‘Sueño mexicano’, una película de Laura Plancarte sobre una mujer que decide darse una segunda oportunidad
La realizadora mexicana habla sobre esta docuficción, donde cuenta la historia de Malena, una trabajadora doméstica que se reinventa.

Por Héctor González
Tras una relación complicada, Malena decide dejar su pueblo y viajar a la Ciudad de México para reinventarse. Con una nueva pareja y el cambio de aires, emprende una nueva vida como trabajadora doméstica. Durante este proceso de cambio, conoce a la realizadora Laura Plancarte, quien de inmediato ve en su historia material para una película.
Así es como a salto de mata entre ficción y documental, nace Sueño mexicano, una emotiva historia de renovación que recién se estrena en las salas.
¿Cómo conoces a Malena, protagonista de Sueño mexicano?
La conocí de manera muy diferente a como he conocido a los personajes de mis películas anteriores. A Malena la estaba buscando. Después de hacer una película en Estados Unidos sobre una pareja con un patrón muy machista en su relación, terminé harta y quise regresar a México para filmar una historia protagonizada por una mujer fuerte y capaz de romper con estereotipos, que no fuera abnegada ni llorona, que rompiera con los sueños clásicos de una mujer que ya tiene hijos. Pedí ayuda a amistades para que difundieran que estaba buscando a un personaje con estas características y comencé a hacer entrevistas; cuando conocí Malena la conexión fue tal que enseguida supe que era ella la indicada.
¿Fue fácil convencerla para que se implicara en el proyecto?
Después de una primera plática virtual le propuse conocernos, solo que como estábamos en pandemia conversábamos por Zoom. Nos conectábamos a las 7 de la mañana y de inmediato descubrí que Male tenía la necesidad de hablar y de ser escuchada. Gracias a que comenzó a sentirse acompañada, se convenció de hacer la película.
En principio la idea era hacer un documental, sin embargo, termina siendo una docuficción. ¿Cómo fue ese cambio?
En una de nuestras pláticas Male me contó que tenía tres hijos entrando a la adolescencia, pero que había perdido la custodia por algunos errores que cometió y porque estaba dentro de una relación abusiva. Sin embargo, me dijo, que ya estaba en otra etapa de su vida, con otra pareja y que quería una segunda oportunidad e incluso tener otro hijo. Eso me intrigó muchísimo, porque es una historia que generalmente no escuchamos y me parecía interesante descubrir cómo podía ser esta especie de borrón y cuenta nueva. Más adelante, me dijo que también quería recuperar a sus hijos y ahí fue cuando le propuse empezar la película. Le mandé un teléfono, unos micrófonos y un tripié, la fui guiando para que ella se filmara. Cuando bajó la pandemia pude visitarla en su pueblo y así estuvimos dos años. En ese lapso recuperó la custodia de dos de sus hijos, Giovanni y de Fátima. Al entrevistarlos me preocupaba revivir malos recuerdos y perjudicar su relación, además entre el material filmado por Male y el mío no todo cuadraba, entonces le propuse que mejor escribiéramos la historia entre las dos con una puesta en escena donde estuvieran ella, sus hijos, su pareja, padres y amistades. Todos actúan de sí mismo y eso les gustó más a sus hijos. Así fue como se dio el giro. Creo que la belleza de la película radica en que que de alguna manera se queda con lo mejor de los dos mundos: tienes la estructura de ficción, y la naturalidad y espontaneidad del documental.
¿Cómo te cuidaste de no exponer a Malena en la historia? ¿Qué valor das a la ética en una película como esta?
Eso es algo muy importante, pero por la forma en que trabajamos no tuvimos este dilema. Male fue escogiendo hasta dónde mostrar. Algunas personas piensan que al hacer esto la película se vuelve autocomplaciente, pero no es así. Al final los personajes de Sueño mexicano no son actores y trabajamos durante al menos dos años, de modo que el trato y la confianza ayuda para que se suelten y no escondan el tipo de personas que realmente son. Desde luego tienen cuidado de no poner en riesgo a otros ni a ellos mismos, pero al ser coescritores de su historia se sienten más dueños de la situación. Sin dudar te puedo decir que hay más verdad en la puesta en escena que hicimos entre todos que en el material que y Male y yo habíamos capturado tratando de ser documentalistas. Nunca había trabajado así, pero me parece fue un ganar ganar para todos.
Supongo que al final les gustó la película…
Sí, hicimos una función en el Festival de Morelia y otra en el IFAL, a ambas fueron todos y fue muy emotivo porque estaban muy contentos porque se sintieron parte de la creación. Cuando Male habló después de la proyección comentó que había partes en donde moría de la vergüenza o moría de risa, pero al final de cuentas está es su vida y lo que había querido compartir. Para mí trabajar de esta manera fue un parteaguas al punto de que estoy usando el mismo método para mí nuevo proyecto.
¿Después de hacer esta película cómo definirías el sueño mexicano?
Para mí el sueño mexicano de Male fue el recorrido que hizo para encontrarse a sí misma. En los dos años que trabajamos juntas decidimos contar la forma en que ella recobra las riendas de su vida. Se sabe que no es perfecta y pide perdón, pero tampoco se pone de tapete. Va hacia adelante. Un día Male me habló y me dijo, “mira Lau, la verdad es que lo que yo vivo ahora es el sueño mexicano”. Me explicó que sus hermanos están en Estados Unidos en búsqueda del sueño americano, pero que ella prefirió dejar los pueblos rurales para irse a trabajar a la Ciudad de México o Monterrey. La diferencia con quienes cruzan la frontera es que quienes se quedan en país pueden visitar a sus familias cada semana o cada quince días, aunque ganan menos de dinero. Su reflexión se me quedó grabada y por eso decidimos llamar así a la película.

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