Cráneos de mujeres en Tzompantli estarían asociados al mito de Huitzilopochtli
Una hipótesis es que las estructuras óseas encontradas en el edificio cívico-religioso, Huei Tzompantli, de la ciudad prehispánica podrían recrear el enfrentamiento del dios, con su hermana lunar, Coyolxauhqui.

Desde que en 2015 expertos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) hallaron los vestigios del Huei Tzompantli de México-Tenochtitlan, una de las interrogantes que han surgido es por qué existe un alto porcentaje de mujeres en los remanentes de la torre de cráneos.
Durante la inauguración del ciclo académico que acompaña a la muestra temporal “Coyolxauhqui. El astro, la diosa y el hallazgo”, que se exhibe actualmente en el Museo del Templo Mayor, el arqueólogo Raúl Barrera Rodríguez expuso una hipótesis que vincularía tales restos óseos con el mito del enfrentamiento entre la diosa lunar y el numen solar y patrono de los mexicas, Huitzilopochtli.
A través de un comunicado, la Secretaría de Cultura detalló que junto con el Instituto Nacional de Antropología e Historia, a través del Programa de Arqueología Urbana (PAU) se han identificado hasta hoy en las exploraciones del Huei Tzompantli, 655 cráneos humanos, de los cuales 60% pertenecen a individuos masculinos; 38% a femeninos y 2% a infantes.
Las fuentes históricas, comentó el titular del PAU, señalan que los guerreros cautivos eran llevados al Templo Mayor y sacrificados, mediante la extracción de sus corazones, en los adoratorios ubicados en la cima de este.
Posteriormente, los cuerpos eran arrojados por las escalinatas en una clara alusión a dicho mito, el cual consigna que Huitzilopochtli, al defender a su madre Coatlicue del ataque de Coyolxauhqui y los 400 surianos, salió victorioso y lanzó, como culmen del enfrentamiento, el cuerpo desmembrado de su hermana hacia la base del Coatepec, monte sagrado que era representado por la arquitectura del Templo Mayor.
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“El objetivo del sacrificio era ofrendar lo más preciado del ser humano: su vida, como un alimento al dios solar, a fin de que este hiciera posible cada amanecer, garantizando así la continuidad del mundo”, explicó el arqueólogo.
De acuerdo con ello, apuntó Barrera Rodríguez, tiene sentido que los mexicas eligieran a guerreros, gobernantes o personas de alto estatus capturadas durante los enfrentamientos con otros pueblos. Un dato, incluso, que parece corroborar la antropología física, pues se ha observado que prácticamente todos los adultos presentes en el tzompantli gozaban de buena salud y promediaban edades que iban de los 25 a los 35 años.
“En las fuentes históricas hay pocas menciones de guerreras, pero sabemos que este estatus se daba a las embarazadas que fallecían en el parto. Además, tenemos testimonios como el del español Francisco de Aguilar, quien consigna que durante el asedio final de Tenochtitlan, muchas mujeres tomaron las armas para defender la ciudad”.
En cuanto a los niños, el investigador no descartó la probabilidad de que su colocación en el tzompantli obedezca a que, cada uno de ellos fuera considerado un ixiptla –palabra nahua que significa representación, y que viene de las voces xip (piel) e ixtli (rostro o algo que está en la superficie de un ser consciente)– de Huitzilopochtli niño, aludiendo nuevamente al mito del nacimiento del dios de la guerra.
Raúl Barrera concluyó su conferencia enfatizando que ninguno de los edificios construidos por los mexicas dentro de su Recinto Sagrado fue levantado al azar: “Podemos ver que el eje arquitectónico dedicado a Huitzilopochtli –mismo que va del costado sur del Templo Mayor y conduce a edificios como el Huei Tzompantli a través de un piso de piedra con serpientes en altorrelieve– recrea el camino seguido por Coyolxauhqui, quien se dice atravesó por Tzompantitlan y Coaxalpan –el suelo arenoso de las serpientes– en su camino al monte Coatepec”.

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