esconden en los intersticios del alma popular que la mano del artista hace emerger abierta o subrepticiamente con sus trazos. 

Visto en una perspectiva más holística y universal, podemos decir, desde la pluma de Safranski, que Mapeco era un romántico, pues “lo romántico es una actitud de un espíritu que no se circunscribe a una época”. Con la mejor definición de “lo romántico”, viniendo de la pluma de Novalis: “En cuanto doy alto sentido a lo ordinario, a lo conocido dignidad de desconocido y apariencia infinita a lo finito, con todo ello romantizo”.

Te puede interesar: Mapeco y la Independencia afromexicana (1821-1921) | Artículo

Pero en ese romanticismo Manuel Pérez Coronado se enfrenta a muchos de los convencionalismos de su medio y, a la manera de Herder, busca encontrar en la pintura o en el grabado un lenguaje que se ajuste a la misteriosa movilidad de la vida. Y, a la manera de Schiller, cree profundamente en las capacidades revolucionarias de la estética que emerge del llano o de la tierra; y también de la estética que se construye –a la manera de Novalis– desde “el sentido infantil de lo maravilloso”, y que permite “la apertura” y el asombro, o la “ingenuidad infantil” que Baudelaire amaba de Guys, “el pintor de la vida moderna”. O de la pluma de un Nietzsche que ve, en “la inocencia de un niño, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí. [Porque] para el juego del crear se precisa un santo decir sí”.

II

 

El arte de Mapeco rechaza lo folckórico y la mercantilización que domina al México cultural en los tiempos que vive. “Su misión guerrillera” (él mismo llega a definirlo de esa forma) en el terreno del arte consiste en desmontar toda uniformidad colonizadora en el trazo que hace sobre “el carácter” de un campesino, de un artesano, de una comunidad, o de los espacios y personajes urbanos con los que ocupa su trazo. Es, digámoslo en términos en los que ahora al menos se reconoce convencionalmente, un convencido de que México es un país esencialmente diverso y pluricultural, de tal forma que incluso en “temas” que pudieran repetirse en los espejos de su obra, siempre queda la huella de la distinción o de la particularidad correspondiente a la naturaleza de los personajes o de los escenarios de los que se ocupa su arte.

La pluralidad o la diversidad cultural que refleja el arte de Mapeco no podría expresarse con suficiente nitidez si éste no fuera un artísta significativamente prolífico en la propia diversidad y prolijidad de su trabajo. En una revisión que Maya Lorena Pérez Ruiz hace de su obra, enumera, de manera genérica: “paisajes de montañas y llanuras, costas y playas, ríos y manglares, rocas y malpaíses, testimonios de calles empedradas, barrios tradicionales, torres de iglesias centenarias, pueblos con trojes y adobes, palapas y cacaotales, chozas de campo, manos y cuerpos de trabajadores y  artesanos, rostros de campesinos, pescadores,  indios, mulatos y güeros terracalenteños, entre otros […]”. 

¿Obras de Mapeco? Murales en el estado de Michoacán: en Uruapan, Nueva Italia, Ciudad Hidalgo y en la central hidroeléctrica de Zumpimitito: en Veracruz: en Orizaba y Coatzacoalcos; y en Villahermosa, Tabasco. Al que debe agregarse un frisco que pintó en el Hospital de Enfermedades Nerviosas en la ciudad de México. ¿Cuadros o grabados? Innumerables pinturas al óleo, en acuarela, en tinta y en pastel, dejando en su archivo incontables dibujos y bocetos. Sin que sobre señalar los bocetos que quedaron en proceso e inconclusos, por su muerte, para “muralear” el hermoso Palacio de Clavijero de la ciudad de Morelia.

III

 

Es corto el espacio para seguir hablando de las acciones “guerrilleras” de Mapeco en el terreno del arte, pero no puedo dejar de mencionar su entrega a la enseñanza del arte, bastión él mismo de la fundación de escuelas gráficas y de plástica en Uruapan, Pátzcuaro o en Villahermosa. Y mencionar, con relación a lo ya dicho aquí en torno a su concepto de “lo infantil”, la dedicación permanente a plasmar en sus lienzos rostros de niños y niñas de muy distintas partes de México. A lo que agregaba, en su actitud, una eterna disposición, incondicional, a dirigirse con la palabra o con la pluma justo a esa humanidad infantil con la que convivía o a la que llegaba a acercarse.

En fin. Hace 51 años, a los 41 años de edad, dejó de existir esa personalidad electrizante a quien desde muy joven lo llamaron Mapeco. Los nuevos tiempos de transformación cultural, en el ámbito de “la 4ª”, seguramente constituirán un terreno fértil para el rescate y el mejor conocimiento de su obra. 

Obra que, en mi opinión, podría convertirse en toda una escuela a seguir para las nuevas generaciones de dibujantes, pintores, o, más en general, para quienes creen, como él, que existe o debe existir de forma fértil un nuevo “guerrillerismo” cultural de base popular en nuestros tiempos. 

 

placeholder
Tags: ,

Contenido relacionado

placeholder