Reino Unido ante la debacle conservadora | Artículo

Uno de los factores al debacle del Partido Conservador, fue el llamado “mini presupuesto”, presentado por la Primer Ministra, Liz Truss.

octubre 1, 2022 9:56 pm Published by

Por Antonio Salgado Borge

Hace apenas tres años, el Partido Conservador británico arrasó en las elecciones generales y hundió al izquierdista Partido Laborista. Pero si hoy fuesen las elecciones generales en Reino Unido, serían los Laboristas quienes aplastarían a los Conservadores.

De acuerdo con recientes encuestas, el principal partido de izquierda en ese país supera al de derecha por alrededor de 30 puntos porcentuales en Londres y casi 20 a nivel nacional. Se estima que esto indica que los Conservadores perderían cerca de 150 asientos en el Parlamento en la próxima elección general.

Dos asuntos son particularmente importantes cuando se trata de entender esta debacle.

El primero tiene que ver con la forma en que Liz Truss se convirtió en Primera Ministra. Tras una serie de escándalos y mentiras, Boris Johnson perdió el respaldo de la mayoría de la población y también de buena parte de su partido.

Aunque Johnson se aferró a su puesto con uñas y dientes, la presión terminó por forzar su renuncia. Dado que aún no era momento de elecciones, el procedimiento facultó que los miembros del partido en el gobierno eligieran a su sucesora.

Uno pensaría que el enorme rechazo de la población general al Primer Ministro saliente llevaría a la base Conservadora a elegir a un reemplazo capaz de distanciarse de su gobierno. Pero esto no fue lo que ocurrió. En su lugar, la base conservadora eligió a una ministra fiel a Johnson cuya propuesta les pareció atractiva en buena medida por estar ideológicamente más cargada hacia la derecha.

De esta forma, 60,399 personas de un país con casi 70 millones de habitantes terminó eligiendo a alguien cuyas posiciones resultaban en el papel menos atractivas que las de Boris Johnson.

El segundo asunto que explica la debacle del Partido Conservador ocurrió la semana pasada, cuando Liz Truss presentó el llamado “mini presupuesto”; una serie de reformas con las que se busca hacer frente a distintos problemas económicos que asfixian a la población de este país.

Entre estos problemas es posible incluir la crisis en el costo de vida, el aumento de la pobreza, el escaso crecimiento económico y su continua pérdida de influencia en el mundo.

La gravedad de algunos de estos asuntos no se explica sin la invasión rusa a Ucrania o la pandemia. Pero también es cierto que las condiciones subyacentes fueron provocadas por décadas de gobiernos Conservadores. Por ejemplo, austeridad y recortes, falta de financiamiento al sector salud o la privatización de la producción y distribución de energía.

En su campaña por el voto de la base Conservadora, Truss fue contundente y directa. La actual Primera Ministra reconoció que la fórmula conservadora aplicada desde hace un par de décadas simplemente no ha funcionado. Pero también alegó que este fracaso no se debe a que las políticas económicas de sus antecesores han sido excesivamente conservadoras, sino a que no lo han sido suficientemente.

En este contexto, era predecible que las políticas económicas del nuevo gobierno se tirarían hacia la derecha. Lo que nadie esperaba que este corrimiento ocurriera en forma de un violento volantazo.

El llamado “mini presupuesto” incluyó borrar de un plumazo la tasa adicional de 45% de impuestos a aquellos que ganan más de £150,000 al año (alrededor de cuatro millones de pesos), reducir el porcentaje de impuesto máximo a corporaciones o quitar de tajo el tope a los bonos que pueden recibir los banqueros.

Es fácil ver que todas estas medidas implican un desajuste en las finanzas públicas. El gobierno británico dejará de recibir miles de millones de libras que antes cobraba a los más ricos. La estrategia para cerrar este hueco financiero es pedir dinero prestado. La apuesta es que una menor carga tributaria a corporaciones y millonarios generará más inversión y empleos.

Vale la pena ponerlo con todas sus letras: Liz Truss ha elegido apostar –en el sentido literal del término– por la idea de ‘economía de goteo’ (trickle-down economics) del manual neoliberal. Y lo ha hecho de la forma más contundente posible , sin rubor alguno y cuando la crisis por el costo de vida afecta a la mayoría de la población de su país.

Liz Truss

Algo que se debe reconocer a Truss es su compromiso con sus ideales. La actual Primera Ministra nunca ha escondido su visión económica. Durante su campaña, incluso afirmó que sus políticas no tendrían como objetivo ganar la aprobación de la población, sino implementar las medidas que a su juicio son las mejores para sacar a su país adelante. En este sentido, nadie puede reclamar a Truss no haber cumplido lo prometido.

El problema para los Conservadores es el siguiente: la idea de hipotecar el futuro de la mayoría para beneficiar a los más ricos con la esperanza de esto genere, a mediano plazo, beneficios para todos ha sido tomada por amplios sectores de la población británica, con razón, como un insulto descarado. Un principio subyacente en esta idea es que la desigualdad no es importante.

Además, buena parte del público británico conoce de primera mano y muy bien que la economía de goteo es un fracaso de ida y vuelta. Boris Johnson, llego a Primer Ministro por el Partido Conservador prometiendo ‘emparejar’ el nivel de vida de las zonas más pobres abandonadas por la visión neoliberal de sus predecesores.

A ello hay que sumar que incluso los mercados, siempre tan favorables a medidas anti-progresistas, han reaccionado negativamente. Por ejemplo, el plan de Truss es tan agresivo que existe desconfianza de que Reino Unido pueda devolver el dinero que le será prestado. En consecuencia, la libra se ha devaluado y las tasas de interés han aumentado.

La sensación general en Reino Unido es de caos, crisis y desasosiego. El jueves pasado, Truss intentó defender su plan participando en una serie de entrevistas en emisoras locales de la BBC. El resultado fue desastroso. Defender lo indefendible difícilmente podía arrojar otro resultado.

Varios miembros Conservadores del parlamento han expresado extraoficialmente a la prensa que el plan de Truss es una mancha que les hará perder, en términos electorales, a toda una generación. Algunos dan por hecho que perderán su curul en las próximas elecciones.

El problema para ellos es que forzar la renuncia de Truss en estos momentos implicaría resignarse a perder el gobierno y absorber el golpe en el momento más complicado. En consecuencia, sólo les queda esperar a que dentro de un par de años existan condiciones, como la debilidad de sus rivales, que les permitan resurgir en las encuestas.

Es difícil pensar que este podrá ser el caso. La caída de los Conservadores ha abierto una oportunidad dorada que el izquierdista Partido Laborista no parece estar dispuesto a desperdiciar.

El ánimo que prevaleció en el congreso Laborista llevado a cabo esta semana en Liverpool fue positivo, pero también serio y moderado. De acuerdo con uno de los funcionarios más importantes de ese partido, esta es la primera ocasión en décadas en la que la sensación es que lo que se incluya en su programa de gobierno podrá realmente materializarse.

El programa presentado por la dirigencia Laborista les permite presentarse como la opción política de la responsabilidad; una bandera que normalmente busca tomar la derecha y que atrae a moderados. Pero también incluye postulados de izquierda como la creación de una empresa nacional de energía, tasar proporcionalmente los ingresos de los más ricos o la idea de una inversión significativa en asuntos ambientales.

Los Laboristas saben que todavía es muy pronto para celebrar. Faltan alrededor de dos años para las próximas elecciones y muchas cosas pueden pasar en el camino. Pero en estos momentos están merecidamente en la lona. Y esto es una muy buena noticia para Reino Unido.

Associate Lecturer en la Universidad de St. Andrews
Twitter: @asalgadoborge
Email: asalgadoborge@gmail.com

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